Un cadáver, una tertulia, un colegio mayor



Debo reconocer que el viaje a mi seminario, después de un cuarto de siglo de estar allí, fue muy emotivo, pero casi se convierte en el último viaje de mi vida. La primera visita que hago y casi la última, la última del todo.

¿Qué pasó? O mejor dicho, ¿qué pasó en la noche del 2 al 3 de octubre en el Colegio Belagüa?

Retrocedamos un poco en el tiempo. Desde hace más de un decenio tengo la costumbre de darme un baño de pies antes de acostarme. Debo decir que mis pies no huelen. A mucha gente le huelen los pies. A mí, después de todo un día, apenas me huelen los pies. Ahora bien, me gusta meterme entre las sábanas con los pies limpios y fresquitos. Es una de esas manías que se meten con la edad. A mí me ha dado por ahí, conozco manías en gente de mi edad mucho más estrambóticas.

Pero esa noche, tal costumbre estaba a punto de costarme la vida y yo no lo sabía.

Justo en la medianoche, me siento en una pequeña silla redonda, sin respaldo, metálica, y coloco mis pies en el bidé. Me enjabono mis pies, mis dedos redondeados y sonrosados, los lavo con agua, y me inclino a coger la toalla que tenía a mi lado en el suelo.

No sabía que esa silla era plegable. Podías inclinarte en cualquier dirección, menos en la dirección en la que se plegaba. Lo hice y en un segundo el asiento basculó del todo. Me di un trompazo que ahora me hace gracia, pero que hubiera podido convertirse en la causa de que no escribiera mi libro sobre el infierno. Iba a ser ese libro mi herencia, mi obra definitiva sobre el tema. Esa silla se interpuso en mi camino.

Os aseguro que de haber caído con otro ángulo me hubiera roto el coxis. Tres días después sigo teniendo grandes dolores al sentarme y debo hacerlo con lentitud. Pero lo peor es que caí de lado golpeándome la cabeza con el radiador del aseo. Me golpeé muy fuertemente a cuatro centímetros de la sien. Fue, de verdad, un golpe muy violento en el hueso del pómulo.

Me apresuraré a escribir ese libro que tengo en mente. O, por lo menos, a revisar algunos ya escritos. No era esa la muerte digna y épica que tenía en mente. Pero esto me ha abierto los ojos: por lo menos tengo que corregir las erratas de algunas obras mías.


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09:13

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