agosto 2015

23:32

el espíritu está sobre mi

LUNES DE LA SEMANA 22ª DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesùs, los llevará con él
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 95,1 y 3. 4-5. 11-12a. 12b-13 (R.:13b)
El Señor llega a regir la tierra.

Cantand al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R

Aclamen los árboles el bosue,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R

EVANGELIO
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres… Ningún profeta es bien mirado en su tierra.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

« El espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y los ciegos la vista;
para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor.»

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
–«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
–«¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo:
–«Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió:
–«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oir esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso enre ellos y se alejaba

Palabra del Señor.

____________________

1. (Año I) 1 Tesalonicenses 4,13-17

a) El de hoy es uno de los pasajes más conocidos de la carta a los de Tesalónica, en Grecia, que empezamos a leer la semana pasada: el referente a los difuntos.

Pablo no quiere que los cristianos miren la muerte de sus seres queridos “sin esperanza”, como los que no creen. Para nosotros, tanto la vida como la muerte son participación en el destino de Jesús: “si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él”. Y esto no es una reflexión que hace él, sino que es Palabra del Señor.

Aunque no sabemos bien a qué se refiere Pablo con el misterioso orden en que resucitaremos (primero los que hayan fallecido ya cuando llegue el final, y luego los que en aquel momento estén todavía vivos), lo que sí aparece claro es que el anuncio de la vuelta de Cristo como Juez, sea cuando sea, no quiere producir una sensación de terror, sino de esperanza: “el Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor”, “y así estaremos siempre con el Señor”.

b) Los cristianos tenemos una experiencia de la muerte que, en cierto modo, no se diferencia de la de los demás: nos da miedo pensar en la nuestra y nos llena de dolor la de los seres queridos.

Pero tenemos un “plus” de luz que da a nuestra visión un color de esperanza: nuestra fe en Cristo Jesús y nuestra convicción de que, ya desde nuestro Bautismo, estamos vinculados a su mismo destino.

No podemos vivir en desesperanza. La muerte no es la última palabra. Dios nos tiene destinados a la vida. Aunque no sepamos tampoco nosotros explicar el misterio de la muerte, ni logremos consolarnos ni consolar a otros por una muerte prematura o injusta, la fe cristiana enciende una luz de esperanza sobre este acontecimiento y nos dice que, si morimos con Cristo, viviremos con él, y “estaremos siempre con el Señor”.

Cuando participamos en la Eucaristía deberíamos recordar con frecuencia lo que nos dijo Jesús: “el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día”. La Eucaristía es garantía y semilla de la vida sin fin.

2. Lucas 4,16-30

a) Vamos a leer desde hoy hasta el final del Año Cristiano, a las puertas del Adviento, al evangelista Lucas.

Empezamos con su capítulo cuarto, porque en Adviento y Navidad ya lo hicimos con los tres primeros: la anunciación, el nacimiento, la infancia de Jesús y su Bautismo en el Jordán.

Y empezamos con una escena bien significativa, programática, que se puede decir que da sentido a todo el ministerio mesiánico de Jesús: su primera predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret.

Una escena densa, muy bien narrada por Lucas, con una serie de detalles significativos:

– la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados,

– la invitación para que lea (de pie) al profeta; las lecturas de la Ley las hacían los rabinos; las de los profetas las podían hacer los laicos, como Jesús, que hubieran cumplido los treinta años;

– el pasaje de Isaías lo recuerda Lucas, porque es como el programa mesiánico de Jesús: “el Espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos… para anunciar el año de gracia del Señor”;

– el comentario es del mismo Jesús (sentado), con unas primeras palabras que son como la definición de lo que es una homilía: “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir”;

– las primeras reacciones de admiración y aprobación por parte de sus paisanos,

– que, sin embargo, quedan bloqueados en su camino de fe porque conocen demasiado a Jesús: “¿no es éste el hijo de José?”;

– la queja de Jesús sobre esta falta de fe, comparada con la acogida que ha encontrado en otros pueblos; cita dos refranes o dichos de la época: “médico, cúrate a ti mismo”, y “ningún profeta es bien mirado en su tierra”;

– la segunda reacción, esta vez de ira, ante estas palabras, hasta el punto de querer acabar con él despeñándolo por el barranco;

– pero Jesús “se abrió paso entre ellos y se alejaba”.

b) Jesús aparece desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y aparece también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos.

Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. “Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres”. En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual “anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)”. Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros? ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres? ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?

La admiración, primero, y el rechazo y la persecución, después, son ya desde el inicio la síntesis de las reacciones que Jesús va a suscitar a lo largo de su ministerio, acabando en la cruz. Y también de lo que pasará a su Iglesia a lo largo de los siglos, como muy bien se encargó de describir el mismo Lucas en su libro de los Hechos. Con la convicción de que después de la cruz viene la resurrección. Pero, mientras tanto, no nos extraña que fracasen muchos de nuestros esfuerzos, como fracasó Jesús en muchas ocasiones.

Jesús es en verdad el “año de gracia” que Dios ha preparado para la humanidad, al enviarlo -hace ahora dos mil años- como salvador y “evangelizador”. Ojalá también nosotros le miremos como sus paisanos al principio: “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él”. El Jubileo del año 2000 es una nueva ocasión para que esta mirada nuestra hacia Jesús renueve su intensidad y para que nuestro conocimiento de él sea más profundo.

“Hoy se cumple esta Escritura”. Es lo que pasa cada día, en nuestra escucha de las lecturas bíblicas. No se nos proclaman para que nos enteremos de lo que pasó (lo solemos saber ya), sino porque Dios quiere renovar su gracia salvadora, la del AT y la del NT, hoy y aquí para nosotros. Es lo que nuestra meditación personal y la homilía deben buscar: actualizar en nuestras vidas lo que Dios nos ha dicho en su Historia de Salvación.


Ante la dramática situación humanitaria de los migrantes, el Sucesor de
Pedro realizó un apremiante llamado después del rezo del Ángelus de este
30 de agosto, para “colaborar con eficacia para impedir estos crímenes,
que ofenden a la entera familia humana”. También se refirió a la
persecución de los cristianos.

16:28
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Angustia por las noticias tristes que me llegan hoy del agravamiento de la salud de mi buen amigo, el P. Lee; y esperanza que me alienta a seguir rezando por él y su familia.

Estos días recuerdo con particular afecto su visita de hace un año: lo que disfrutamos, cuánto nos reímos y qué agradable fue el reencuentro. Doy gracias a Dios por haber podido disfrutar esa ocasión, que, Dios quiera, no sea la última.

Interesantes reflexione de George Weigel: El catolicismo tibio, de quita y pon, no sobrevivirá al tsunami cultural y político que se avecina. Un catolicismo integrador puede hacer algo más que sobrevivir; puede convertir
En las Navidades de 1969, el profesor Joseph Ratzinger intervino en la radio bajo un título provocativo:¿Cómo será la Iglesia del futuro? Uno de los párrafos finales estaba destinado a convertirse en las palabras quizá más citadas de la extensa bibliografía de Ratzinger cuando se convirtió en el Papa Benedicto XVI:
"De la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión... Pero en estos cambios... la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin".

