En el libro del Génesis podemos leer que el último día de la creación, “varón y mujer los creó” (1: 26-28). “Él creó”, que en este caso significa, en todo su alcance, que Dios los dio el uno al otro, mutuamente. Donó al hombre la feminidad de la mujer, que es de su especie; le donó una compañera y un apoyo semejante”, y luego donó el varón a la mujer. De modo que desde el comienzo mismo, el hombre fue dado a otro hombre por Dios. Si leemos atentamente el texto del Génesis, hallaremos en él, desde el comienzo mismo, el dar, el donar.
El varón, en tanto hombre, se siente solo en medio de las creaturas que no son de su especie, y como tal se ve colocado frente a un ser que le es semejante. En la mujer que recibe de Dios encuentra una compañera y un apoyo semejante a sí mismo (Gn 2:18). Debemos entender este término compañera y apoyo en su significado más esencial. La mujer es dada al hombre a fin de que este pueda entenderse a sí mismo y, recíprocamente, el hombre es dado a la mujer para aquel mismo fin. Ellos deben reafirmar mutuamente la humanidad del otro, impresionados por su dual riqueza. Al contemplar por primera vez a la mujer creada, seguramente el varón habrá pensado: “Dios te dio a mí”. Lo dijo, aunque con otras palabras —pero lo dijo (Gn 2:23).

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