“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y dar a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia”. “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. (Lc 4,14-22)
Ninguno vivimos al acaso.
No vivimos a las ciegas, a lo que viene.
Nacemos con una personalidad humana.
Pero también nacemos con una identidad espiritual.
Y nacemos con una misión que realizar.
Jesús hace la presentación de sí mismo en su propio pueblo.
Digamos que es su presentación en sociedad.
Y lo hace señalando su identidad:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido”.
Y lo hace marcando la misión que tiene que realizar.
No tiene que esperar a terminar secundaria para escoger su profesión.
Desde su encarnación Dios le ha señalado una misión.
Una misión que es doble:
“Anunciar y dar la buena noticia a los pobres”.
“Anunciar a los cautivos la libertad”.
“Dar a los ciegos la vista”.
“Dar la libertad a los oprimidos”.
“Anunciar el año de gracia”.
Jesús se reconoce a sí mismo en el texto de Isaías:
Se identifica con él,
Y se siente comprometido con él.
Se acepta a sí mismo.
Y acepta que ese es el plan de Dios sobre él.
Cada mañana no necesita mirarse al espejo para reconocerse.
Cada mañana no necesita preguntar a la secretaria los compromisos del día.
Los pobres, todos los días amanecen con malas noticias.
Por fin, alguien tiene el encargo de Dios de darles buenas noticias.
Por fin, Dios quiere anunciar la libertad a los cautivos.
Por fin, quier dar la vista a los ciegos:
A los ciegos que no ven las flores.
A los ciegos que no ven la verdad de su corazón.
A los ciegos que no ven a Dios.
Por fin, Dios quiere proclamar la libertad a los oprimidos.
Por el Bautismo, cada uno de nosotros:
“Somos los templos del Espíritu Santo”.
“Somos los ungidos del Espíritu”.
“Somos los llamados a dar la buena noticia los débiles y necesitados”.
“Somos los llamados a proclamar la libertad a los que no la tienen”.
También nosotros comenzamos marcados y ungidos por el Espíritu que a lo largo de la vida será el que nos guía y nos hace sentir como marcados y señalados por Dios para comprometernos con los necesitados.
El cristiano que no es buena noticia no es cristiano.
El cristiano que no se siente ungido del Señor no es cristianos.
El cristiano que no compromete su vida en hacer libres de los demás, no es cristiano.
Cristiano es el que puede decir como Jesús:
“Hoy se cumple esta Escritura”.
Aquí pudiéramos aplicar aquello de “Si hoy escucháis mi voz, no endurezcáis vuestro corazón”.
¿Será este nuestro carné de identidad?
¿Se esto lo que llena y compromete cada día nuestra vida?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Navidad
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