He tenido el honor de participar como invitado en las “XLIV Jornadas de la Asociación Española de Profesores de Liturgia”, dedicadas a “El lenguaje no verbal en la liturgia” y celebradas en Guadarrama (Madrid) del 27 al 29 de agosto.
Me habían pedido, como profesor especializado en Teología Fundamental, una ponencia con el título “Fe y ritualidad”. El Catecismo de la Iglesia Católica – un texto que nunca estudiaremos suficientemente – dice sobre los sacramentos: “No solo suponen la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe” (1123).
Si estas breves líneas fuesen interiorizadas por docentes y pastores, además de por los demás fieles católicos, muchas cosas mejorarían. Mejoraría la lógica de la fe, su coherencia, su consistencia.
Siempre he estado interesado en la teología de la fe. Le he dedicado varios artículos y estudios, además de mi tesis doctoral. Cito algunos: “La dimensión eclesiológica, comunitaria y celebrativa de la fe”, Scripta Fulgentina 22 (2012) 61-82. “Carácter testimonial de la fe cristiana”, Revista Española de Teología 73 (2013) 429-444. “La estructura sacramental de la fe. La fe, los sentidos y la imaginación”, Revista Española de Teología 78 (2018) 333-356. “Lo visible y lo eterno. La estructura sacramental de la fe en teología fundamental”, Compostellanum 64 (2019) 397-421.
La reflexión sobre la fe y la ritualidad se enmarca en esa dirección. Una misma gramática vincula la revelación, la fe y la ritualidad (y los elementos esenciales de la comunicación humana). Una gramática que tiene como bases el simbolismo y la sacramentalidad. Los sentidos y la fe se unen para descubrir el elemento fascinante de la experiencia de la realidad y de lo divino. La imaginación ayuda a explorar lo posible, a ver de otro modo el mundo para obrar en él hacia el bien.
La preservación de lo sagrado exige atender a lo sensible, a lo sacramental, a lo ritual. Debemos ser centinelas de los espacios y de los tiempos de los hombres para permitir que sigan abriéndose al misterio de Dios.
De entre los misterios de la vida de Cristo, el de la Transfiguración se presenta a nuestra consideración como especialmente significativo: En la visibilidad del cuerpo terreno de Jesús resplandece la imagen gloriosa del Hijo como revelación del Padre. Lo divino se hace presente, de modo simbólico-sacramental, en lo visible.
El acontecimiento de la Transfiguración llega a nosotros a través de la mediación de la tradición viva de la Iglesia. El culto de la Iglesia es, realmente, el lugar primario de acceso a la vida y a la obra de Jesús. En el culto tenemos de nuevo la posibilidad de escuchar la voz de Dios, su Palabra, y de responder a ella con la fe y con la obediencia cargada de esperanza.
En el ascenso de la gloria y en el descenso de la cruz podremos descubrir, como en la Transfiguración, el consuelo que dimana de la cercanía de Dios en la humildad de sus sacramentos.
Muchas gracias a la Asociación Española de Profesores de Liturgia, a su presidente, el Prof. Jaume González Padrós, a los demás ponentes (los profesores Emilio J. Justo, Alfonso Berlanga, Pablo Moreno y Juan Carlos Sánchez).
Para mí ha sido un honor y un privilegio. Si Dios lo quiere, seguiré investigando sobre “Teología fundamental, sacramentalidad y culto”.
Guillermo Juan Morado.
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