Nuestro simplista mundo redujo enseguida esta visión a una "propuesta" de Ratzinger para "una Iglesia más pequeña y más pura", como si el Papa Benedicto, treinta y cinco años antes de su elección, estuviese ya pidiendo −incluso deseando− separar el grano de la paja mucho antes del regreso del Señor en toda su gloria. Aún hoy pueden encontrarse ecos de esta equivocada lectura en ciertos círculos católicos donde parece existir una fiebre por escribir manuales de Hágase-Su-Propia-Catacumba. Sea como fuere, en las meditaciones de Ratzinger sobre el futuro en 1969 hay una percepción real, por lo cual alguna separación del grano y de la paja proveniente de esa mala interpretación puede ser correcta.
Para empezar, durante su pontificado el Papa Benedicto ciertamente no pidió que la Iglesia disminuyese de tamaño deliberadamente. Ningún Papa quiere hundir la Iglesia. Y en cualquier caso, la idea de la Iglesia como la comunidad prístina, pura e inmaculada de los perfectos es de impronta protestante radical, no católica.
En 1969 Ratzinger describía más bien lo que imaginaba como inevitable en su situación alemana, dados los ácidos de secularización que ya estaban actuando, a menudo ayudados e inducidos por formas innovadoras de la teología católica. En una sociedad cada vez más definida por el principio del placer y en una cultura cuyas primeras premisas incluyen un agresivo escepticismo sobre la religión bíblica, el catolicismo ya no podía vivir de la vieja correa de transmisión étnica. En el futuro, la gente no iba a decir que era católica sólo porque sus abuelas hubiesen nacido en Múnich.
Y esta perspectiva era aplicable mucho más allá de la Baviera natal de Ratzinger.
Los obispos de Iberoamérica vieron un fenómeno similar en sus países, donde durante mucho tiempo el catolicismo se había "conservado", primero por imposición legal y luego por hábito cultural. Comprendieron que el catolicismo "conservado" no tenía futuro. Por ello, en 2007 los obispos iberoamericanos llamaron a la Iglesia católica a redescubrir su carácter misionero, a convertirse, como más tarde plantearía el Papa Francisco, en una Iglesia "en permanente estado de misión", en la cual todos los católicos comprendiesen que han sido bautizados con una vocación misionera.
El mismo criterio −que el catolicismo por ósmosis ha muerto− y la misma terapéutica −la Iglesia debe reivindicar su naturaleza misionera− están en la raíz de todos los sectores vivos de la Iglesia católica en los Estados Unidos, ya sea parroquia, diócesis, seminario, orden religiosa, movimiento laico de renovación o nueva asociación católica. Y aunque es verdad que la Iglesia en esos Estados Unidos va a tener que luchar duro, tanto interna como externamente, para mantener la integridad y la identidad católica de lo que Ratzinger denominaba "edificios construidos en una coyuntura más favorable", no hay razón para pensar que esa lucha ya se haya perdido y de que sea hora de dirigirse hacia las catacumbas.
La verdad ulterior que debe extraerse de la visión de Ratzinger sobre la Iglesia del futuro es que el catolicismo del siglo XXI "reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros". El catolicismo tibio, de quita y pon, no sobrevivirá al tsunami cultural y político que se avecina. Un catolicismo integrador puede hacer algo más que sobrevivir; puede convertir.
George Weigel
Artículo publicado originariamente en firstthings.com.
Traducción de religionenlibertad.com.


Muchos han sido los peregrinos que han acudido hasta San Pedro, en Roma, para asistir al Ángelus de Francisco. El Santo Padre ha recordado a los cristianos perseguidos y a los emigrantes.


“El cumplimiento literal de los preceptos es estéril si no cambia el corazón y no se traduce en actos concretos”, afirmó el Papa Francisco en sus palabras, antes del rezo mariano, del XXII domingo del Tiempo Ordinario. Dirigiéndose a los miles de fieles y peregrinos de tantas partes del mundo, que una vez más se dieron cita en la Plaza de San Pedro, deseosos de escuchar sus palabras.

El Obispo Roma, comentando el Evangelio de San Marcos, que la liturgia presenta este último domingo de agosto, destacó «la discusión entre Jesús y algunos fariseos sobre el valor de la tradición de los ancianos. Jesús definía estas normas como preceptos de los hombres (Cfr. Mc 7,7) y que no deben ocupar jamás el lugar de los mandamientos de Dios». El Pontífice dijo, que la respuesta de Jesús a aquellos que lo cuestionaban sobre la actitud de sus discípulos de trasgredir las normas, en especial, los preceptos de la purificación exterior del cuerpo; tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: “Porque dejando el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de los hombres”. Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro, señalo el Santo Padre, porque en Él sentimos que está la verdad y que su sabiduría nos libera de los prejuicios.
En este sentido, el Sucesor de Pedro invitó a estar atentos a considerar “que el cumplimiento exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos”. Existe el peligro dijo el Papa, “de considerarnos mejores de los demás por el solo hecho de seguir las reglas, las costumbres, incluso sino amamos al prójimo, somos duros de corazón y orgullosos. El cumplimiento literal de los preceptos, añadió Francisco, es algo estéril sino cambia el corazón y no se traduce en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y la paz, socorrer a los pobres, los débiles, los oprimidos”.
Prosiguiendo su exhortación, el Pontífice señaló que “Jesús focaliza la atención en un aspecto más profundo y afirma que son las cosas que salen del corazón del hombre lo que lo hace impuro”. Con esto dijo el Papa, se subraya la primacía de la interioridad, del corazón. Las actitudes exteriores son la consecuencia de cuanto hemos decidido en el corazón. La frontera entre el bien y el mal, agregó el Obispo de Roma, no pasa fuera de nosotros, sino dentro de nosotros, en nuestra conciencia. Por lo tanto, dijo el Papa, nuestro corazón debe ser purificado y convertirse. “Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncien palabras sinceras de amor, de misericordia, de perdón”.

cope.es

El pintor italiano Biagio Biagetti fue el encargado de dirigir la restauración de los frescos de la Capilla Sixtina entre 1933 y 1936. Esta es la historia de un hombre que se convirtió en referente pictórico y que ahora el periodista Paolo Ondarza recoge en un nuevo libro.


PAOLO ONDARZA  
"Verità e bellezza. La via pulchritudinis in Biagio Biagetti ”
"Explica los días sobre los andamios de la Capilla Sixtina, cara a cara con los frescos de Miguel Ángel. La emoción de encontrarse de tú a tú con Miguel Ángel y de reconstruir algo de este artista al que respetaba muchísimo. Tanto es así que intuye los frescos que hoy conocemos y ese brillo cromático que vemos gracias a su restauración”. 

El periodista de Radio Vaticana recoge el arte sacro de este pintor del Novecento italiano y hace un recorrido por sus archivos privados. 

PAOLO ONDARZA  
"Verità e bellezza. La via pulchritudinis in Biagio Biagetti ”
"Para mí tiene un significado muy especial porque lo descubrí hace quince años y cuando empecé a trabajar en el Vaticano me di cuenta de que eran obras actuales para nuestro tiempo”. 

