Lo malo que es que este tercer libro (el segundo no está empezado) veo que tiene que estar centrado en la figura del obispo. Lamento que en él haya una variación en el enfoque dado a La catedral de san Agustín.
Incluso he pensado que la obrita que, insisto, será cortísima, sea una detalla descripción de un día de un obispo, desde que se levanta hasta que se acuesta. El día a día de un obispo mundano que ha conseguido su puesto únicamente gracias al dinero y negociaciones. Asomarme a esa realidad me parece bucear en aguas insólitas. De hecho, todo este material que voy a emplear en esta obrita iba a ser un brevísimo capítulo de mi libro sobre los obispos. Pero, a estas alturas, veo que el tema debe ser tratado con mucha más extensión.
Yo, por supuesto, no voy a tratar de rivalizar ni lo más mínimo con los especialistas en Historia, sería ridículo. Mi interés es tomar sus obras y hacer un análisis moral, sacar consecuencias espirituales. Los libros que leo, como es lógico, se limitan a los hechos. Pero, para un creyente, el que, durante dos siglos, la mayor parte de los obispos de un reino debieran sus puestos a negociaciones y acuerdos meramente seculares me parece un hecho sobre el que hay que reflexionar, y mucho.
Mi librito quiero que sea, por eso lo escribo, un poco de luz ahora para seminaristas, párrocos y... obispos, también para los laicos. No es un ocioso recorrido del pasado. El presente es lo que me interesa. Jesús contaba parábolas. El fondo del barril de la Historia de la Iglesia es un cúmulo de enseñanzas.
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