El condenado al infierno se siente como un naufrago. No importa cuan espacioso sea el lugar de condenación, en realidad no es un lugar, sino un estado. Pero por espacioso que sea, se siente como arrojado a un lugar cerrado, como fuera de su lugar natural. Su alma siente ansiará la luz y belleza del Amor Infinito.
Pero el naufrago puede dedicarse a otros amores menores. Lo mismo que un ser humano sin Dios aquí en la tierra puede dedicarse al arte, al estudio de la Historia, a pasear, a charlar, también el condenado puede emplear su tiempo en algo.
Él está encadenado al infierno, pero sus potencias intelectuales no están encadenadas. Tiene intacta su capacidad para la vida social, para el diálogo. En muchos momentos, la tristeza le debe vencer. Pero en otros se sobrepone y trata de llenar su tiempo.
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