Hace un rato. Rafaela, porque el nombre me vale y es igual quien haya llamado a este cura. Pues eso, una Rafaela. Anciana, hijos, nietos… fe a prueba de bombas y escándalos y un amor a la Iglesia que no le cabe en el pecho.
- Jorge, por favor, que no sé con quién hablar… ¿qué pasa en la Iglesia, que está pasando?
Parece que este pasado domingo su cura, su don Jesús, leyó al final de la misa el texto en el que el santo padre pide rezar el rosario a diario, acabarlo con la oración “Sub tuum praesídium” e incorporar, al final del rosario o al final de la misa la oración a San Miguel Arcángel.
Mi Rafaela particular, al acabar la misa, entró a preguntar a su don Jesús que si pasaba algo grave. Me cuenta que su cura le dijo que sí, que estaban pasando cosas gravísimas en la Iglesia universal y en algunis sitios en particular y que era mejor que ni se enterara y rezara mucho.
Rafaela me ha llamado con una catarata de preguntas:
- ¿Tú sabes qué pasa? ¿Tan grave es? ¿Se puede hacer algo?
Está asustada. Sobre todo por sus hijos y nietos, porque dice que andan un poco separados de la iglesia y que si ella cuenta cosas en casa lo único que va a conseguir es que se alejen definitivamente. Me cuenta, me dice, que apenas lo ha hablado con alguna persona de su confianza, tan asustada como ella. Miedo, susto, impotencia, no saber qué hacer.
Le he dicho lo que puedo decir. Que tranquila, que Dios es más grande que el mal, que la Iglesia prevalecerá sobre todas las dificultades y que si el papa nos pide rezar vamos a hacerlo con fe, con ganas, con confianza.
Cuento lo de Rafaela porque me encuentro con gente en su situación. Personas de buena fe, de buena formación y vida cristiana estable, pero que se sienten que estamos viviendo un momento un tanto extraño. La misma llamada del santo padre pidiendo oración y específicamente a San Miguel Arcángel “Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio”, “arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas”, está siendo para muchas personas la constatación de que algo serio está pasando. Rafaela me cuenta todo esto llorando hasta atreverse a decir que ella cree que llegó la hora del Anticristo.
Meter la cabeza bajo tierra (lo que supone dejar indefenso el trasero) no es solución. Negar lo evidente hoy no se puede. Magnificar los problemas no tiene sentido. Hay que unir oración y acción. En mis pueblos ya estamos rezando a San Miguel y seguiremos, pero no queda más remedio que ir realizando en la Iglesia una prudente pero eficaz limpieza, nada sencilla por otra parte.
Rezaremos. Por la Iglesia. Por el papa y los obispos, para que el Señor les conceda discernimiento y fortaleza. Por todas las Rafaelas para que su fe no decaiga. Su llanto, llanto de amor a la Iglesia y de dolor por sus pecados, nos piden rezar y actuar. Que San Miguel nos acompañe en la lucha.
Rafaela es mujer de acción. ¿Podemos hacer algo? ¿Se puede hablar con el obispo? ¿Hay que ir a algún sitio? Tranquila… Por supuesto, si quieres escribir al obispo o pedirle entrevista, puedes hacerlo. Pero vamos a rezar, mantener la calma y ser muy fieles nosotros. Hay que empezar por aquí.
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