Biagio Biagetti pertenecía a una familia de pescadores. Sin embargo, desde pequeño sintió pasión por la pintura. Sus primeros bocetos fueron en la parte posterior de los recibos de las cuentas de su padre. 

PAOLO ONDARZA  
"Verità e bellezza. La via pulchritudinis in Biagio Biagetti ”
"He podido consultar sus diarios personales porque he tenido la grandísima suerte de conocer a la hija del pintor. Me ha abierto su casa y me ha revelado estos diarios que muestran la realidad del pintor. Ese deseo de hacer un arte inspirado en la tradición pero que retrate lo más íntimo”.

Para el Vaticano, el pintor italiano fue una figura crucial. Fue durante 10 años director de los Museos Vaticanos y uno de los primeros responsables en restaurar la Capilla Sixtina.

romereports

00:19

1.- No vivas recordando las cruces de tu pasado. Algunos se pasan la vida recordando lo triste que ha sido su vida. Esas cruces ya las has vivido. Vive ahora las del presente. Así no tendrás que revivirlas mañana. Porque las cruces que se aceptan con generosidad se viven y se olvidan. No vuelven a doler más.

Flickr: Marcos Ruiz Dávila

2.- Tampoco vivas imaginando las cruces del mañana. ¿Sabes cuáles van a ser? Además, Dios no te ha garantizado fuerzas para llevar las cruces de hoy y las de mañana juntas. Dios da las fuerzas necesarias para las cruces de cada día. Para las de mañana, tendrás que esperar a mañana. Vivir hoy las cruces del mañana es llevar exceso de peso. Y eso hay que pagarlo.

3.- Vive las cruces reales. No las imaginarias. Muchos tienen más cruces en su cabeza que sobre sus hombros. Pero como no saben ver la luz, siempre se están imaginando cosas. De las cruces de hoy podrás culpar a alguien. De las cruces imaginarias, tú eres el único culpable. ¿No crees que ya son suficientes las cruces de verdad, sin necesidad de inventarte otras?

4. – Las cruces son para ser llevadas a hombros. Pero mejor si las llevas en el corazón. Te lo aseguro. Las cruces cuando se llevan con el corazón pesan mucho menos. El corazón tiene más resistencia que tus hombros, por muy forzudos que los tengas.

5.- Algo importante. No soluciones el problema de tus cruces tirándolas encima de los hombros de los demás. Las cruces se llevan o te llevan. Pero tus cruces sólo valen para ti. No están hechas a la medida de ellos. Si estás de mal humor, ¿por qué lo tienen que pagar los demás? Si estás furioso porque las cosas te salieron mal, ¿qué culpa tienen los tuyos? Aguántate.

6.- Ah, un consejo. Las cruces no se miden ni se pesan. ¿Cómo sabes tú que tus cruces pesan más que las del vecino? ¿Cómo sabes tú que las cruces de tu vecino son más llevaderas que las tuyas? ¿Porque él camina feliz bajo su peso? Eso no es problema de la madera de la cruz que es más liviana. Es que posiblemente él le ha puesto más ilusión, más esperanza, más corazón.

7. – Y otra cosa. No culpes a Dios de que te envió esta o aquella cruz, y luego te pones a rezarle para que te la quite. Es decirle que se equivocó contigo y que se corrija… Hay muchos que primero hacen a Dios culpable de sus cruces. Y luego cuando le rezan lo hacen dudando: ¿me hará caso? Bueno, si Dios me manda las cruces y luego me las quita pareciera estar jugando. Y Dios es muy serio.

Clemente Sobrado C. P.


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00:09


EL VIGÉSIMO TERCERO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 35:4-71; Santiago 2:1-5; Marcos 7:31-37)

El profesor trajo a sus hijos a su clase sobre Shakespeare.  ¿Por qué quería a sus niños estar presentes? ¿Tal vez sólo estuvo cuidándolos porque su esposa estaba ocupada?  No, cuando se le interrogó, el dio otra razón. Dijo que quería que supieran que su padre realmente trabajó.  Explicó más que el abuelo de los niños se puso de ropa de trabajo todos los días y llevó lonchera al lugar de trabajo.  Entretanto lo vieron a él vistiéndose en la misma chaqueta que llevaría a la misa dominical.  El profesor quería que sus hijos reconocieran el valor considerable del trabajo sea hecho principalmente con manos o con cabeza.  Pues, con el trabajo la persona sirve a Dios y al prójimo tanto como ganar la vida por la familia.  En el evangelio hoy vemos a Jesús en su trabajo.  Según el Evangelio de Marcos Jesús una vez era carpintero pero dejó el martillo para curar enfermedades y predicar el Reino.

Jesús demuestra un modo definitivo para desempeñar su oficio.  Aparta al hombre sordo y tartamudo como un médico lleva a un enfermo en su consultorio.  Mete sus dedos en los oídos como si estuviera quitando cualquier obstáculo.  Entonces le escupe en la lengua para destrabarla.  Dice con firmeza: ¡“Ábrete”!  El tratamiento funciona.  El sordo comienza a oír como un operador del código Morse y hablar como una chismosa.  La pericia de Jesús no escapa la atención de la gente.  Lo reconoce como profeta trayendo la gloria de Dios.  Su persona es testimonio que por fin el esperado Reino ha llegado.

También nosotros tenemos que hacer el trabajo de Dios.  Por desempeñar nuestras tareas diarias con la nitidez cumplimos nuestra parte en el descubrimiento del Reino.  Como en el caso de Jesús nuestro trabajo es multiforme.  Comprende de los deberes de empleo, tareas de la casa, y servicio a la comunidad.  También como Jesús tenemos un rol en la salud.  Primero hemos de cuidar nuestra propia salud.  Entonces ayudamos a los demás: si somos médicos, damos las terapias indicadas.  La mayoría de nosotros sólo llevar a nuestros enfermos al consultorio y asegurar que tomen sus medicinas.  Una cosa más: todos deberíamos rezar por los enfermos. 

Este fin de semana celebramos juntos la labor.  El propósito del Día de Trabajo es mucho más que darnos otra ocasión de dormir tarde.  Aunque no se la practica mucho ahora, el Día de Trabajo es para apreciar el trabajo como ambas una necesidad y una oportunidad.  En la misa este fin de semana deberíamos orar en acción de gracias si tenemos trabajo sustantivo. Queremos también rezar por aquellas personas sin trabajo o cuyo trabajo no es satisfactorio.  También, sería bueno que meditemos sobre el trabajo, al menos un poco.  Que preguntemos: ¿Qué estoy contribuyendo a la sociedad?  ¿Cómo podría desempeñar el trabajo con mayor resultado para la persona que me paga y para mí mismo? ¿Están suficientes mis trabajos segundarios o debería cambiarlos?  No queremos hacer el Día de Trabajo en otro día de trabajo.  Pero sí queremos esforzarnos un poco para brindar el trabajo como el gran don que es.

00:02

“Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. (Lc 4,16-30)

Isaías escribe la Carta de presentación de Jesús.
Y Jesús la lee personalmente en público en la sinagoga de Nazaret.

