–To be, or not to be….
–Datisdecuestion.
Ante todo un gran abrazo
a blogueros y colaboradores escribientes, y a los lectores y comentaristas de InfoCatólica. ¡Y a los donantes, que hacen posible nuestra perduración! Un abrazo de agradecimiento y afecto tanto a los que confeccionan InfoCatólica como a los que la consumen asiduamente. Unos y otros han de estar en ella como en su casa. Añadid a estas gratitudes concisas todo lo bueno que se os ocurra. Yo no me alargo… para no alargarme.
Nueve años de InfoCatólica
Ya llevamos 9 años en este diario digital católico publicando miles de noticias, posts, artículos y comentarios. El equipo central somos los mismos que comenzamos en mayo de 2009. Es una prueba de nuestra gran virtud que llevemos tantos años aguantándonos unos a otros. Pero gracias a Dios así somos. Hay entre nosotros diferencias, como no puede ser menos, pues estamos tomando decisiones prudenciales a cada rato. Pero las coincidencias fundamentales son tales que nos mantienen unidos en esta obra buena, apostólica y santificante. Demos gracias a Dios. «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Los años primeros de InfoCatólica, con Benedicto XVI, fueron más tranquilos en el campo mediático. Pero los actuales están siendo muy complejos y agitados. Esto ha ido produciendo –como es lógico– cambios considerables en la fisonomía de InfoCatólica. El intento que pretendemos sigue siendo el mismo de siempre: procurar con la gracia divina la gloria de Dios y el bien espiritual de nuestros lectores, afirmando la verdad y negando los errores. Pero en su diario cumplimiento no puede emplear InfoCatólica los mismos modos usuales en 2009, porque trata de ajustarse a las nuevas necesidades que van surgiendo. Agravándose ciertas situaciones en la Iglesia, se hace preciso que InfoCatólica las considere en modos a veces agravados, por decirlo de alguna manera. Y sobre el fondo y la forma de nuestro portal hago las observaciones que siguen.
* * *
–Elegancia sí, groserías no
Una cosa buena y necesaria es que libremos «los buenos combates de la fe» (1Tim 6,12), uniéndonos a algunos –pocos– Cardenales, Obispos, teólogos y laicos, especialmente fidedignos–, empeñados en guardar las verdades católicas frente a textos o acciones que parecen contrariarlas, y que ocasionan confusiones, errores e incluso sacrilegios.
Y otra cosa es que InfoCatólica se rebaje a veces a sí misma con palabras y argumentaciones groseras. –«Gran cabreo de»… –N.N. «arremete contra»… –«una vez más, miente»… Son expresiones que podrían pasar en un blog privado, pero que no debe el bloguero o el comentarista permitírselas cuando se integra en un medio colectivo, decidido a guardar siempre su dignidad en un nivel alto de calidad. Los términos chabacanos que a veces nos permitimos perjudican a InfoCatólica: van contra ella.
Nos equivocamos cuando pensamos que cuanto más duras sean las palabras empleadas, con más fuerza actúan los argumentos. Es justamente lo contrario: en principio, los argumentos se devalúan más y más cuanto mayores sean las «barbaridades» que se digan para alegarlos.
Estos malos excesos no se dan con frecuencia en nuestros blogs, gracias a Dios. Pero debemos reconocer que en el último tiempo se nota en nuestro diario digital un cierto relajo permisivo tanto en algunos blogs, como sobre todo en no pocos comentarios que se dejan pasar. Es necesario que cuantos escribimos en InfoCatólica nos auto-controlemos en esta materia. El equipo central de InfoCatólica no alcanza para revisar todo lo que se va publicando día tras día en tantos textos y comentarios, en Noticias, 30 Blogs, Opinión, etc.
Es un dato muy bueno que cuando hemos pedido a un autor que modifique o retire un post, normalmente lo ha aceptado de buen grado –«se me lanzó el caballo», como dicen en Chile–, lo que es muy de agradecer. Normalmente el aviso no se ha producido «de oficio», sino alertados por alguna queja recibida.
Este cuidado ha de ser muy especialmente guardado al tratar del Papa. También cuando actúe de forma cuestionable, y quizá especialmente en esos casos. Siempre debemos mantener el respeto debido al Papa por razón de la dignidad y del ministerio que Dios le ha encomendado, al margen de sus posibles carencias y fragilidades humanas. De otro modo, pasará este Papa y vendrá otro y otros, pero se habrá perdido en el pueblo cristiano el respeto debido al Romano Pontífice, «que por institución divina sucede a San Pedro en el primado sobre la Iglesia universal» (Vat. II, Orientalium Ecclesiarum 3).
