Cosas y costumbres de Braojos: ¡ha venido un hombre!

Acabamos de empezar el mes de mayo, mes de María. En mis tres pueblos lo celebramos según nuestras posibilidades y tradiciones. La religiosidad de Braojos es especial. Conservan ricas prácticas religiosas de siglos y costumbres de años.

El mes de mayo lo celebramos en Braojos colocados ante la imagen de la Inmaculada Concepción situada en el lado del evangelio del fondo de la nave, llegando ya al bajo coro. El día anterior estuvimos recolocando algunos bancos para que quedaran justo frente a la imagen y colocando las primeras flores. Unas cuantas mujeres se citan cada tarde para rezar el rosario y hacer el ejercicio del mes de mayo, y acabamos con la celebración de la eucaristía.

El pasado domingo lo avisé en misa: comienza el mes de mayo y desde el primer día, a las 20 h., rosario seguido de la misa. Y lo hice con una advertencia especial: oigan, que esto es para TODOS, MUJERES Y HOMBRES, que María es madre de todos, de hombres y mujeres, y que a los hombres no se nos caen los anillos por acudir a rezar el rosario.

No hemos comenzado mal. Doce o catorce personas ¡y un hombre! Bendito sea Dios, que va siendo hora de descubrir que las cosas de Dios son de todos. Lo que pasa es que en nuestros pueblos hay costumbres de esas de “toda la vida” que marcan el ritmo de la parroquia y que ahí están, ni mejores  ni peores, de siempre, y no es sencillo hacer las cosas de forma diferente.

En Braojos tenemos dos capillas laterales junto al presbiterio. En la del lado del evangelio, las mujeres. En el lado de la epístola, los hombres. ¿Y en la nave del templo? En la nave suelo decir que se colocan “los forasteros”, los braojeños sobrevenidos o los que llegan tarde, sobre todo mujeres, que son las que lo tienen más complicado para acceder a “su” capilla. Hasta es curioso el orden a la hora de recibir la comunión: primero, las mujeres que están en su capilla, luego los fieles de la nave, y finalmente los hombres que están en su capilla propia. Ni bueno ni malo, simplemente es la costumbre, y que si en la capilla de los hombres, por ejemplo, se acomoda una mujer, forastera por supuesto, tampoco pasa nada. Eso sí, al acabar la misa, lleno de buen humor, si la conozco le digo: te hemos consentido estar ahí porque eres forastera…

Siguiendo con lo de las costumbres, ya sabemos que en la minerva de cada tercer domingo, los encargados de portar el palio, las insignias de la hermandad y el estandarte son siempre hombres, como también se sabe que las que vienen al mes de mayo son las mujeres.

El domingo, tímidamente, pero que muy tímidamente, lancé eso de que a los hombres no se nos caen los anillos por rezar el rosario. Y ayer apareció uno. Al acabar la misa no pude por menos que comentarlo: ¡un hombre en el rosario! y soltar otra pullita: ya que ha venido hoy uno, a ver si mañana… Pullita hasta con nombres: Fulanita, anda díselo a tu marido, y tú, Menganita, al tuyo… Por empezar, que otros tienen menos costumbre, pero quién sabe, lo mismo la Virgen hace un milagro.

Costumbres nuestras, muy nuestras, entrañables, que muchos quizá no comprendan pero que son nuestras, son lo de siempre y nos encantan. Eso sí, alguna vez hasta llega un hombre al rosario. Benditos sean Dios y su Santísima Madre.

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