Ernesto Cardenal murió ayer, domingo 1 de Marzo de 2020 en Managua, Nicaragua, a la edad de 95 años. ¡Si hasta parece que Dios se esmera para que algunos se salven a toda costa, dándoles larga vida!
Sacerdote, poeta, teólogo y guerrillero marxista fue uno de los tantos botones de muestra que la Compañía de Jesús (¡qué compañía, Señor!) significó para la Iglesia Católica del siglo XX: en muchos casos, una cueva de bandidos indigna de San Ignacio de Loyola.
(Nota: para los más jóvenes que aún no saben qué papel jugó la Compañía en el siglo pasado, remitimos al excelente libro de Malachi Martin, SJ, un clásico sobre el tema: “Los jesuitas. La Compañía de Jesús y la traición a la Iglesia Católica”. También son altamente recomendables, del mismo autor, “Vaticano” y “El último Papa”).
Murió sin pedir perdón y hasta despreciándolo, a pesar de haberlo recibido, motu proprio, de parte de Roma, después de haber estado suspendido a divinis durante décadas por Juan Pablo II (es famoso el vídeo en el que el polaco reprende al sacerdote que lo mira riéndose, en 1983).
Tanto él como su hermano Fernando (otro jesuita que también había colgado los hábitos) fueron referencia obligada en el campo cultural y social de los revolucionarios sandinistas nicaragüenses que tomaron el poder en los años ‘70, para instaurar el “paraíso comunista” en la tierra por medio de la “teología de la liberación". .
Estudió con los jesuitas en su país natal; luego, Filosofía y Letras en México y completó sus estudios en la Universidad de Columbia (EE.UU.) y Europa. A su regreso, no dudó en levantarse en armas para luchar contra el régimen de Somoza.
En 1957, quizás escapando de la justicia, o buscando nuevos rumbos, ingresó como monje trapense en el Monasterio de Gethsemani, Kentucky, EE.UU, donde conoció al sincretista y mujeriego monje Thomas Merton, desde entonces su gurú, maestro y consejero espiritual:
“Nunca terminaré de agradecerle a Merton… Era un buscador apasionado… buscaba maestros espirituales de todo el mundo, desde el Dalai Lama hasta el monje budista zen Daiset Suzuki” –decía.
De allí pasó al Monasterio Benedictino de Cuernavaca (México) famosísimo por ser antro, cuna y figura del progresismo en los años del Concilio y post-concilio.
Luego de 1979 y ya con la Revolución al poder, fue designado Ministro de Cultura para hacer del planteo de Gramsci, el paradigma de la revolución cultural: “Soy cristiano y marxista” –solía decir.
Evolucionista, panteísta y sincretista, ayer partió a la vida eterna, donde no se habrá encontrado con Darwin ni con Fidel Castro, ni con el Che, sino con Dios Nuestro Señor con quien ya habrá ajustado cuentas.
Que Dios lo guarde y a nosotros de él.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
PD: de sobre si es lícito o no alegrarse o desear la muerte de un enemigo de Cristo y de la Iglesia, remitimos a un post antiguo: “Ante la muerte de Fidel Castro“
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