Últimamente, sin embargo, se han colado ciertas acometidas contra él que son inadmisibles. Se entiende: inadmisibles en InfoCatólica. Habituales en otros medios católicos ortodoxos, de acuerdo. Pero guardemos la norma del Apóstol: «cada uno ande según el Señor le dio y según le llamó» (1Cor 7,17). InfoCatólica debe ser fiel al don de Dios y a la vocación que de Él ha recibido.
–Comentarios, quæstio difficilis
Cada bloguero, como es obvio, debe responsabilizarse de los comentarios que admite publicar en su post. No debe admitir que su blog sea vea invadido por comentarios inadmisibles. Y si en algún caso admite lo inadmisible, habrá de ser para aplicarle inmediatamente la respuesta contundente que merece; y no para dejarlo estar impunemente. Ya sabemos que los lectores distinguen entre lo que dice el bloguero –o InfoCatólica en las noticias o en Opinión– y lo que escriben los comentaristas. Pero debemos reconocer que el amontonamiento excesivo de comentarios malos, agresivos, groseros o inútiles, oscurecen la fisonomía de InfoCatólica, y constituyen un lastre maligno que debe disminuir.
En algunos casos, incluso, convendrá dejar los comentarios cerrados en noticias o en blogs, cuando se prevé que el texto concreto –aunque sea bueno en sí mismo– va a desencadenar un ametrallamiento brutal (pim-pam-pum) contra una persona, obra o institución. En esto creo que hemos mejorado últimamente, sobre todo en Noticias. Hemos colocado con más frecuencia el aviso «no admite comentarios». Si en tales casos –graves, complejos, insuficientemente conocidos–, InfoCatólica dejara abierta la puerta a los comentarios, procedería inmoralmente, porque equivaldría a pedir a los lectores que opinen públicamente sobre lo que no saben. Y previsiblemente en formas demasiado agresivas.
En este campo de los comentarios creo que se cruzan las líneas rojas con demasiada frecuencia. Como si InfoCatólica fuera un tablero de corcho en el que cualquiera que pase pueda pinchar un texto con las mayores burradas –algunas hay realmente increíbles: prefiero no citar ejemplos reales–, sin que nadie las advierta y censure. Como si aceptáramos la «libertad de expresión» tal como la concibe la Constitución Española de 1978: «El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa» (Art. 20,2). Tengamos sentido común: Si en una asamblea de personas decentes –un club cultural católico, un salón universitario o parroquial, una sala de conferencias con tertulias, etc.– entra un burro y suelta un rebuzno, es seguro que inmediatamente lo sacarán fuera.
Tenemos en número excesivo de comentarios inútiles: «ALEX-zeta: Tiene razón MCarmen». Otros apocalípticos, carentes de nous, reducidos al insulto: «Para mí que es masón». Se admiten a veces otros comentarios larguísimos, en una o más entregas, casi tan largos como el artículo precedente –que además «no lo comentan», porque ellos van a su bola–. La Sala de Comentarios puede ser un digno lugar de encuentro y diálogo o puede degradarse a la condición de tugurio. Depende del moderador.
–Concilio Vaticano II
InfoCatólica, desde el principio, cree y confiesa que el XXI Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II puede y debe ser entendido y aplicado según una hermenéutica de continuidad, como siempre ha hecho la Iglesia con todos sus Concilios ecuménicos, y no debe ser condenado como un inadmisible Concilio de ruptura con la tradición de la Iglesia. Somos católicos, apostólicos y romanos. Y aunque, por supuesto, el Vaticano II entre sus 600 o 700 páginas tenga aspectos, especialmente los prudenciales, que pueden ser respetuosamente criticados o matizados, no podemos verlo de ningún modo como una catástrofe de dimensiones históricas. Dios no abandona nunca a su esposa, la Iglesia.
Nosotros somos, pues, tradicionales, pero no somos tradicionalistas, si por «tradicionalismo» se entiende una especie de Iglesia paralela, que tiene la verdad que le falta a la Iglesia «oficial». Los más veteranos en nuestro portal quizá recuerden mis artículos de 2011 sobre el filolefebvrismo (126-132, 164-4 y 5). La promesa de indefectibilidad fue dada por Dios a su Iglesia, no a ciertos grupos –incluida InfoCatólica–, por muy buena doctrina e intención que tengan.
