Estaba en plena construcción la catedral de Londres. Los canteros tallaban los sillares que habían de elevarse hasta rematar la gran fábrica. Un observador que recorría las obras se dirigió a un cantero y le preguntó:
– ¿Y usted, que hace aquí?.
– ¿Yo?. Trabajar de sol a sol en una labor agotadora.
Siguió adelante, se dirigió a un segundo obrero y le preguntó igualmente:
– ¿Tu que haces?.
-Trabajar para ganar lo necesario para el sustento de mi mujer y mis cuatro hijos.
Prosiguiendo su recorrido, hizo la misma pregunta a un tercero. Este, interrumpiendo su labor, le dirigió una mirada franca, noblemente orgullosa y le respondió:
– ¿Yo?… Yo construyo la catedral de Londres.
Prosiguiendo su recorrido, hizo la misma pregunta a un tercero. Este, interrumpiendo su labor, le dirigió una mirada franca, noblemente orgullosa y le respondió:
– ¿Yo?… Yo construyo la catedral de Londres.
Según la visión que uno tenga de su trabajo, así será la actitud que adopte ante el mismo.
El trabajo es el medio que nos permite colaborar con Dios Padre en la Creación; con Dios-Hijo en la obra de la Redención y con Dios-Espíritu Santo en la santificación del mundo.
Gran parte de los dones de Dios al hombre circulan sobre el entramado del trabajo humano. Hasta el pan y el vino que consagramos o el óleo con que se nos unge son “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”.
El trabajo es el medio que nos permite colaborar con Dios Padre en la Creación; con Dios-Hijo en la obra de la Redención y con Dios-Espíritu Santo en la santificación del mundo.
Gran parte de los dones de Dios al hombre circulan sobre el entramado del trabajo humano. Hasta el pan y el vino que consagramos o el óleo con que se nos unge son “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”.
Agustín Filgueiras Pita
anecdonet.com
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