La liturgia diaria meditada – Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca (Mt 4,12-17.23-25) 07/01



Jueves 07 de Enero de 2016
Misa a elección:

Feria. Blanco.
San Raimundo de Peñafort, presbítero. (ML). Blanco.

Tiempo de Navidad.

Raimundo nació en Cataluña en 1175. Docente de filosofía apenas a los veinte años, ingresó a la Orden de los Dominicos a los cuarenta y siete años. Se dedicó a la enseñanza y al estudio fundamentalmente del derecho, transformándose en un gran canonista. Fue también un gran misionero en tiempos en que se destinaban misiones a los musulmanes y judíos.

Antífona de entrada          cf. Jn 1, 1
En el principio, antes de los tiempos, la Palabra era Dios, y se dignó nacer como Salvador del mundo.

Oración colecta     
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo iluminaste todas las naciones, concede a tu pueblo reconocer la gloria de su Redentor y llegar un día a la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de san Raimundo
Dios nuestro, que diste al presbítero san Raimundo una gran misericordia para con los pecadores y los cautivos, concédenos por su intercesión que, libres de la esclavitud del pecado, realicemos con libertad de espíritu lo que te agrada. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas        
Recibe, Señor, nuestros dones en los que se realiza un admirable intercambio para que, al ofrecerte lo que nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino tenga Vida eterna.

Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso, que la eficacia de los santos misterios fortalezca constantemente nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        1Jn 3, 22—4, 6
Lectura de la primera carta de san Juan.
Hijos míos: Dios nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es este: que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Queridos míos, no crean a cualquiera que se considere inspirado: pongan a prueba su inspiración, para ver si procede de Dios, porque han aparecido en el mundo muchos falsos profetas. En esto reconocerán al que está inspirado por Dios: todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios. Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, de quien ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo. Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque Aquel que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo. Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha. Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios, no nos escucha. Y en esto distinguiremos la verdadera de la falsa inspiración.
Palabra de Dios.

Comentario
En estas cartas se habla de los “anticristos” como aquellos que alejan a la comunidad de la fe verdadera. En este párrafo, el autor señala una verdad central de nuestra fe: confesamos a Jesucristo venido en carne mortal, es decir, un ser humano como nosotros, que se hizo solidario con todas nuestras debilidades, y padeció todas las limitaciones de la vida humana. Quien niega la humanidad de Cristo va contra el Espíritu de Dios.

Sal 2, 7-8. 10-12
R. ¡Te daré las naciones como herencia!

Voy a proclamar el decreto del Señor: Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los confines de la tierra”. R.

Por eso, reyes, sean prudentes; aprendan, gobernantes de la tierra. Sirvan al Señor con temor; temblando, ríndanle homenaje. R.

Aleluya        Mt 4, 23
Aleluya. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino, sanaba todas las enfermedades de la gente. Aleluya.

Evangelio     Mt 4, 12-17. 23-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los sanaba. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Palabra del Señor.

Comentario
El evangelio de Mateo narra los inicios de Jesús en la periferia de su país. Comienza por la provincia de Galilea, que es la tierra lindante con el extranjero. A esas regiones alejadas llega Jesús a predicar el Reino de Dios, llevando luz y sanación. Su modo de obrar es una exhortación para toda la Iglesia, para que siempre tengamos la disposición de ir hacia los más alejados.

Oración introductoria
Creo en Ti Señor porque eres la Verdad misma. Espero en Ti porque eres la Misericordia infinita. Te amo, pero ayúdame a amarte más porque Tú eres el único digno de ser amado sobre todas las cosas.

Petición
Señor, cúrame, hazme ser fiel a tu amor. Concédeme ser un apóstol esforzado y fiel de tu Reino.

Meditación 

Hoy, por así decirlo, recomenzamos. El «Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz» (Mt 4,16), nos dice el profeta Isaías, citado en este Evangelio de hoy, y que nos remite al que escuchábamos en Nochebuena. Volvemos a comenzar, tenemos una nueva oportunidad. El tiempo es nuevo, la ocasión lo merece, dejemos —humildemente— que el Padre actúe en nuestra vida.

Hoy comienza el tiempo en que Dios nos da una vez más su tiempo para que lo santifiquemos, para que estemos cerca de Él y hagamos de nuestra vida un servicio de cara a los otros. La Navidad se acaba, lo hará el próximo domingo —si Dios quiere— con la fiesta del Bautismo del Señor, y con ella se da el pistoletazo de salida para el nuevo año, para el tiempo ordinario —tal y como decimos en la liturgia cristiana— para vivir in extenso el misterio de la Navidad. La Encarnación del Verbo nos ha visitado en estos días y ha sembrado en nuestros corazones, de manera infalible, su Gracia salvadora que nos encamina, nuevamente, hacia el Reino del Cielo, el Reino de Dios que Cristo vino a inaugurar entre nosotros, gracias a su acción y compromiso en el seno de nuestra humanidad.

Por esto, nos dice san León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la salvación de todos los pueblos por medio de Cristo».

Ahora es el tiempo favorable. No pensemos que Dios actuaba más antes que ahora, que era más fácil creer cerca de Jesús —físicamente, quiero decir— que ahora que no le vemos tal como es. Los sacramentos de la Iglesia y la oración comunitaria nos otorgan el perdón y la paz y la oportunidad de participar, nuevamente, en la obra de Dios en el mundo, a través de nuestro trabajo, estudio, familia, amigos, diversión o convivencia con los hermanos. ¡Que el Señor, fuente de todo don y de todo bien, nos lo haga posible!

Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos. 

Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza. 

Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos. 

Propósito
Conocer, para vivir, las exhortaciones de mi obispo para la celebración del Año de la Fe.

Diálogo con Cristo
Jesús, quiero tener esa disponibilidad que tuviste siempre para con los demás. Abre mis ojos y mi corazón a las necesidades de quienes están más cerca. Quiero saber salir de mí mismo, de mi comodidad, para ser un auténtico misionero de tu amor en tu Iglesia. Que mi única ilusión sea la de poder gastar, minuto a minuto, la vida que me has ha dado, siguiendo fielmente las indicaciones de tus Pastores.

17:08

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