–Buenismos oficialistas, que excluyen la crítica de los Pastores
Lo afirmado en el punto anterior en modo alguno significa que InfoCatólica se pliegue a un buenismo oficialista que desgraciadamente hoy es en la Iglesia predominante, al que pueden señalarse dos posibles causas principales.
1ª) La vida dentro de la Iglesia se hace sin duda más cómoda si se mantiene cuidadosamente una relación ilimitadamente obsequiosa con la Jerarquía apostólica, haga ésta o diga lo que diga o haga. Y esta condición –«adhesión inquebrantable» –es tenida muy en cuenta por quienes en la Iglesia quieren medrar, o al menos no descender por ser mártires de la verdad y el bien del Evangelio salvador. Calladitos están más tranquilos y apreciados.
2ª) En otros oficialistas incondicionales no opera esta sórdida motivación meramente egoísta y utilitaria. Ellos guardan esa extrema y falsa aquiescencia por un error doctrinal, que podría ser llamado de papolatría o en todo caso episcopolatría. Por ejemplo, ordena el Sr. Obispo usar en todas las catequesis de su Diócesis un catecismo que contiene graves herejías. Y el párroco, que es consciente de ello, manda a los catequistas que usen ese catecismo: «lo ha mandado el Sr. Obispo. Obedezcamos. El que obedece a la Autoridad legitima nunca se equivoca». Quien así piensa y obra cree ingenuamente que está ejercitando una virtud o mejor, varias virtudes –abnegación, fidelidad, fortaleza, obediencia, prudencia, etc.–
InfoCatólica estima que quienes se guían por ese criterio –sea un bloguero o un comentarista– está en un grave error. En efecto, la Iglesia siempre ha creído que la corrección fraterna (Mt 18,15-18), aunque de suyo pertenece especialmente a la autoridad de los Pastores, no excluye en modo alguno que los inferiores corrijan a los superiores en determinadas circunstancias. Hacerlo puede ser en un cristiano competente una grave obligación de conciencia; y un acto de caridad, no raras veces heroico, hacia el corregido y hacia la Iglesia.
Santo Tomás de Aquino: «El Apóstol escribe sobre los súbditos que amonestan a su Prelado, cuando [en una carta publica] escribe: “Decid a Arquipo: cumple tu ministerio” [Col 4,17]. Por otra parte, hay que saber que, cuando hubiera peligro en la fe, aun en público han de argüirlos. Por eso Pablo, que era súbdito de Pedro, por el peligro de escándalo sobre la fe, lo reprendió públicamente [Gal 2,11-14]. Y como dice la Glosa de San Agustín: “Pedro mismo dio ejemplo a los mayores en no desdeñarse en ser corregidos aun por los inferiores de haber abandonado el recto camino”» (STh II-II, 33, 4).
Esta misma enseñanza tradicional, contraria a toda forma radical de buenismo oficialista, la da la Iglesia en el Concilio Vaticano II con relativa amplitud (cuatro párrafos muy exactos) en la constitución dogmática Lumen gentium 37. Y también la establece el Código de Derecho Canónico c. 212,3.
–Esperanza
Hoy en la Iglesia son relativamente numerosos los que se ven tentados de desesperación. El que cae en ella y la consiente, peca contra la virtud teologal de la esperanza, que es fundamental con la fe y la caridad. Justifican a veces su pecado alegando los escándalos, divisiones, herejías, injusticias, omisiones inadmisibles y otras muchas miserias que, de suyo, son reales; no son fantasmas inexistentes.
En InfoCatólica debemos tener muy en cuenta esta situación. Pero la realidad es que no siempre defendemos y fomentamos la esperanza, sin la cual ofendemos al Señor, debilitamos nuestra vida espiritual y nuestra acción apostólica, y nos autorizamos a la tristeza y la amargura. A poco que nos descuidemos, se nos cuelan a veces en las noticias, en los blogs o en los artículos de opinión, textos que respecto de la Iglesia actual, aunque no lo pretenden, pueden ser para ciertos lectores inductores de la desesperación que ya les afecta. La estimulan, la justifican, la consideran incluso virtuosa. Esos textos infortunados, como es lógico, suscitan con frecuencia comentarios aun más amargados y desesperantes, que suelen elogiar con entusiasmo al bloguero o articulista: «Lo felicito. Ya era hora de que alguien tuviera el valor de…» En realidad no se requiere mucho valor para desesperar más a los ya desesperados.