Jesús se define por lo que es.
Y se define por su misión.
Es el ungido por el Espíritu.
Está animado interiormente por el Espíritu.
Se siente transformado por el Espíritu.
Es el Espíritu su principio y dinamismo.

Yodos nosotros somos “ungidos por el Espíritu” desde nuestro Bautismo.
Pero ¿nos sentimos ungidos por él?
¿Nos sentimos movidos por él?
¿Sentimos que es el Espíritu el que nos mueve interiormente?
¿No serán más bien nuestros intereses los que nos mueven por dentro?
¿No serán nuestros criterios, nuestras pasiones, nuestros instintos, las fuerzas que nos mueven desde dentro?
¿Sentimos su presencia en nosotros?
¿Nos sentimos empujados por el Espíritu?
¿Lo sentimos como el motor espiritual que llevamos dentro o sencillamente ni nos enteramos que nos habita?
¿Nos definiríamos como los consagrados por el Espíritu?

Jesús se define por su misión.
Jesús tiene clara cuál es su misión en la vida.
Sabe para qué ha venido y para que está en la vida.

Su primera misión: son los pobres.
Es su primer quehacer: “anunciar el Evangelio a los pobres”.
Los pobres son la razón de su ser.
Los pobres son los que dan sentido a su vida.
Ha sido enviado a anunciar:
El Evangelio a los pobres.
La esperanza a los pobres.
La liberación de los pobres.
El Reino a los pobres.
La dignidad de los pobres.

Su misión es: la libertad.
La libertad a todos los que la han perdido.
La libertad a todos los que viven oprimidos.
La libertad a todos los que viven las ataduras de nuestros egoísmos.
La libertad a todos los que viven esclavos de sus egoísmos:
Liberar a los esclavos del poder.
Liberar a los esclavos del tener.
Liberar a los esclavos de los honores.

¿A quien anunciamos nosotros el Evangelio?
Miremos al mundo y veamos dónde nos situamos.
Alguien me comentaba hace unos meses: “Yo no entiendo por qué Uds. dejan esa parroquia. Es de las mejores parroquias. Y han decidido tomar esa otra que no vale ni significa nada”.
Evangelio es aquel Cardenal que abandonó su Diócesis en Canadá y se fue de misionero al África.
Evangelio es aquel Obispo que se jubiló y se ha venido de párroco a una Parroquia pobre de Bolivia y otra del Perú.

Somos cristianos:
Si vivimos como ungidos por el Espíritu.
Si dedicamos nuestra vida a anuncia la Buena Noticia a los marginados y excluidos.
Si nos dedicamos a hacer libres a los que viven en la esclavitud humana y espiritual.
¿Podremos decir también nosotros como Jesús: “hoy se cumple esta palabra”?
No busquemos excusas.
No busquemos lógicas humanas.

Clemente Sobrado C. P.


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Una relación de amor humano necesita cuidados: detalles pequeños, pero que sirven para que no se pierda el afecto, salir de los baches y construir un futuro juntos
Vamos a dejar aquí algunas pinceladas sobre lo que se puede hacer si se llegara a una situación conyugal difícil

Algunos remedios para el desamor

El matrimonio, como previamente el noviazgo, “ha de estar inspirado no por el afán de posesión, sino por espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza”[1].
Querer no es suficiente, es preciso saber querer; que es gobernar, dirigir y canalizar ese sentimiento hacia conductas de la actuación diaria que logren el objetivo último del amor: conseguir que el otro sea feliz, hacerle dichoso. Esto se resume en cuidar que las elecciones que realizamos enriquezcan los momentos en que estemos juntos, cada día. Para ello no basta habitualmente con poner cariño, hay que tirar de experiencia, valorar con prudencia las situaciones y obrar con inteligencia.

Si cuidamos con esmero la relación, tendremos muchas posibilidades de éxito, que se concretará en el crecimiento personal y en el de la misma relación entre los dos. “No debemos dejarnos vencer por la ‘cultura de lo provisional’. Así que el miedo del ‘para siempre’ se cura día tras día, confiando en el Señor Jesús en una vida que se convierte en un viaje espiritual diario, hecho de pasos, de crecimiento común”[2].
En todo caso, vamos a dejar aquí algunas pinceladas sobre lo que se puede hacer si se llegara a una situación conyugal difícil. Antes, conviene recordar que no es lo mismo unacrisis conyugal en toda regla y que viene arrastrándose desde hace un cierto tiempo, que las dificultades conyugales que a menudo asoman, sobre las que es menester tener ideas claras para ver cómo superarlas.
Entre ambas, crisis dificultades naturales, existe un espectro de formas diversas, en donde se mueven distintas opciones prudenciales de acción. Estos remedios psicológicos y espirituales deben ser aplicados de forma operativa, con la intención de mejorar algo o de corregir o de poner en el comportamiento algún ingrediente que no está aún presente y que resulta imprescindible.
a) Aprender a perdonar. El perdón es un gran acto de amor. Y tiene dos segmentos: perdonar, y después poner el esfuerzo por olvidar. Perdonar y olvidar es perdonar dos veces. Sólo son capaces de hacerlo las personas generosas, con grandeza de espíritu, que saben reconocer sus errores y quieren corregirse[3].
b) No sacar la lista de agravios del pasado. Impedir que salgan en la comunicación la colección de reproches que hemos podido ir acumulando a lo largo de los años, pues contiene un efecto demoledor, muy destructivo. En los matrimonios que se quieren bien, esos hechos están guardados en un cajón y no salen nunca. Nunca es nunca. Y a eso se llama dominio de sí mismo, capacidad para cerrar las heridas y dejarlas atrás. El dominio de sí es imprescindible para la entrega íntegra de uno mismo.
c) Evitar discusiones innecesarias. Un principio de higiene conyugal, propia del matrimonio, clave es éste: no discutir. De una discusión fuerte, rara vez sale la verdad. Y hay más de desahogo y de deseo de ganar al otro en el debate, que de buscar el acuerdo entre las partes.
d) Rezar juntos. Compartir la fe siempre, y tirar especialmente de ella en momentos difíciles o después de un desencuentro. Saber poner a Dios en el centro del matrimonio, con una especie de naturalidad sobrenatural, donde se mezcla lo divino y lo humano[4].
e) No hablar nunca de separación. Ésta es una observación que tiene mucho que ver con la convivencia ordinaria. En situaciones negativas, en rachas malas, hay que poner todos los medios para que la palabra separación no aparezca en ningún momento. Ni como amenaza ni como chantaje. Y menos aún si uno de los dos sabe que puede perder el control de su persona y soltar este término.
f) Tras un día o momento malo o vivencia negativa y dolorosa, hay que evitar los silencios prolongados. La psicología moderna conoce bien el efecto tan negativo que provoca en la pareja estar horas o días sin hablarse; tal actitud genera una tensión emocional añadida que invita a que cada una de las partes, privadamente, haga una crítica del otro, con el consiguiente desgaste que esto significa.
g) Tener una sexualidad sana, positiva y llena de complicidad en el matrimonio. La sexualidad conyugal es de enorme importancia. Su descuido tiene efectos muy negativos. Hay que dialogar y buscar puntos de acuerdo. La sexualidad es un lenguaje del amor comprometido. Es la máxima donación. El acto conyugal debe consistir en una relación íntegra, donde cuatro grandes aspectos de la persona se reúnen y forman una gran sinfonía: debe ser un acto físico (genital), psicológico, espiritual y biográfico. Todo junto sumado y a la vez.
h) Aprender habilidades en la comunicación interpersonal. Esto supone una tarea diaria. Son lecciones que se aprenden gradualmente. Son estrategias sencillas pero de gran eficacia: dejar hablar al otro, y escucharle con atención; no descalificarle sin más, si tiene opiniones distintas a las propias; buscar modos respetuosos para hablar, para pedir algo, y en general para dirigirse al otro; huir de gestos despreciativos o de la crítica dura o de frases hirientes. En una palabra, fomentar un clima psicológico de cierta serenidad, evitando posturas radicales o enconadas, fomentando las buenas maneras, con elegancia y educación.
Es decir, tratar de poner en práctica todo un conjunto de conductas positivas y equilibradas que hay que trabajar –personalmente y en pareja–, y aprender con paciencia y buen humor.
Enrique Rojas
Fuente: opusdei.es.

Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas (1 R 19, 7). Elías está tan desanimado que se ha convencido de que no puede más. Ha llegado a oídos de Jezabel –la esposa del Rey– que el profeta ha dado muerte en el Carmelo a todos los sacerdotes de Baal a los que ella tenía tanto afecto, y ha jurado entre dientes: que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos (1 R 19, 2).

Elías echa a correr: huye de la ira de la reina. Sabe que tiene sus horas contadas. Tiene miedo a la amenaza, ha puesto todos los medios a su alcance para salir del peligro, pero el desierto es largo, el camino angosto, el sol aprieta. Elías corre, pero faltan el agua, las fuerzas, el ánimo y, al final, se agosta incluso su deseo de vivir. Hasta aquí hemos llegado, debió de pensar Elías en su interior, y, sentándose bajo una retama, esperó a la muerte.


En muchas ocasiones encontramos también nosotros innumerables motivos para desanimarnos en el camino de nuestra vida. A veces, son amenazas muy serias, como la sufrida por el profeta; pero casi siempre es sencillamente el peso y el bochorno del día a día. 

Son pequeñeces, pero pequeñeces que nos cargan, y que –todas juntas– llegan a hacer del nuestro un camino intransitable: una sociedad contraria a nuestro deseo de ser buenos hijos de Dios, amistades que no son todo lo fieles que desearíamos, amores efímeros, una relación difícil con los padres (o con los hijos), enfrentamientos familiares, dificultades de estudio o de trabajo…

No des la espalda a tus propios problemas. Aprovecha tu oración para exponerlos con naturalidad delante de Dios. Elías fue más claro que nadie: déjame morir, exclamó en su interior. Nosotros vamos a decirle cómo estamos y, concretamente, qué cosas nos desaniman. Es momento de sincerarse con Dios, para poder escuchar, como por primera vez y dicho bien bajito al oído de tu corazón, las palabras que consolaron el alma de Elías y le impulsaron a seguir adelante:

Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas. Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Orbe, el monte de Dios (1 R 19, 7-8).

Fulgencio Espá

01:15
image (3)En Saxum Fundation recibieron esta noticia de un cristiano en Oriente Medio:

“Somos un grupo muy pequeño de amigos con poca conexión. Hicimos lo que pudimos en nuestra pequeña capacidad para recaudar fondos para Saxum. Estoy segura de que don Álvaro nos ha ayudado desde el principio.
Cuando lo escuche por primera vez sobre el proyecto de Saxum (¡Vi un post de Facebook!), nos emocionamos y decidimos ver cómo podemos ayudar desde aquí. 

Durante un retiro antes de Navidad, intentamos vender algunas tarjetas de Navidad de una caja que había sobrado el año anterior. Sólo habían 10 tarjetas, pero aún así decidimos seguir adelante y las vendimos por el equivalente a 4 USD. Imprimimos la información sobre el proyecto de Saxum que encontramos en la web, y después del retiro pusimos un vídeo y anunciamos que estábamos vendiendo tarjetas de Navidad. Esperábamos recaudar 40 dólares ese día, pero cuando fuimos a revisar la caja, encontramos mucho más. Una mujer compró una de las tarjetas y donó 140 dólares pues dijo que era para un proyecto precioso.

Durante las vacaciones de Navidad, se nos ocurrió hacer rosarios para Saxum como proyecto familiar. A cada miembro de la familia se le asignó una tarea- poner las cuentas a través de la aguja, montarlos, poner el crucifijo, control de calidad y embalaje. Por supuesto, ¡para los chicos ayudar en el trabajo con los cuentas no era lo más emocionante! Pero aún así hicieron su parte (¡preferían cortar las cadenas!). ¡En enero ya habíamos hecho unos 50 rosarios en muchas combinaciones de colores diferentes! Estos los vendemos por 8 dólares.

Empezamos también a vender los libros de San Josemaría (Camino, Surco y Forja) y otros libros de lectura espiritual junto con los rosarios.

En marzo, Katya, sugirió unirnos a un bazar en su comunidad para recaudar fondos para Saxum. Así que reservamos una mesa, pedimos a nuestros amigos que donaran cosas que tenían en casa que no necesitaban y así surgió el Baratillo de Saxum. Como donaciones recibimos ropa, bolsos, libros infantiles, juguetes, artículos de decoración del hogar (¡Alguien nos dio una fuente! La persona que quería comprarla incluso pidió una demostración para asegurarse de que funcionaba, así que tuvimos que salir a buscar agua y enchufarla para demostrar que lo hacía) e ¡incluso una guitarra rosa!

Paulina, hija de Katya, fue muy hábil al vender y negociar el mejor precio. Llamamos a nuestra zona la Mesa Saxum. Al final del día, estábamos todos muy cansados pero muy contentos por haber recaudado más de lo que esperábamos”.

Queremos darles las gracias por su colaboración con este proyecto. Esto es una muestra de cómo miles de personas, de todos los rincones del mundo, están poniendo sus ladrillos en Saxum, y con su ayuda y con la tuya, podemos hacer este sueño realidad. ¡Gracias!"

“Este pueblo me honra con los labios pero su corazón...” He aquí un severo llamamiento a la honestidad con Dios, a no tranquilizar la conciencia con el cumplimiento de unas prácticas cuyo contenido se ha olvidado. Es como si Jesús dijera: este pueblo me miente. Toda acción humana arranca del corazón, pero -si está manchado- el hombre entero y su actuación quedan manchados.
¡Cuántas fiestas que celebramos y que tienen un origen cristiano se han convertido para algunos en una fiesta en la que Dios está ausente! La Navidad, la Semana Santa y la Pascua, los Domingos... ¿no son con frecuencia un tiempo para disfrutar de unas vacaciones en la nieve o la playa, de diversiones en las que el sentido religioso se ha diluido? ¡En cuántas ocasiones también la actuación diaria en la familia y el lugar de trabajo está manchada por la envidia, la ambición, la impaciencia, los malos modos, la egolatría! Las obras externas quedan marcadas por la intención con que se hacen. Jesús recuerda que hay que comenzar por purificar el corazón, pues de él proceden “los malos propósitos, las fornicaciones, robos..., esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.

