(549) Silencio: se apostata

–Muchas veces si se habla, es peor: en algunos, al menos, causa escándalo y desmoralización.

–La apostasía es lo que más desmoraliza y escandaliza.

Se dan las batallas por perdidas sin combatirlas con la espada de la Palabra divina

/Disminuye aún más la Misa dominical. Silencio: la Iglesia no es sargento que manda, sino madre que ofrece. /Anticoncepción generalizada. Silencio: es un progreso irrenunciable. /Adúlteros comulgan. Silencio: vale más la misericordia que la justicia. /Impudor al límite. Silencio: la moda es imparable, relativa e insignificante. /Culto al sexo y a la riqueza. Silencio: aspectos positivos de liberación y desarrollo. /No hay vocaciones. Silencio: es providencial; así crece el laicado. /Abundan las herejías. Silencio: «oportet hæreses esse»; tolerancia, pluralismo y respeto. /Aumenta la apostasía. Silencio: la Iglesia durante siglos valoró demasiado su volumen numérico. /No pocas Iglesias locales han de cerrar y secularizar sus templos. Silencio: Había demasiados. Etcétera.

Carta de Santa Catalina de Siena «a un gran Prelado»

Carta 18, año 1378 (José Salvador y Conde, O. P., Epistolario de Santa Catalina de Siena. Espíritu y doctrina. Edit. San Esteban, vol. I, Salamanca 1982, pgs. 259-262, fragmentos.)

«En nombre de Jesucristo crucificado y de la dulce María.

«Reverendo y carísimo padre en Cristo Jesús. Yo, Catalina, sierva y esclava de los siervos de Cristo crucificado, os escribo en su preciosa sangre con deseo de veros con hambre de la comida de las criaturas por honor a Dios, aprendiendo de la primera y dulce Verdad, que murió del hambre y sed que tuvo de nuestra salvación. … En él era mayor la cruz del deseo que la del cuerpo…

«Esto desea mi alma: veros morir de santo y verdadero deseo, esto es, que por el afecto y amor que tenéis a Dios, salud de las almas y exaltación de la Iglesia, quiero ver crecer en vos tal hambre que muráis de ella; que como el Hijo de Dios murió de hambre, así permanezcáis muerto a todo amor a vos mismo, y que vuestra voluntad y apetito permanezcan muertos a toda pasión sensitiva, a las posiciones y delicias del mundo, al placer del siglo y a todas sus vanidades…

«Entonces vuestro corazón y afecto no podrá mantenerse sin sufrir de amor, no podrá vivir con amor propio, ni se buscará a sí mismo por sí, por propia utilidad, sino por honor a Dios; y al prójimo no lo buscará por sí mismo, por propia utilidad, sino que lo amará y deseará su salvación para alabanza y gloria del nombre de Dios… Verdaderamente, padre, esos [siervos de Dios] han puesto su vida fuera de sí mismos. No quieren sino penas, suplicios, tormentos y villanías. Desprecian todos los tormentos del mundo. Tan grandes son su cruz y sufrimientos al ver las ofensas y vituperios a Dios y la condenación de las criaturas, que olvidan sentir su propia vida… Recuerdan al dulce y enamorado Pablo que se gloriaba en las tribulaciones por amor a Cristo crucificado [2Cor 12,9]. Quiero, por tanto, y os ruego que sigáis a este dulce abanderado.

«¡Ay, ay, desgraciada alma mía! Abrid los ojos y mirad la muerte perversa que ha llegado al mundo y de modo especial al cuerpo de la santa Iglesia. ¡Ay! Reviente vuestro corazón y vuestra alma al ver tantas ofensas a Dios. Ved, padre, que el lobo infernal no soporta a las criaturas, a las ovejas que se apacientan en el jardín de la Iglesia, y que no se encuentra nadie que se mueva para arrancárselas de la boca. Los pastores duermen en el amor a sí mismos, en codicia y en inmundicia. Tan embriagados se hallan de soberbia que duermen y nada sienten al ver al lobo infernal que les quita la vida de la gracia y hasta la de sus súbditos. No se preocupan. Todo proviene de la perversidad del amor propio. ¡Qué peligroso es en los prelados y en los súbditos! Si el prelado tiene amor propio, no corrige los defectos de los súbditos porque se ama a sí por sí y cae en temor servil. De ahí que no reprenda. Si se amase a sí por Dios, no temería servilmente, sino que con audacia y valiente corazón reprendería los defectos y no callaría ni haría la vista gorda.

«Quiero que no tengáis ese amor propio, carísimo padre… ¡Ay, no calléis más! Gritad con cien mil lenguas. Veo que el mundo está perdido por callar; la esposa de Cristo descolorida. Ha perdido la sangre de la cabeza, es decir, le han sacado la sangre de Cristo, sangre dada graciosamente y no por deber. Se la roban con la soberbia, quitando a Dios el honor que a El se debe dar y se lo dan a sí mismos. La roban por la simonía, vendiendo los dones y beneficios dados gratuitamente por la gracia con el precio de la sangre del hijo de Dios.

«¡Ay! Yo muero y no puedo morir. No durmáis en la negligencia. Haced al presente lo que podáis; creo que llegará el momento en que podáis hacer más. Ahora, en el tiempo presente, os invito a alejar de vuestra alma todo amor propio y a vestirla del hambre y de la verdadera virtud por el honor de Dios y por la salvación de las almas. Confortaos en Jesús, dulce amor, ya que todos veremos aparecer las flores. Procurad que el estandarte de la cruz se levante pronto y no desmayen vuestro corazón y afecto por ninguna contradicción que veáis aparecer, sino animaos pensando que Cristo crucificado será quien haga y cumpla los dolorosos deseos de los siervos de Dios. Sumergíos en la sangre de Cristo crucificado. Poneos en cruz con El. Escondeos en sus llagas. Bañaos en su sangre. Perdonad, padre, mi atrevimiento. Jesús dulce, Jesús amor».

Post post 1.- Santa Catalina (1347-1380), penúltima de 24 hermanos, terciaria dominica, hoy Doctora de la Iglesia, fue analfabeta hasta octubre de 1377. Así lo refiere ella escribiendo de su puño y letra a su director espiritual, el Beato Raimundo de Capua (1330-1399): cómo el Señor, por pura bondad, le había enseñado a escribir (Carta 272, Epistolario, vol. II, pg. 951).

Post post 2.- En el “Quiénes somos” de InfoCatólica se dice que nacimos el 29 abril de 2009, día de Sta. Catalina de Siena. A su intercesión encomendamos siempre nuestro trabajo infocatólico por la gloria de Dios y la salvación temporal y eterna de los hombres. Santa Catalina, ruega por nosotros: ilumina, conforta y purifica nuestra labor al servicio de la Santa Iglesia una, santa, católica, apostólica y romana.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

22:30

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