Si algo tiene este su seguro servidor es su rara costumbre de afeitarse la lengua de manera constante, a la que se une otra también constante de limpieza de cristales en su labor pastoral. Lo que hago, lo cuento. Lo que pienso, también.
En cuanto a lo que hago, todos saben, entre otras cosas, que hace años vengo manteniendo contacto con los Heraldos del Evangelio. Creo que fue hace tres años cuando los conocí más directamente a través de un concierto que ofrecieron en la parroquia de la Beata Mogas de la que un servidor entonces era párroco. Me impresionaron su disponibilidad, seriedad en la liturgia, y la novedad de un concierto navideño catequético en el que, además de una belleza increíble en lo musical, se regaló a los fieles una espléndida catequesis sobre el misterio de la Navidad.
A raíz de aquello, programamos en la parroquia una misión mariana que nos llevó a visitar decenas de familias con la Virgen de Fátima y que culminó con la preparación de un buen grupo de fieles durante semanas para realizar su consagración solemne a la Virgen.
Quedé tan satisfecho que, al llegar a mis parroquias actuales, tímidamente les sugerí la posiblidad de una misión mariana en los pueblos, convencido de que otras cosas tendrían de más calado. Pues no. Misión mariana tuvimos durante una semana con visitas en los tres pueblos, una preciosa procesión de antorchas y la consagración de la parroquia a la Virgen María.
¿Doctrina? Intachable. ¿Liturgia? Cuidadísima. ¿Disponibilidad? Total. ¿Espíritu de sacrificio? Basta decir que durante la misión mariana en los pueblos estuvieron alojados en la antigua casa parroquial, que las comodidades fueron mínimas, que tuvieron que encargarse de prepararse desayuno y cenas y que se mostraron felices y agradecidos. ¿Generosidad? Al punto que nunca admitieron un euro, que no solo eso, sino que hasta el día de mi cumpleaños, que nos coincidió en medio de la misión, y los invité a comer en un restaurante, antes de darme cuenta, ya habían pagado ellos. Más aún, lejos de admitir un donativo por nada, encima empeñados en entregar a la parroquia hasta el fruto de la venta de algunos folletos y estampas.
Lectores me preguntan que qué me parece lo del comisario. Pues que el comisionador sabrá. Me gustaría, nos gustaría a los de a pie una mayor concreción en las causas, porque con las generalidades que hemos conocido “deficiencias en el estilo de gobierno, la vida de los miembros del Consejo, el cuidado pastoral de las vocaciones, la formación de nuevas vocaciones, la administración, la gestión de las obras y la recaudación de recursos” el comisionador se puede autocomisariar. A un servidor ni le parece ni le deja de parecer. Doctores tiene la santa madre Iglesia que harán lo que les parezca en conciencia o en lo que sea.
Entiendo que ahora mismo no hay ni una sola entidad eclesial perfecta en su estilo de gobierno, vida de sus miembros, cuidado pastoral de las vocaciones, formación, administración, gestión y recaudación de recursos, empezando por la mismísima Santa Sede y acabando por la parroquia de La Serna del Monte. ¿Por qué los comisarios van siempre en la misma dirección? O mejor, ¿cómo es posible que la gente se piense eso?
El hábito. Ya. Que van con hábito y hábito raro. Van con hábito. Sí. ¿Raro? Mejor hago otra pregunta: ¿está aprobado por la santa sede? ¿Sí? ¿Entonces, cuál es el problema? ¿O es que va a resultar que lo de la libertad va también en una misma dirección? Porque aquí sor Veremunda puede vestirse de adefesio setentero y no pasa nada pero lucir un hábito aprobado por la santa sede reslta escandaloso.
Me dicen que si hay por ahí unos videos más que raros… Pues los habrá. Pero también uno está harto de ver videos de misas alternativas y no pasa nada.
Mi experiencia con los Heraldos, la mía, es excelente.
- Oiga D. Jorge, que usted no sabe muchas cosas.
- Por eso, que con lo que yo he visto, vivido y compartido, me parecen gente extraordinaria. Y no me sobran comisarios. Me faltan… en otros sitios. Por ejemplo en Montserrat.
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