En templo cerrado no entran fieles

El razonamiento es muy simple. Si el templo está abierto y hay misa, puede que haya fieles, o puede que no. Si el templo está cerrado, claramente no habrá.

Es que abro, digo misa y no viene nadie. Sí. A veces puede pasarnos.

Total, celebrar misa para uno o dos…

Es que he preguntado a la gente y dicen que no merece la pena.

Son razonamientos que todos nos hemos hecho más de una vez. Y no es nada fácil, la verdad. Los sacerdotes que ejercemos nuestro ministerio en parroquias mínimas hemos experimentado esas dificultades demasiadas veces y no me extraña que tengamos momentos y temporadas de desánimo. Yo el primero. Llegas al templo, imaginen un día de invierno, frío, desolación, tocas la campana, nadie… tal vez una viejecita que, además, y con toda su buena voluntad, te dice: “por mí no lo haga… total, para mí sola…” Quizás te sorprendas diciéndote: “tiene razón, si esto es un sin sentido…”

No viene nadie. Me lo van a decir. Para que venga alguien alguna vez es imprescindible mantener un horario fijo, contra viento y marea. Si hoy hay misa, mañana no, al otro ya veremos y la semana que viene no estoy, entonces nada de nada. Si el horario es fijo quién sabe si alguna vez. En esto, como en tantas cosas, la constancia es imprescindible.

Celebrar para uno o dos es un grave error de apreciación. La misa no la celebro para Rafaela y Joaquina. La misa la presido yo, participan “en vivo y en directo” Rafaela y Joaquina, participa de sus frutos espirituales toda la Iglesia y se celebra no para nosotros, sino para Dios. Es culto a Dios. Y si no vienen ni siquiera las dos de siempre no pasa nada. La misa la necesito yo, la necesita la parroquia, la necesita la Iglesia, vivos y difuntos. Pensar en la eucaristía en clave de fieles y no en clave de Cristo, que es clave de calvario, sacrificio incruento, alabanza, gracia y comunión es un error desgraciadamente muy extendido.

Hay gente que te dice que no merece la pena celebrar para uno o dos. Gente buena, lo sabemos. Gente que cuida de sus curas, nos aprecia, nos tiene en mucha estima y tienen hasta un cierto cargo de conciencia de que tengamos que “trabajar” para tan pocos. Si yo mismo pregunto es fácil que me digan “usted no se preocupe, si no pasa nada porque no venga”. Tenemos que aprender a responder de otra manera: “yo tengo la costumbre de celebrar todos los días la eucaristía, que la necesito., así que misa diaria, y si pueden venir, bien, y si no, no pasa nada”. Y podemos hasta responder con lo de san Carlos Borromeo: “un alma es suficiente diócesis para un obispo”. Pues eso: una persona es parroquia más que suficiente para un sacerdote. Y más aún: si después de años y siglos nadie valora la santa misa, nadie… ahí tengo un motivo más para rezar y no dejar de celebrar por todos.

Difícilmente alguien va a valorar la santa misa si el sacerdote es el primero que no la estima. Si nosotros mismos, los curas, no apreciamos la misa, y únicamente la entendemos en función de su utilidad siempre y cuando haya personas que la soliciten, cada vez se entenderá menos y peor. El gran tesoro de la Iglesia es la eucaristía. Y los curas debemos ser los primeros en comprenderlo, apreciarlo y predicarlo.

Por eso, puerta abierta, campana, celebración digna y mucha ilusión. Con Rafaela o sin ella. Con gente en el templo o apoyado en la comunión de los santos.

¿Y la gente acude o no? Con el templo abierto tienen la posibilidad. Con el templo cerrado, ninguna.

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02:22

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