Importancia de las derrotas
El Dr. Enrique Rojas nos habla en el diario ABC de los posibles beneficios de una derrota:
La vida es la gran maestra. Enseña más que muchos libros. Vivimos en una sociedad en la que todo va demasiado deprisa. Mucha gente corriendo, de aquí para allá, sabemos que lo importante es avanzar rápidamente, pero a menudo no sabemos exactamente hacia dónde. Lo que la gente llama éxito, no es otra cosa que un cierto triunfo que tiene un cierto reconocimiento social y, muchas veces, uno se pregunta qué precio ha habido que pagar para alcanzar esa circunstancia.
El éxito y el fracaso son dos grandes impostores. Creo que lo más importante es tener clara la meta hacia donde uno se dirige. Hay una distinción que quiero hacer entre metas y objetivos. Las metas son demasiado amplias, tienen unos perfiles borrosos desdibujados. Mientras que los objetivos son medibles y muy concretos, se puede hacer un seguimiento de ellos. Pensemos en el ejemplo del peso, querer adelgazar es una meta concreta. Mientras que los objetivos en ese sentido son medibles: evitar los hidratos de carbono en exceso, levantarse de la mesa con algo de hambre, hacer ejercicio físico unas cuantas veces a la semana, beber mucha agua, evitar comidas copiosas, etc... Todas estas cosas son comportamientos que pueden ser pesados y medidos de forma concreta.
He visto gente que ha empezado a triunfar demasiado pronto y, pasado un cierto tiempo, aquella victoria se convirtió en una auténtica derrota. Por el contrario hay derrotas que con el paso de un corto tiempo se convierten en auténticas victorias. La derrota es lo que te hace crecer como persona, si sabes aprender las lecciones que te da. La derrota enseña lo que el éxito oculta. Es la lucidez del perdedor, la nitidez de captar lo que la vida nos da cuando pasa delante de nosotros. A cierta altura de la vida, cuando uno ya tiene unos años, hacemos balance existencial: haber y debe, arqueo de caja, recuento de cómo han ido los últimos objetivos que teníamos por delante y cada segmento de nuestra travesía rinde cuenta de su viaje. A veces, las cuentas no salen.
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