¿Dónde está mi corazón habitualmente? ¿Qué es lo que de verdad me mueve y busco con empeño en mi actuación? ¿Voy exclusivamente a lo mío o procuro orientar todo mi quehacer a Dios como el verdadero bien mío? Hay quien piensa que esta rectitud es imposible de vivir en una sociedad tan competitiva y tan poco escrupulosa con los principios morales. ¡La vida obliga a tantas cosas que no se desean pero que hay que asumir si quieres que te acepten, por no dar un disgusto o, incluso, en aras de un mal menor! ¡Si vas de bueno por la vida te comen; o no te comes una rosca, suele decirse!
La tentación más fuerte contra la sinceridad de vida suele tomar ocasión de los cambios o de los choques que se producen a diario. Crisis afectivas, desengaños, fracasos profesionales... Detrás de una de estas cosas que suelen tener un fundamento objetivo, podría resultar difícil reconocerse a sí mismo como el de antes y concluir que nuestra vida está fundada sobre presupuestos falsos o, al menos, que no son prácticos en nuestro mundo. La tentación entonces de abandonar “todo escrúpulo moral” es grande.
No hay que perder la sensatez y, menos aún, la fe en Dios y en sus indicaciones. La veracidad que Dios nos pide se va logrando con una lucha constante y esperanzada y mediante la purificación del corazón en el Sacramento de la Reconciliación, porque una cosa es la sinceridad y otra la pecabilidad propia de la debilidad humana. “Dejarlo todo porque se dejó una cosa, enseña S. Josemaría Escrivá, es absurdo, no conduce a nada. Es la lógica de un loco”.

17:34

“Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?” El les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. (Mc 7, 1-8.14-15.21-23)

En el Perú celebramos a Santa Rosa.
Yo me voy a quedar con el Evangelio de domingo 22 del ordinario.

Nos encanta el aparecer, mucho más que el ser.
Nos encanta el salir bien perfumados, aunque el corazón huela a podrido.
Nos encanta que alguien nos pregunte: ¿Qué perfume usas?

Alguien de buen humor, pero muy realista me decía un día:
Las esposas se pelean cada día con el polvo de los muebles.
Mientras tanto tienen a sus maridos olvidados.
Esposas que se pasan el día con el plumero sacando el polvo de los muebles.
Y luego no tienen tiempo para sentarse un rato con sus maridos.
Esposas que tienen la casa reluciente.
Pero tienen los maridos como muebles en el almacén.

Eso es lo que acontece con la religión de la ley.
Lo importante es cumplir con la Ley.
No importa que el corazón esté en otro sitio.
Lo importante es cumplir el domingo con la Misa.
No importa si luego no se enteran ni de lo que dijo el cura.
Si no vamos a Misa porque no hemos podido, no comulgamos al domingo siguiente.
Pero si vamos y nos pasamos el tiempo contando los mosquitos o bostezando, y comulgamos tranquilamente.

Cuántas mujeres que están barriendo el cuarto, meten la basura debajo de la alfombra, porque llega una visita.
Lo importante es dar buena impresión de limpieza.
No importa si la basura la escondemos debajo de una alfombra que brilla.

Ese era el problema de aquellos fariseos y escribas llegados de Jerusalén:
No venían a escuchar al Maestro.
Venía a chismear.
No venían para encontrarse con la Buena Noticia de Dios.
Venían para ver si “cumplían con la tradición de los mayores”.

Era más importante lavarse las manos, que tener limpio el corazón.
Era más importante lavarse las manos, que limpiar su mente de los prejuicios.
Era más importante lavarse las manos, que tener un corazón con amor.

Dios no es de los que se fija mucho en si llevamos corbata.
Dios es de los que se fija si hablamos bien de los demás.
Dios no es de los que se fija mucho si la camisa está bien planchada.
Dios es de los que se fija si el corazón está sano.
Dios no es de los que se fija en el follaje del árbol.
Dios es de los que se preocupa de que el tronco tenga raíces sanas.
Dios no se fija en qué champú usamos.
Dios se fija en lo limpias que son nuestras mentes.

Para Dios está bien la limpieza externa, porque Dios tampoco es un cochino.
Pero a Dios sí le interesa lo limpio que está nuestro corazón.
Para Dios es importante la limpieza del cuerpo.
Pero a Dios le interesa más la limpieza del alma y del corazón.
Para Dios no es el polvo de los caminos lo que mancha las manos y el cuerpo.
Para Dios lo que mancha no es lo que se no pega desde fuera.
Para Dios mancha ese manantial que brota dentro de nosotros los “malos propósitos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios secretos, la codicia, la injusticia, la envidia, la difamación, el orgullo y la frivolidad”.

Y ahora la pregunta:
¿quiénes están limpios de verdad?
¿quiénes están sucios de verdad?
Que cada uno dejemos de mirar a nuestras manos y miremos un poquito más al corazón.
Se puede amar con manos “sin lavar”.
Pero no se puede amar “sin lavar el corazón”.

Clemente Sobrado C. P.


Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: fariseos, impureza, ley, pureza

16:12
Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando indiferentes, egoístas, resentidos, malhumorados... en una palabra: agrios. // Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

Cuando el vino se hace añejo su sabor adquiere su total esplendidez.

Cuando el vino se hace añejo tiene la plenitud de su madurez.

Así es el vino de nuestra vida que empezó con uvas verdes y frescas, pero poco a poco se fue almacenando en nuestro corazón, poco a poco se fue llenando el ánfora de nuestra alma y dichosos serán los que permitan que ese vino alcance los bordes y llegue a derramarse para los demás.

Ese vino son nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestra valiosa experiencia de la vida. Claro-oscuro de luces y sombras. Días luminosos, si la infancia fue feliz; días de adolescencia y juventud que nos dejaron un aroma de vino dulce y perfumado y otros recuerdos que son como una copa amarga que tuvimos que beber.

Así, en toda vida humana tenemos que gustar de una serie de acontecimientos tristes y gozosos que van tejiendo la urdimbre de nuestro existir y nos dejan el poso del vino reposado, dulce y noble o el poso de una amargura vivida. Los dos van a darle cuerpo y aroma a ese vino irrepetible de nuestro vivir.

Solemos ser buenos para el tiempo de alegría y bonanza, pero generalmente no sabemos o nos cuesta mucho comportarnos a la altura de las circunstancias cuando llega el tiempo de la prueba, el tiempo del dolor o del sacrificio. Y en el fondo es una cosa natural, pues el hombre fue hecho para la felicidad, para el amor, para la plenitud. Así fuimos creados, pero el mal se interpuso entre Dios y el hombre y nos llenó de malas inclinaciones y así supimos del dolor. Por eso en nuestro peregrinar por la tierra sabemos que tenemos que amalgamar alegrías y dolores, salud y enfermedad, contrariedades y dichas, éxitos y fracasos, todo como un buen vino añejado por el tiempo para darle de beber a los demás.

