Es por eso que considero que la proporción ideal considero que es de un obispo por cada ciento cincuenta presbíteros. Si un obispo tiene, por ejemplo, trescientos sacerdotes en su diócesis, resulta recomendable que instituya tres vicarios episcopales con el encargo de que cada uno de esos vicarios sea un verdadero pater sacerdotum. Después, el obispo hará lo que pueda –es decir, recibirá a todos los que quieran hablar con él– pero con la tranquilidad de que lo esencial está cubierto.
Eso requiere que un vicario episcopal sea escogido con características personales que le capaciten para ejercer esa función que casi calificaría de “excelsa”. Habría que poner a un ángel para atender a los padres de las almas, a los apóstoles de los pueblos.
La mayor parte de los problemas diocesanos, en todas partes del mundo, suelen provenir de que hay sacerdotes de los que se suponía que se encargaba el obispo auxiliar o el vicario general o el vicario episcopal o el arcipreste. Y, al final, los unos por los otros, cuando se descubre que un sacerdote hace mucho que está aislado ya es demasiado tarde. Resulta necesario que cada sacerdote tenga a alguien que se ocupe de él paternalmente, sin entrar en cuestiones en el fuero interno, salvo que el interesado se lo permita.
Sobre todo, este problema se agudiza cuando un arzobispo tiene bajo sí, por ejemplo, a seiscientos sacerdotes. Sobre todo, las grandes archidiócesis de millones de habitantes deben ser muy vigilantes con esta cuestión. Cada iglesia particular debe ser como una familia. Y todos sus integrantes deberían sentirse amados de esa manera. Y hay que comenzar por los sacerdotes.
La figura del "padre de los sacerdotes", una figura intermedia entre el obispo y el presbítero, es una figura tan importante que hay que usar todos los medios para encontrarla en cada diócesis.Y, en cada diócesis, siempre hay varios sacerdotes que pueden ejercer esa función. Nunca, nunca, nunca debe haber un sacerdote que se sienta solo y abandonado. Hay que analizar cada situación y buscar remedios con todas las fuerzas.

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