"Cuando veas las barbas del vecino pelar..."

Así habla la sabiduría popular: “Cuando veas las barbas del vecino pelar, pon las tuyas a remojar”. Y lo dice con gran acierto, como no podía ser menos, pues habla la “sabiduría"; y, por tanto, sabe lo que dice porque sabe de lo que habla. Lo hace, además, como aviso prudente y amistoso para navegantes: con ánimo de que no se repita el desastre en uno mismo ni en las demás personas bienamadas.

Es de todos conocido el soberbio porrazo -"patinazo” sería algo casi insignificante: ¡es que se han automasacrado, y se han disparado en la sién!- que se han dado por las orillas y vecindades de las iglesitas anglicanas, que van siendo menos que nada: a este paso, en su último tramo ya. Vamos: que se han hecho papilla contra el muro que ellos mismos se habían construido contra sí mismos. ¡Que ya tiene mérito!

Hago este amplio preámbulo para ir a parar a donde quiero ir a parar; que es alertar -caso de que aún haya alguien de guardia o retén en la Iglesia Católica y pueda comunicar el aviso-, de a dónde vamos por aquí, y a marchas más que forzadas: ¡a la carrera!

Para aviso de navegantes, como ya he dicho en la tercera línea.

El asunto ha sido escandalosamente meridiano y muy clarificador, si queremos aprender algo o estamos dispuestos aun a hacerlo. Hace unos días, el “pequeño resto” del anglicanismo que aún recuerda la doctrina que, en su separación e invento, quisieron retener -“la doctrina bíblica sobre la sexualidad”, toda ella genuinamente católica luego, claro-, recordaba que la vida sexual sólo es lícita en el uso del matrimonio:

La vida sexual está prevista por Dios mismo, desde el principio, para esto exactamente. Y por esto enuncia en los Mandamientos de la Ley de Dios su prohibición: el uso ilegítimo de pretender el placer sexual -del modo que sea: las técnicas aquí importan muy poco-, declarándolo pecado MORTAL, pues la materia es siempre grave.

El pollo que montaron los del mundillo y asimilados -seguro que también salieron voces del bando de la “Autoridad (in)competente"-, fue de tal calibre que, al día siguiente, o a los dos días a más tardar, sacaban a relucir la “rectificación” imperada e (im)pertinente.

Antes de que se me olvide: ¡es que hasta han pedido perdón por el desliz! No podía cerrarse el tema sin esta petición. Lógico. O no…: “Lo sentimos mucho y reconocemos la división y el daño que esto ha causado”.

Vamos, “pa ,earse y no echar gota"; y perdón por la expresión.

La Guía pastoral de la Cámara de Obispos de la Iglesia de Inglaterra, en previsión del próximo sínodo de esa iglesia, sostenía y recordaba, “en conformidad con la Ley natural y la Revelación cristiana”, que “el matrimonio entre un hombre y una mujer siempre se ha considerado como fundamental para la estabilidad y la salud de la sociedad humana”. ¡Qué hermosa, por verdadera, es la Doctrina que nos viene de Dios! ¿Habrá que cargársela por esto mismo?

Y añadía: “Las relaciones sexuales fuera del matrimonio heterosexual no cumplen con los propósitos de Dios para los seres humanos”; y advertía: “la llegada del matrimonio entre personas del mismo sexo, a través de la ley de 2013, no ha cambiado la enseñanza de la iglesia sobre el matrimonio o las relaciones entre personas del mismo sexo”.

Esto, realmente, a estas alturas y en una “iglesia” como las anglicanas, se podía catalogar de auténtico MILAGRO. Gozoso. Inimaginable. Necesario. Y si no era un milagro…, se le acercaba muchísimo.

¡Bueno: pues la que se armó, con loby LGTBI anglicano a la cabeza! “La de San Quintín” fue poco. Porque debió haber de todo. De ahí la rectificación de inmediato y absolutamente “obligada", para seguir en lo suyo… el suicidio colectivo, en la mejor tradición de las sectas más sectarias…

Lo he recogido porque es exactamente lo que está pasando en la Iglesia Católica, por mano, poder y obra de un sector amplio y asentado desde puestos relevantes de la propia Jerarquía: sus machadas están recogidas por todas partes. Me centro, como ejemplo y en concreto, en la Asamblea sinodal alemana, que ha terminado su primera reunión.

Para que nadie crea que exagero y/o que son cosas mías: hace bien pocos días, el cardenal Woelki, arzobispo de Colonia, tras la primera reunión de la Asamblea Sinodal alemana, ha declarado -y supongo que con absoluta conciencia de lo que está diciendo, y del por qué lo dice-: “Mi gran preocupación se ha materializado. Es un parlamento de la iglesia protestante”, Y enfrente tiene a Marx, Kaspers y demás componentes de toda una Asamblea Sinodal . Y estos “hombres fuertes” de la misma, cuentan con los apoyos que tienen, dentro y fuera de Alemania…

Con lo que el card. Woelki se ha retratado tal cual. Es lo que tiene el amor a Dios y a su Iglesia, que son -deben ser- los primeros amores de cualquier miembro de la Jerarquía Católica. Y de cualquier fiel, esté donde esté en la escala eclesial: que cada uno está en su vocación personal y concreta.

No ha sido, en Alemania, la única voz que se ha alzado y gritado a los cuatro vientos. El card. Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, también ha hablado, y sin morderse la lengua: “Es un acto suicida. La mayoría de la Asamblea votó a favor de que sus decisiones sean vinculantes incluso si contradicen la doctrina católica".

Y no se calla de dónde viene esto: en la susodicha Asamblea hay más miembros laicos con derecho a voto que la suma de obispos y otros clérigos, con lo que, de facto, se anula el orden jerárquico de la Iglesia: hecho que revoca, tout court, la constitución divina de la Iglesia. Ni más ni menos.

Y por las afueras de Alemania, el card. Cordes, presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum, advierte que la “vía sinodal alemana” abre la posibilidad de un cisma, pues aborda cuestiones que solo competen a la Iglesia Universal: nunca a una iglesia particular por sí sola, y menos aún copada por laicos: por bien intencionados que sean y por bien preparados que se supongan… pero que, en modo alguno pertenecen al orden jerárquico eclesial.

Porque estos laicos alemanes, por si alguien tenía aún alguna duda, están pero que muy crecidos, y con razón; porque se les ha alentado a ello, y se les ha dejado estar donde no deberían estar, y decidir lo que no deberían poder decidir jamás. 

Hasta el punto de que, una parte de los mismos, ya le han advertido a su cardenal Woelki, arzobispo de Colonia, el que primero ha despotricado contra la Asamblea sinodal, que a los jerarcas, “ya no se les reconoce [no se les acata] por su cargo"; es decir, que tengan tal cargo o tal otro les es ya totalmente indiferente, sino por lo que dicen y hacen. Así que ¡ojito, que ya mandan ellos, los laicos! ¡Y lo dicen tal cual: no se cortan un pelo!

¿Alguien no ve aún lo que está pasando? ¿Necesita que se materialice un cisma para caerse del burro? ¿Se puede seguir ensimismado en que “lo que hay que hacer es rezar"? ¿Es “oración” dejarle al Señor todo el trabajo? ¿Es “oración” no hacer nada más, no sentirse comprometido con nada más, quedarse “quieto parao” que “ya escampará"? ¿De dónde puede uno sacar eso, con su justificación moral correspondiente?

No podemos quitarnos de encima una obligación moral y práctica que tenemos, y pretender que lo cristiano es vivir según el “complejo de tancredo". Que es ridículo, y más a estas alturas del partido.

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03:11

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