Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.
Claudio Rodríguez De escasa producción, ha alcanzado el reconocimiento y la admiración de cuantos se han asomado a su obra. Dueño de un mundo muy particular y de un lenguaje sorprendente y fervoroso, Claudio Rodríguez es, además del maestro de muchos jóvenes poetas actuales, un influyente creador cuya poesía sigue promoviendo lectores. Fue premiado con el Premio Adonáis a los 18 años por Don de la ebriedad, libro que impresionó profundamente a Aleixandre. Recibió el Premio de la Crítica en 1966 por el poemario que contiene estos versos. Tuvo amistad con numerosos poetas de su tiempo y fue en los años setenta cuando tuvo lugar su verdadera consagración como poeta.
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