Me gustaría explicar qué quise decir con una parte de este párrafo que ha dado ciertas vueltas por el mundo, al hacerse eco alguna web.
Porque detrás de lo que nos parecen movimientos sociales, ideas políticas, teologías renovadoras, presiones de los fieles, está el Gran Instigador.
Por supuesto no quise decir que los que defienden determinadas ideas teológicas sean el demonio. Estoy seguro de la buena voluntad de los que no piensan como yo; e, incluso, de los que no siguen el magisterio de la Iglesia.
Ahora bien, el Gran Tentador promueve e incita a aquellos que se desvían de la recta regla de la fe, sea por un exceso de tradicionalismo y rigidez, sea por un exceso de comprensión que les lleva a afirmar que es lícito lo que no es lícito.
Insisto, ellos no son demonios. Jesús le dijo a Pedro en un momento dado: No piensas como Dios, sino como los hombres. La teología de algunos teólogos modernos, en realidad, no es renovadora (aunque la presenten como tal), sino que cae en el viejo error de abajar lo recibido, para limitarlo al modo humano.
Uno lee a san Juan de la Cruz, y eso es divino. Él no exige que todos lleven esa vida de perfecto ascetismo, pero su visión del cristianismo es divina. Lo mismo santa Teresa del Niño Jesús, san Agustín y todos los que contemplaron las alturas de Dios. Pero uno lee a Lutero, a Hans Küng, a Casaldáliga... y su visión de la Iglesia y de la moral es humana, muy humana.
Ahora, en nuestra generación, luchan dos visiones de la teología. El único modo de no desviarnos es la unión con todos los obispos del mundo cuya cabeza es Pedro. Lo que crean todas las iglesias de oriente a occidente, en unión a la Sede de Pedro, eso será la verdad. Y la verdad no está por descubrir: la mantenemos, la preservamos. Es el Depositum Fidei, el Depósito de la Fe, que ha ha sido encomendado a los obispos y entregado a los fieles.
Detrás de ciertas ideas que parecen renovadoras (pero son viejas), que parecen modernas (pero que son la Rebelión de Coré), que parecen compasivas (pero que trasgreden la Palabra de Dios), está el Gran Instigador de todas las desobediencias, de todas las herejías.
Si, al final, los “renovadores” quebrantan la comunión de la Iglesia harán un daño espantoso a la túnica inconsútil de Nuestro Señor, otro desgarrón. Después, los santos tendrán que coser ese trozo con mucho trabajo y cuidado. A veces, ese trozo separado, simplemente, se pierde por el suelo de la historia.
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