En noticia, en opinión o en blog, y lo mismo en comentario, cualquier texto que sea «desesperante» no es cristiano. La fe produce la esperanza, y la exige. No son, pues, textos cristianos los afectados de desesperación y amargura, sino anti-cristianos. Dios nos libre de ellos. Y a poco que nos descuidemos, como digo, se cuelan a veces en InfoCatólica, sobre todo en los comentarios, pero también a veces en algunos blogs.
–1) Esos textos en el fondo niegan implícitamente que Cristo en la historia presente «vive y reina» realmente por los siglos de los siglos, y que por tanto no hay en la Iglesia y en el mundo un gramo más de mal que lo que Cristo Rey quiere permitir, pudiendo evitarlo, evidentemente.
–2) Niegan por eso mismo que «todas las cosas que suceden colaboran al bien de quienes aman a Dios» (Rm 8,28).
–3) Parecen ignorar también que «el tiempo es corto… que pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,29.31); y que nuestro Señor y Salvador, «por la momentánea y ligera tribulación, nos prepara inmensa e incalculable carga de gloria» eterna (2Cor 4,17). Dios Padre nos atrae a su casa, el cielo, que está a la vuelta de la esquina. Ahora atravesamos un Valle de Lágrimas, en el que el Príncipe de este mundo influye más de lo que nos imaginamos. Pero ya en este mundo Cristo prepara y anuncia «nuevos cielos y una nueva tierra» (Is 65,17-25; 2Pe 3,7.13; Ap 21,1ss), donde «Dios será todo en todas las cosas» (1Cor 15,28). Esta fe y esta esperanza nos hacen invulnerables al desaliento y a la amargura. Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (cf. Flp 3,20-21), solamente la poca fe puede explicar la amargura y la desesperanza.
–Es cierto, sin embargo, que así no podemos seguir
Junto a los bienes indecibles que hoy la Iglesia continúa poseyendo y viviendo por obra del Espíritu Santo, es innegable la abundancia de los males que actualmente la dividen, la enferman, la debilitan, la esterilizan. La gran mayoría de los bautizados vive desvinculada de la Eucaristía: no va a Misa. La mayoría también de los matrimonios profanan por la anticoncepción el sagrado vínculo conyugal. Hace ya más de medio siglo que en muchas Iglesias locales la apostasía es bastante más frecuente que la conversión a la fe. Disminuye muy acentuadamente en los cristianos el celo por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres. Por eso mismo, hace ya muchos decenios que el número de fieles que acepta de Dios la gracia de dejarlo todo para vivir en el sacerdocio ministerial o en la vida religiosa sólo para Él y a su servicio es vergonzosamente mínimo: resiste al Espíritu Santo, por falta de caridad y muchas veces porque ni oyen siquiera la llamada, por falta de oración. Ha desaparecido prácticamente el sacramento de la penitencia en muchos lugares. No se predican ni el pudor ni la castidad, y lógicamente la lujuria abunda en todas las edades. Son innumerables las herejías y los sacrilegios, sin que los Pastores apostólicos combatan eficazmente esos máximos males: por eso abundan. La secularización mundaniza a la inmensa mayoría de los cristianos. Et sic de cæteris…
–Así estamos
Entre tanto se multiplican más y más los encuentros, los congresos, los viajes, las celebraciones de cincuentenarios y centenarios, los documentos, los programas pastorales, las organizaciones para acabar con la pobreza, la pederastia, el paro, la discriminación por raza o religión, el calentamiento global, el rechazo de las emigraciones ilimitadas, el expolio de la Tierra, el consumo abusivo del agua. Sin omitir por eso los esfuerzos por reformular las doctrinas de la Iglesia, adaptar las normas morales a los cambios culturales, suavizar las relaciones intergeneracionales, renovar el lenguaje y las formas pedagógicas de la educación, investigar la posibilidad de nuevas formas de familia, establecer el Año de n.n., y al año siguiente el Año de m.m., etc.
Ésas y cincuenta iniciativas más, todas valen, 1) con tal de dar en la Iglesia una imagen de vitalidad y 2) con tal de no afrontar con realismo, con fe, esperanza y caridad, con acción, oración y penitencia, los gravísimos males señalados en el punto anterior, que perduran y crecen sin mayores resistencias en tantas Iglesias locales agonizantes.
Así estamos, y así no debemos seguir. ¿Pero cómo mantendremos la esperanza que posibilita la paz y la conversión? Veámoslo.
