Ceder al chantaje siempre fue un error. El que una vez lo aceptó, queda marcado para siempre. El chantajista ha descubierto que tiene el poder y desde ese momento hará lo que quiera con el chantajeado. Que no nos pase en la Iglesia, por favor. Porque nos podría pasar. A todos los niveles.
Imaginen una parroquia cualquiera. Imaginen que alguien te dice: “o callas de esto, o cierro el grifo”. Y tal vez como el grifo es de abundantísimo caudal, aunque el agua no sea de la mejor calidad, uno calla, consiente, acepta que el presidente de la hermandad sea Fulano a pesar de ser vox populi su vida del todo inaceptable, consiente en no volver a tocar el asunto de los vendedores de droga en el entorno y se olvida de eso que dicen de los trabajadores ilegales. Lo malo es que uno se justifica con eso de que se necesita el dinero para que la parroquia pueda sustentarse y hasta para realizar imprescindibles obras de caridad.
Ya sabe, padre, que el centro social es donación de la empresa A y de los señores B, que son los que además corren con todos los gastos, y que si usted se empeñara en seguir por ese camino, tal vez se vieran obligados por sus accionistas, por su familia, a retirar todo el apoyo, con lo que eso supondría de menoscabo en su labor sacerdotal y en la atención a los fieles. El padrecito, con tan piadosos argumentos, cede… y ya para siempre.
Pongo el ejemplo de una parroquia, para que todos lo entendamos. Pero estas cosas podrían pasarnos a otros niveles. Imaginemos que el gobierno, en España, por ejemplo, nos dijese a los católicos, a los obispos, que hay cosas de las que no deberíamos opinar, quizá recordándonos, por ejemplo, y Carmen Calvo, vicepresidente del gobierno lo hizo a propósito de la exhumación de los restos de Franco, que tienen encima de la mesa los cambios respecto a la fiscalidad de la Iglesia en España, que pasarán por un aumento de los tributos, añadiendo que el Gobierno ya tiene elegidas, aunque no lo ha anunciado, a las dos personas que serán los interlocutores con la Iglesia en las negociaciones que pretende abrir para abordar esta cuestión”. Pues eso, que calladitos estamos más guapos.
Esto se llama, lisa y llanamente chantaje, y malo si se cayera en ello. Mostraríamos una enorme debilidad ante los poderes públicos, falta de libertad evangélica y de denuncia profética, y encima quedaríamos, ante los fieles, como Cagancho en Almagro.
Ceder ante lo que sea con la cosa de que necesitamos dinero, sería vergonzoso. Más vale pobres y miserables que comer a costa de desvergüenza y pecado.
He puesto dos ejemplos, creo que es suficiente, sin que esto quiera decir que no se puedan producir o se hayan producido otros, sin entrar si hace mucho o poco o poquísimo. Pero tragar con imposiciones o con errores de doctrina porque necesitamos liquidez, sería terrible. Antes hambre.
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