Predicar con casco. Recordando a don Pío Cabanillas

En estos tiempos de modernidad y adelantos, “alantos” que dicen en mi pueblo, es divertido comprobar cómo lo que se nos vende como el summum de la modernidad es todo un compendio de las más antiguas barbaridades y de las herejías más clásicas.

Cosas tan superadas como el gnosticismo, el pelagianismo, el arrianismo… Barbaridades tan bárbaras como la teología protestante, son hoy la base de una supuesta teología puesta al día, sin la cual pareciera que todo lo demás sea anclarse en Trento, que ojalá, habida cuenta los santos que produjo. En definitiva, todo viene a concurrir en un eliminar la idea de Dios personal para sustituirlo por un algo tiene que haber.  

El gnosticismo de antes, modernismo de después, no ha sido más que un intento de ir despojando a Dios de su ser Dios para, en lugar de avivar la fe del creyente, y regresar a la fe del que se alejó, bajar a Dios a una idea tan nada, que todos puedan aceptarlo. Dios va quedando reducido a mera experiencia personal, indiscutible, íntima, emotiva.

El pelagianismo es evidente. Una, antes llamada religión, que hoy es un conjunto de personales superaciones, libros de autoayuda, sanación de interioridades, ángeles benéficos, manuales de introspección, yoga y reconstrucción de tu energía interna.

El arrianismo es plaga. Ya sabemos que aceptar la divinidad de Jesucristo es un paso clave y que hacerlo cuestiona una vida entera. Por eso es mucho mejor presentar a un Jesús bueno, salvador socio político, meramente caritativo. Los milagros, y así nos lo enseñaron a muchos, era lo que se llevaba, no son más que una visión pseudo sobrenatural de hechos meramente humanos. La misma resurrección de Cristo, Jesús de Nazaret que le dicen los modernos, nos es presentada como experiencia personal de que estaba vivo.

Con los novísimos ya ni entro. Todos al cielo y punto. Que digo yo que si Dios es simple energía, lo del cielo será que nos convertimos en fotones, cosa que no me atrae especialmente.

Por supuesto todo esto se nos presenta como algo positivo, superador de viejos clichés, maduro, racional, lo que quieran. Pero es algo tan habitual, que está impregnando la teología, la catequesis la predicación.

Y claro, te llega un cura, no digo que sea yo, un cura, el que sea, y resulta que a lo mejor le da por afirmar que Dios es Padre, que es un ser personal, que su existencia y realidad pueden ser, son, perfectamente razonables. Y encima dice que eso de la autoayuda es paparrucha, y que menos introspección y más confesar y comulgar como se debe. Y que hay juicio, cielo, infierno y purgatorio, y Cristo es Dios, su palabra es palabra de Dios, los milagros son reales y la resurrección ni les cuento. Esto, la fe de la Iglesia, la de Trento, la que hizo tantos santos.

Cosas serias, pero que conviene predicar con casco: ¡qué vienen los nuestros!, que diría don Pio Cabanillas.  

Te puedes encontrar con misas presididas por laicos, confesionarios utilizados para guardar las bombonas de butano, librerías católicas con banderitas del orgullo gay, iglesias catalanas… ¡qué les voy a decir yo de las iglesias en Cataluña! Y no pasará nada. Evidentemente, no vamos a comparar.

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11:46

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