–Tres interpretaciones de la situación presente de la Iglesia
¿Cómo entender a la luz de la fe esta situación de la Iglesia, desconocida antes durante veinte siglos en grado y extensión semejantes?Dejando a un lado las explicaciones manifiestamente erróneas, que no responden al problema sino que lo suprimen –«esa apreciación de males es falsa y morbosa», «siempre ha habido males en todas épocas de la Iglesia», etc.–, hallamos a la luz de la Revelación divina tres posibles interpretaciones fundamentales.
1)–Es castigo de Dios. La inmensidad del pecado en la Iglesia exige de la justicia divina un castigo proporcionado. No puede el pueblo cristiano, por ejemplo, admitir con sus votos políticos, por acción o por omisión, el «derecho al aborto» o el «derecho al adulterio y al “matrimonio” homosexual», sin que reciba de Dios un castigo no solamente exigido por la justicia, sino también por la misericordia.
Todos los castigos de Dios son justamente punitivos, pero todavía más son medicinales, como lo muestra la historia de Israel y de la Iglesia. Lo sabemos desde siempre: «No rechaces la reprensión del Señor, pues él corrige a los que ama, como un padre al hijo preferido» (Prov 3,12). «Juzgados por el Señor, somos corregidos para no ser condenados junto con el mundo» (1Cor 11,32). Permite el Señor que nos veamos hundidos bajo el peso de nuestras culpas, para que tocando fondo en nuestra miseria, nos convirtamos a Él con su gracia: «Nuestros delitos y pecados pesan sobre nosotros, y por eso nos estamos consumiendo. ¿Cómo podemos vivir así?» (Ez 33,10). Sálvanos, Señor, que perecemos. «Conviértenos a ti, Señor, y nos convertiremos» (Lam 5,21).
+ Bendito sea el castigo medicinal.
2)–Es una poda del árbol de la Iglesia. «Yo soy la Vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará; y todo el que de fruto, lo podará, para que dé más fruto» /Jn 15,1). Aquella Iglesia local que no combate con fuerza y esperanza contra los enemigos del Reino –demonio, mundo y carne–, de tal modo se resiste al Espíritu Santo, que no puede, no debe quedar impune, pues ha quedado bajo el influjo del Padre de la Mentira. Si la gran mayoría de sus miembros no van a Misa –están muertos, no tienen vida (Jn 6,53)–, profanan el matrimonio, dan culto a la riqueza, admiten como inevitables leyes criminales, está determinada determinadamente a evitar el martirio, rechaza al sacramento del Orden, el de la Eucaristía, el de la Penitencia, etc. necesita una poda inmensa, que corte tantos sarmientos muertos, y que pode a otros para que den más fruto. «La maldad da muerte al malvado» (Sal 33,22). Esa poda no debe ser temida, sino deseada: pedida al Señor providente. Y ya se está produciendo.
+ Bendita sea la poda.
3)–Es el prólogo de la Parusía del Señor, de su segunda venida, del fin del mundo, que como nos ha sido revelado, vendrá precedido de una gran apostasía. Catecismo 675: «Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (Lc 18,8; Mt 24,12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (Rm 11,25) desvelará el “misterio de la iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo e que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (2Tes 2,4-12; 1Tes 5,2-3; 2Jn 7; 1Jn 2,18.22)».
Pero el anuncio de todas estas macro-miserias, que en un cierto grado ya estamos viviendo, no nos amargan ni desesperan. Por el contrario, «cuando empiece a suceder esto, erguíos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28).
+ Más bendita sea todavía la Parusía de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Las tres posibilidades son alegres en la esperanza.
–InfoCatólica. Alegres en la esperanza
InfoCatólica existe «para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37) y reprobar los errores que la falsifican. Y esa misión no la hace triste y amarga. Todo lo contrario. Libres de las tinieblas del error, el Señor nos guarda en el esplendor alegre de la verdad –y en el sentido del humor–. El mismo que nos dice «la verdad os hará libres» (8,32), nos enseña que la verdad nos guardará en la alegría.
«Alegraos siempre en el Señor. De nuevo os digo, alegraos… El Señor está próximo. Por nada os inquieteis… En todo tiempo sean presentadas a Dios vuestras oraciones, acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios guarde vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús» (cf. Flp 4,4-7). «Estad siempre alegres» (1Tes 5,16). «Vivid alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación» (Rm 12,12). «Vengo pronto. Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona» (Ap 3,12). «Sí, vengo pronto» (22,20).
Deus nos adjuvet! Et Maria, sancta Dei genetrix.
José María Iraburu, sacerdote
Publicar un comentario