Jaume Aurell catedrático de Historia Medieval, relata los procesos y acontecimientos de Occidente que han pasado a formar parte de su identidad.
Hace unos días se celebró, en la sede de la Universidad de Navarra en Madrid, uno de los seminarios bibliográficos, que con tanto esmero prepara Fernando Fernández para su AEDOS, sobre el libro que ahora nos ocupa. Hay que aclarar que hacía mucho tiempo que un encuentro de esta naturaleza no despertaba tanta asistencia de comentadores, glosadores, y algún que otro crítico, de muy diversas procedencias intelectuales. No solo se trataba de los amigos del autor, como se puede maliciar alguno.
Los seminarios de AEDOS no son precisamente una sociedad de bombos mutuos. intervinientes, que no se conocían previamente, habían leído a fondo el libro que nos ocupa y le habían sacado la sustancia cultural. Quizá el tema del que se trata es de tanta actualidad que no pocas personas, dedicadas al pensamiento y a la docencia, se sentían interpelados.
Dice el autor, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, que su libro no es una historia sistemática del pasado, una historia a modo, por ejemplo, de la “Breve historia del mundo” de Ernst H. Gombrich. Es un relato de los procesos, las ideas, los acontecimientos que han ocurrido en
Occidente y que han pasado a formar parte de su identidad.
Un libro de “divulgación histórica” para lectores que buscan una síntesis de la historia de Occidente sin los “meaculpismos” a los que nos tiene acostumbrados algunas corrientes bibliográficas, ni las euforias de los que levantan la bandera de la pureza.
Tesis del libro
Pero, ¿cuál es la tesis de este libro? Según Jaume Aurell, estaríamos atravesando una época que se pudiera denominar “tardomoderna”, análoga a las “tardoantiguas” o “tardomedievales”, que se alargaron varios siglos. “Son épocas –escribe el autor- en las que se experimenta un cuestionamiento radical de los valores asentados durante siglos en las respectivas civilizaciones, pero que todavía
no han encontrado alternativas viables a lo que están cuestionando”.
En este sentido, podemos poner varios ejemplos. Todavía no parece en el horizonte una alternativa viable al sistema capitalista liberal. Lo que está claro es que es imposible preservar la propia tradición, lo mejor de lo que se nos ha transmitido, de lo que hemos heredado, si no lo conocemos, si no ahondamos en sus raíces, si no las apreciamos y las fomentamos.
Valores espirituales
Plantea el autor recuperar nuestra autoestima como civilización. Una civilización entendida como “la forma global de la vida de un pueblo, que se concreta en una cultura, en una cosmovisión, en el desarrollo de unas mismas costumbres, tradiciones, así como en unos valores espirituales y en unas formas religiosas compartidas”.
Este diseño se ha hecho a partir de la fotografía de unos núcleos configuradores y de una evolución a lo largo de la historia. Arranca el libro con tres capítulos clave: Jerusalén, Atenas, Roma, para dar paso a la expansión del cristianismo. Después llegan Justiniano, Mahoma y Carlomagno, para meternos en las luces de la Edad Media, parte especialmente agraciada dada la especialidad del
autor de este volumen.
A partir de la eclosión de la Modernidad, Aurell nos lleva más por ámbitos temáticos, como por ejemplo, la formación del Estado moderno, el capitalismo, la ciencia y la tecnología, la Ilustración, las ideologías, liberalismo, comunismo y fascismo. Por último las Guerras mundiales, los valores del 68 y los retos del Nuevo Milenio.
Ideas sugerentes
A lo largo del libro hay muchas ideas sugerentes. Por ejemplo, la de que la cristianización de la Antigüedad se iniciara en las ciudades, y que la descristianización y secularización de la Modernidad diera también comienzo en las ciudades. O la que afirma que en Estados Unidos es donde mejor se han conservado las esencias de lo que conocemos como “civilización occidental”, conjunción entre el madurado capital simbólico europeo con el tangible capital material de la sociedad estadounidense. O que, a lo largo de la historia, en lo político, las reformas han tenido efectos de más larga duración que las revoluciones.
Si es verdad que tras la Segunda Guerra Mundial los políticos abandonaron a sus consejeros naturales –historiadores, filósofos y artistas- por profesionales de las ciencias sociales –economistas, politólogos, sociólogos- convendría que alguno de los anteriores volviera pronto. También quizá en la Iglesia.
Genealogía de Occidente. Claves históricas del mundo actual.
Jaume Aurell
Pensódromo 21
religionconfidencial.com
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