La respuesta de la Iglesia española a la pandemia del coronavirus es de traca. Hay diócesis en las que se mantiene el culto, aunque con las evidentes medidas de seguridad, otras, Madrid por ejemplo, con templos abiertos y misas sin pueblo, y otras con templos cerrados a cal y canto. Yo creo que no hubiera estado mal una decisión unánime de la conferencia episcopal al respecto, pero doctores, obispos, arzobispos y cardenales tenemos.
Mi opinión, muy personal, es que con las debidas medidas de seguridad no deberíamos haber tenido problema en celebrar con bastante normalidad. Por ejemplo, en el medio rural, donde, en nuestros enormes templos los fieles pueden sentirse mucho más que holgados. Pero bueno, nosotros, los curas, somos unos “mandaos”.
Seis semanas de confinamiento y seis semanas sin que los fieles puedan acudir a los templos. Pueden salir a por el pan, a la carnicería, al banco, comprar tabaco, pasear al perro, ir a la farmacia o reunirse para una tertulia en cualquier bazofia televisión, trabajar en algunos casos, llevar la compra a la abuelita, repartir alimentos en Cáritas, pero no acudir a misa. Incluso podrían acudir al rezo musulmán, que de hecho han acudido. A misa no.
El obispo secretario de la conferencia episcopal ayer mismo decía que “siguiendo todas las recomendaciones de distancia física, querríamos que el culto progresivamente volviera a los templos, poder conversar con el Gobierno central y las delegaciones y CCAA, para poder dar eso sin dar pie a situaciones problemáticas”. Que el culto pueda celebrarse lo quiere el secretario de la conferencia episcopal, lo quieren los obispos, lo queremos los sacerdotes y lo desean los fieles. Que sí, que con todas las medidas de precaución, pero lo deseamos todos. Ahora bien, lo de dialogar con el gobierno central, las delegaciones y las comunidades autónomas para que no se den “situaciones problemáticas” es simplemente risible.
Supongo que hay que decirlo, pero ya me dirán de qué sirve dialogar con un gobierno central que cada día improvisa en una nueva dirección. A estas alturas no sabemos ni hasta cuándo, ni cómo, ni si lo niños van a salir y en qué condiciones, o los mayores. Somos el país del mundo con más muertes por cien mil habitantes, tenemos más sanitarios contagiados que nadie, nos traen mascarillas que no sirven, test de detección inservibles, limitan la libertad de expresión, el Parlamento semi cerrado, económicamente nos vamos a la ruina más que cualquier otro país de Europa y ya, para más INRI, que para eso hablamos de cosas piadosas, aunque en el decreto que establece el estado de alarma se reconoce la posibilidad de acudir a ceremonias religiosas, luego en la practica si hay un acto litúrgico, sea como sea, va la policía y desaloja.
¿Hablar? ¿De qué? ¿Qué vamos a hablar con un gobierno que hoy dice blanco, mañana gris, pasado verde y al otro amarillo chillón? ¿Qué se puede dialogar con un gobierno que a la vez que reconoce en un decreto hecho y firmado por ellos mismos, la posibilidad de acudir a ceremonias religiosas, luego desaloja los templos donde se desarrollan?
¿Hablar con las comunidades autónomas? ¿Para qué? Cuando hay un estado de alarma el gobierno central asume todas las competencias.
Entiendo que los obispos tienen que decir eso, hacen bien. Pero yo, como soy cura de pueblo y además población de riesgo, y deslenguado ya lo saben, puedo decir otras cosas que no son más que exageraciones del cura ese de Braojos, Gascones y La Serna que estará aburrido.
Mi parecer es que no es hora de dialogar con el gobierno sobre los actos de culto, sino de informar. Tan simple como decir: “Miren ustedes, señores del gobierno, para mucha gente ir a misa y a los actos de culto es fundamental y un derecho que tienen, aunque algunos de ustedes no se lo crean. Entendemos que guardando todas las precauciones necesarias, por ejemplo distancia mínima entre personas, y extremando las medidas higiénicas como se hace en supermercados, estancos, farmacias, consultas médicas, clínicas veterinarias o platós televisivos no hay problema ninguno en volver a abrir los templos y admitir fieles en los actos litúrgicos. Por tanto, y a partir de tal día, abrimos de nuevo los templos al culto”.
Y lo hacemos, En toda España. Y que empiecen a mandar a la policía a todos los templos de país, que seguro que si lo pedimos y animamos, no nos van a faltar abogados para ir interponiendo querellas.
Jorge… eso sería una barbaridad. O no.
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