Esto es ya un axioma: basta que alguien te hable de misericordia, respeto y no juzgar para saber que estás ante un inquisidor al lado del cual fray Tomás de Torquemada no pasaría de una hermanita de la caridad de las de antes.
Hace unos días fray Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, se despacho con unas declaraciones sobre el aborto que me limito a calificar de desafortunadas. Decía fray Santiago, y en titulares vimos la frase, que “hasta un ignorante como yo sabe que hay abortos que de inmorales no tienen nada”. Digo que son desafortunadas porque al parecer de un servidor todo aquello que pueda ocasionar confusión e incluso escándalo, que así pasó, mejor callarlo o explicarlo suficientemente para no dar pie a interpretaciones erradas o tendenciosas.
Efectivamente, y esto lo sabe otro ignorante como este su seguro servidor, hay abortos que de inmorales no tienen nada, como por ejemplo los espontáneos. Es igual. Pero como fray Santiago no lo explica, o luego desarrolla el asunto de forma que puede suscitar fuertes controversias, ha ocurrido que muchos le han respondido donde han tenido la oportunidad, es decir, en comentarios o en su perfil de Facebook. El caso es que monseñor Agrelo se ha molestado.
Monseñor Agrelo ha ido siempre en una línea muy progre. Y como todo progre que se precie, no se ha dignado explicar o argumentar con la moral de la Iglesia y la doctrina secular sus afirmaciones. Ya se sabe que los progres no necesitan estudiar, argumentar, razonar ni mucho menos apoyarse en los padres de la Iglesia o los grandes santos y teólogos. Por el hecho de ser progres están exentos de esas menudencias a las que se aferran los pobrecitos conservadores.
Leo hoy el artículo que publican a fray Santiago en Religión Digital. Interesante. Porque ha tenido a bien explicar claramente esas palabras suyas sobre el aborto. Como es natural, no busquen en lo publicado una cita de la Escritura, textos conciliares, escritos de los padres de la Iglesia, ni siquiera una cita traída por el solideo del papa Francisco. Nada. Sus argumentos son otros. Veintiséis líneas. No necesita más. Copio literalmente el artículo para que nadie me diga que corto y pego, tergiverso y manipulo. Ahí lo tienen. Literal lo publicado en Religión Digital:
La palabra es la misma para todos: «aborto». Pero en cada uno evoca mundos diversos.
En algunos el aborto evoca sólo un pecado horrible, un crimen, una crueldad… y para quien aborta sólo cabe la declaración de culpable de un pecado horrible, de un crimen, de una crueldad.
Esas personas creen firmemente que no hay más mundo que el que ellas ven a través de la mirilla instalada en su tomo de normas morales. ¡Escaso mirador para un mundo que va mucho más allá de la propia escalera!
Esos observadores del mundo a través de su angosta mirilla moral, nada saben de las madres que perdían a sus hijos porque durante el embarazo habían de hacer los mismos trabajos y llevar las mismas cargas que en los días de su ingravidez.
Esos observadores del mundo a través de su ojo inmoral, nada saben de cuidados y preocupaciones, de miedos y angustias por la criatura que se puede perder, no digamos ya por la criatura que de hecho se pierde, y que, sin nombre y sin abrazos, la piedad ha de devolver a la tierra.
Esos observadores del mundo a través de un ojo sucio, nada saben de las heridas que un aborto provocado puede dejar abiertas para siempre en la carne de una mujer o de un hombre.
Cuando esos observadores, para satisfacción de su vanidad moral creen haber sorprendido a alguien en flagrante delito de aborto, recuerdan la condena establecida para el delincuente en el tomo moral a través del cual se obstinan en no ver el mundo, y se lo llevan a Jesús.
Ni entonces ni ahora interesa “la pecadora”. Sólo interesa desautorizar a Jesús: O traiciona su misericordia, o queda a la vista de todos que es un traidor a la ley.
La palabra continúa siendo la misma para todos: «aborto».
Para los de la mirilla angosta, el mundo evocado es sólo un infierno frío, gélido, oscuro, ajeno a la vida… sólo un infierno.
Ahora sigo yo. Es decir, que el arzobispo emérito de Tánger se atreve a afirmar que los que no comparten su visión de la moralidad del aborto no lo hacen por deseo de fidelidad a la Iglesia, ni por el bien de las almas. Lo hacen fruto de aviesas intenciones internas. Veintiséis líneas en Religión Digital que le bastan para decir que las personas que le llevan la contraria se piensan que no hay más mundo que el que ellas ven a través de la mirilla instalada en su tomo de normas morales, que poseen una angosta mirilla moral, ven el mundo a través de su ojo inmoral, de su ojo sucio, buscan pecadores para satisfacer su vanidad moral, no les interesa la persona del pecador, sino desautorizar a Jesús. Y aún vuelve con lo de la mirilla angosta.
De internis neque ecclesia, monseñor. De lo que hay en el interior de la persona, de sus intenciones y motivaciones ocultas, nadie. Ni la Iglesia.
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