Un alma que no atesora, que pasa por la vida con la vaciedad de la inmadurez y del egoísmo, nunca podrá ser la fuente donde otras almas necesitadas y sedientas puedan apagar su sed.


Pero...cuando el vino se hace agrio...

Como tantas cosas en la vida encontramos que hay una contraparte o lo que pudiera ser "la otra cara de la moneda". Pues bien, no siempre el buen vino se mejora haciéndose añejo, también el vino bueno se echa a perder, se vuelve agrio... Según vamos avanzando en edad pudiera ser que algunas de las virtudes o las bondades de carácter que poseíamos se van debilitando y por el contrario los defectos casi incipientes que aparecían en nuestra personalidad van creciendo como la mala hierba.

Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando fríos, indiferentes, egoístas, necios, resentidos, malhumorados,... en una palabra: agrios.

Pasaron los años y aquel gracejo, aquel buen humor, aquella sonrisa fácil, aquella ternura ... se fueron apagando hasta que solo de vez en cuando surgen algunos destellos de todo aquel caudal que hacía que nuestro vino fuese agradable de paladear por su sabor dulce y fresco.

¿Por qué somos así? ¿Por qué dejamos que la rutina y la falta de entusiasmo nos atrape hasta irnos despojando de todo lo que nos hacía ser gratos como personas y compañeros? En el matrimonio, hermanos, hijos, padres, nietos y amistades.

Nuestro vino hemos de servirlo cuando está fresco o cuando se añejó por los años y la experiencia. El ánfora de nuestra alma está llena de ese vino, sirvámosle antes de que se haga agrio. Porque no solo se sirven vinos añejos cuando han pasado los años, también hay vinos que saben a jóvenes, frescos y dulces. Los que están en los albores de la vida también han de cuidar que este vino no pierda su calidad y se torne insípido, ese vino con el que brindan con sus padres, sus hermanos o amigos puede volverse agrio ¡cuidado!.

Según pasan los años el caudal de nuestra existencia se torna más rico, no lo guardemos para nosotros solos, seamos generosos. Siempre encontraremos el momento preciso para dar de ese vino, que se fue añejando, pero que siempre tendrá un sabor nuevo y fresco para el que lo beba. Misión importante para los que hemos acumulado años. Si sentimos que nuestro vino ya se añejó es porque es la hora de brindar con nuestros seres queridos y amigos, es la hora de salir en el atardecer dorado, al camino para ofrecer al joven caminante un vaso de ese vino.

El vino requiere de ciertos cuidados para estar en optimas condiciones: reposo, temperatura, etcétera y así, nosotros, debemos cuidar con esmero nuestras actitudes y trato para los demás y muy especialmente para los seres que amamos y que nos rodean. Porque también es cierto que algunos dan el buen vino a los de afuera y dejan el de menor calidad y a veces el ya muy agrio, para los de la casa.

No dejemos que nuestro vino se torne agrio, renovémosle cada día.

Hoy podemos pensar qué calidad de vino estamos ofreciendo a aquellos con los que convivimos. ¿Tiene aromas de recuerdos, tiene color y calor de ternura y comprensión, tiene fuerza y energía para consolar y guiar a quién lo necesite?¿Cumple en fin, su verdadera misión, dar grato sabor a los que nos aman, conocen y tratan?.

Todo, todo nuestro empeño ha de ser día con día, ofrecer el mejor vino de nuestra existencia y nunca dejar que ese vino bueno se llegue a agriar.

Nota seleccionada para el  blog del Padre Fabián Barrera

15:35
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Acabo de inscribirme en él y consiste en lo siguiente:

El certificado en Gestión Pastoral es un programa de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra que se inicia en el curso académico 1015-16 y tiene una duración de dos años. Los destinatarios son los alumnos sacerdotes de la Licenciatura y todos aquellos interesados en cursar únicamente el programa.

Las clases tendrán lugar todos los martes por la mañana a lo largo de dos cursos académicos.

La evaluación de cada módulo se hará siguiendo los criterios que establezca el profeosr (ensayos, realización de proyectos, asistencia y participación, etc.)

El dicrector del Programa es el Director de Estudios de la Facultad de Teología, D. Juan Antonio Gil Tamayo.

Módulo I: Pedagogía de la fe: -Catequesis y enseñanza religiosa: principios y medios. -Didáctica de la fe: claves para la enseñanza del dogma, la historia, la moral, la liturgia y la vida espiritual. -Psicología y educación: programación, motivación, pedagogía religiosa evolutiva.

Módulo II: Gestión de la parroquia y del tiempo: -Gestión material de la parroquia. -Optimización del tiempo: trabajo y descanso. -Dirección de personas, equipos y consejos. -Proyectos parroquiales y desarrollo. -Prevención y gestión del riesgo.

Módulo III: Pastoral de la enfermedad: -Bases antropológicas de las ciencias de la salud. -Pastoral terapéutica. -Pastoral psiquiátrica. -Pastoral del enfermo en fase terminal y agonizante. -La muerte, final de la vida humana.

Módulo IV: Comunicación y pastoral: -Predicación, comunicación de la Palabra y género homilético. -Debates controvertidos y comunicación de crisis. -Medios, mensajes y públicos. -La comunicación en la red.

Módulo V: Iglesia, fe y mundo contemporáneo: -Comunicación y conflicto en el matrimonio. El Islam y occidente. Cuestiones éticas de la empresa. Arte sacro y conservación del patrimonio. Demografía y familia en Europa. La santa Sede en el concierto de las naciones. Música sacra y sensibilidad contemporánea. La libertad de educación como derecho fundamental. Economía de mercado y justicia social.

Espero aprender mucho para mejorar lo que pueda mi gestión parroquial. Ilusión no me falta. Confío en que el profesorado sea, al menos, tan benévolo como yo traté de serlo con mis alumnos y que no sufra gastritis, como les ocurría a alguno de ellos, a la hora de ser evaluado.

14:07

verde homiHomilía para el Domingo XXII durante el año B

En el Evangelio, Jesús se manifiesta como una persona totalmente libre. No es el hombre de una familia o de una determinada ciudad. No es el hombre de una secta religiosa y no pertenece a ninguna categoría de maestros o rabinos. En realidad no pertenece a ninguno. Es libre en la elección de sus amigos, y en tales elecciones no está condicionado por ninguna convención religiosa o social. Es libre también en las relaciones con las autoridades civiles o religiosas y en la enseñanza al pueblo.

Jesús era muy respetuoso de la Ley dada por Dios a Moisés. No había venido a abolir esta ley, sino a llevarla a su cumplimiento. Como cada hebreo piadoso de su tiempo, debía recitar cada día el Shema Israel, (Escucha Israel) del que tenemos una versión en la primera lectura de la Misa de hoy. Esta ley era una de las expresiones del amor de Dios hacia su Pueblo que había elegido y quería guiar. La memoria y el respeto de esta Ley era el recuerdo del amor de Dios. Contra lo que Jesús luchó tenazmente es contra la utilización de la Ley de Dios por parte de ciertos hombres para esclavizar a otros hombres, mientras esta tenía como fin conducir a los hombres a practicar el amor, sea a Dios como en la relación entre ellos.

