El evangelio de mañana domingo dice con tristeza que la Palabra divina, que hizo el mundo, no fue conocida por el mundo y que “vino a su casa y los suyos no la recibieron”. Pero, añade a continuación: “A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Por eso, los creyentes podemos enfrentarnos al futuro con optimismo.
El año que estamos estrenando nos ofrece una nueva oportunidad para actuar como tales: con rectitud, con justicia, sin temor, con alegría y con misericordia. Y eso, siendo prudentes y restrictivos en los gastos y en las diversiones, porque la verdadera felicidad consiste en dar, comprender, ayudar y saber perdonar, más que en gastar.
¿Se notará nuestra condición de Hijos de Dios en nuestros comentarios positivos, en nuestra honradez a toda prueba, en nuestra solidaridad con quienes lo están pasando mal? ¡Cambiarían muchas cosas a nuestro alrededor si de verdad nos tomamos en serio nuestra condición de hijos del mejor de los Padres!
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