Bueno, aunque tanto como deseando… Lo cierto es que me haría una enorme ilusión que mis feligreses me echaran por lo menos una bronca diaria. Es lo mínimo que uno se puede pedir. Sería, de verdad, el cura más feliz del mundo. Así como se lo cuento. Sería una locura que al menos una vez al día alguien me echara una bronca por apercibimiento de carta al arzobispo en caso de no enmendarme, por cosas como:
No preparar la predicación
Faltar a la doctrina de la Iglesia en predicación o catequesis
Celebrar la misa de cualquier modo
Dar de comulgar sin avisar de las condiciones
Dedicar escaso tiempo al confesionario
No acudir lo suficiente a visitar, confesar y atender a los enfermos
Negarme al rosario o la exposición del Santísimo
Despreciar a los santos
Tener abandonados a los pobres
Vivir sin el debido respeto a mi condición sacerdotal
No atender lo suficiente la dirección espiritual
No preocuparme por el decoro de los templos parroquiales
No hay manera. Parece que estas cosas a pocos importan.
Otras broncas sí me llegan:
Por no permitir flores artificiales
Por la colocación de los bancos
Por decir que no se puede comulgar en pecado mortal
Por avisar, despacito, de que es obligado arrodillarse en la consagración
Por no querer canto de paz
Por pretender cambiar de ubicación la imagen de San Expedito
Por ir al bar
Por no ir al bar
Estoy loco por broncas de las primeras. La realidad es que me sobran de las segundas.
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