En el Evangelio de hoy, hay palabras durísimas contra los Fariseos. Jesús no les reprocha preocuparse por las Escrituras y la Ley. Les reprocha una sola cosa: su hipocresía; y revela las raíces y las consecuencias de esta hipocresía. Hipócritas son aquellos cuyas conductas y palabras no expresan los pensamientos que tienen en el corazón. Lo que no supone un puritanismo, es decir, en el corazón uno puede saber y querer amar al prójimo, reconociendo que es un precepto principal del Evangelio, pero tal vez en la conducta quede mucho por hacer. Para hablar del bien no podemos esperar ser perfectos, sino nadie podría enseñar absolutamente nada. Ahora bien, el hipócrita, siguiendo con el ejemplo es el que en el corazón dice: el prójimo no me interesa y me da igual como lo trato, y por lo demás se pasa el día diciendo que hay que tratar bien a todo el mundo (distinto le que se esfuerza, pero por carácter o debilidad, después trata no tan bien como querría). La hipocresía es falta de simplicidad y pureza de corazón. Por eso Jesús los llama “ciegos”. Hay un nexo muy estrecho entre hipocresía y ceguera, porque el hipócrita, queriendo engañar a los otros, termina engañándose a sí mismo.

La hipocresía no es solamente mentira. El hipócrita engaña a los otros para ganarse su estima, con gestos y palabras que no corresponden a una intención simple. Y porque la simplicidad o pureza de corazón es la virtud fundamental del cristiano, el Evangelio nos enseña que el más grande obstáculo sobre el camino que Dios quiere para nosotros es precisamente la hipocresía.

Jesús hablaba a los Fariseos, pero su mensaje vale para todos nosotros. Debemos aprender a vivir sin llevar máscaras, lo que no significa mostrar impúdicamente todas las miserias. Cuando queremos preservar una cierta imagen de nosotros mismos, nos volvemos inquietos y temerosos, y somos esclavos de esta imagen. Un autor, Lewis, dice que si a uno le pica una parte del cuerpo, se rasca, pero no le hace un monumento a la picazón.

Esta enseñanza de Jesús sobre la pureza del corazón está dirigido a todo cristiano. La pureza de corazón es simplemente lo opuesto a la doblez de corazón, así la persona que tiene el corazón puro es aquella que tiene un solo corazón y que expresa verdaderamente a través de sus acciones lo que tiene en el corazón, aunque con errores y pecados.

Según el Discurso de las Bienaventuranzas es esta una condición para ver a Dios: “Felices los puros de corazón, pues ellos verán a Dios”.

Dice Veda el Venerable, Evang. Marc., 2, 7, 1: «… Es necesaria la enseñanza de la verdad, según la cual aquellos que desean tener parte en el pan de la vida que desciende del cielo, deben purificar sus obras con el frecuente baño de las limosnas, de las lágrimas y de los otros frutos de la justicia, para poder participar en los misterios celestiales en pureza de corazón y de cuerpo. Es necesario que las impurezas, de las que cada uno se mancha en el ocuparse de los asuntos terrenos, sean purificadas por la sucesiva presencia de los buenos pensamientos y de las buenas acciones, si alguien desea gozar del íntimo refresco de aquel pan. Pero los fariseos que acogían carnalmente las palabras espirituales de los profetas –los cuales ordenaban la purificación del corazón y de las obras diciendo: “Lávense, sean puros, y purifíquense (Is. 1, 16) ustedes que llevan los vasos del Señor” (Is. 52, 11)- observaban tales preceptos solamente purificando el cuerpo. Pero en vano los fariseos, en vano los judíos todos se lavaban las manos y se purificaban volviendo del mercado, si rechazan lavarse en las fuentes del Salvador. En vano observaban las purificaciones de los vasos aquellos que descuidaban lavar la inmundicia de sus corazones y de sus cuerpos, cuando es fuera de duda que Moisés y los profetas –los cuales ordenaron lavar con agua los vasos del pueblo de Dios, purificarlos con el fuego, y santificarlos con el óleo- no establecieron tales prescripciones por un motivo genérico o para obtener la purificación de estos objetos materiales, sino más bien para mandarnos la purificación y la santificación de los espíritus y de las obras y la salvación de las almas

Que María Santísima purifique nuestro corazón para que tengamos las ideas y los deseos claros y que poco a poco nos ayude el Señor y los hermanos a ir achicando la distancia entre lo que queremos y lo que hacemos, para que el Señor nos libre de merecer el duro reproche de Jesús: ¡Hipócritas!


Usando el método patrístico, san Juan de Ávila ve en el pequeño David a nuestro Señor Jesucristo, y en Goliat al pecado, al demonio, que es vencido por la sencillez del Señor en su carne humana.

Nosotros somos librados del pecado por el combate de Cristo, en el cual Él sale vencedor. Dios adiestró las manos de Jesús para el combate, sus dedos para la pelea (cf. Sal 143).

Nada parecía suponer la victoria. Incluso Goliat se burla del pequeño David y se siente ofendido. Pero será el verdadero David, Jesucristo, quien venza.


Oremos y contemplemos.

Cristo nuevo David frente a Goliat

            [Jesucristo] tomando las armas de nuestra bajeza, vistiéndose de carne humana, que, aunque limpia de todo pecado, fue semejante a la carne de pecado (Rm 8,3), pues estuvo sujeta a los sufrimientos y a la muerte que metió el pecado en el mundo.

            Y con estos sufrimientos y la muerte, que tomó sobre sí sin estar obligado, venció y destruyó nuestros pecados, destruidos los cuales, se destruyen los sufrimientos y la muerte, que entraron por ellos; como si uno pegase fuego al tronco de un árbol con las mismas ramas del árbol, y así quemase el tronco y las ramas.


             ¡Cuán engrandecida es, Señor, tu gloria!

            Y ¡con cuánta razón te debemos cantar y alabar mejor que al otro David, pues sales al campo contra Goliat, que ponía en aprieto al pueblo de Dios, sin que hubiera quien lo pudiese vencer, ni siquiera se atreviese a pelear con él en desafío! (cf. 1S 17).

            Pero tú, Señor, nuestro rey y nuestra honra, disimulando las armas de tu omnipotencia y tu vida divina, que en cuanto Dios tienes, peleaste con él; tomando en tus manos el báculo de tu cruz, y en tu santísimo cuerpo cinco piedras, que son las cinco llagas, lo venciste y lo mataste.

            Y aunque fueron cinco las piedras, una sola bastaba para la victoria, porque, aunque pasaras menos de lo que pasaste, había merecimientos en ti para redimirnos.

            Pero tú, Señor, quisiste que tu redención fuese copiosa (cf. Sal 129,7) y que sobrase, para que así fuesen confortados los débiles y encendidos los tibios, viendo el excesivo amor con que padeciste y mataste nuestros pecados, figurados por Goliat, a quien mató David, no con la espada propia, que él llevaría, sino con la misma que tenía el gigante; por lo cual la victoria fue más gloriosa, y el enemigo más deshonrado.

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