1. Cuando, novatos, ¡descubrimos que somos distintos!
Aunque ante el altar solo están los novios, no cabe duda de que ala familia llegan también los suegros, los cuñados, los sobrinos y toda una pléyade con la que no contábamos. Si esta situación es habitual en todos los matrimonios, aún más en la cultura española en la que los vínculos familiares son muy potentes y se mantienen a lo largo del tiempo. La injerencia de la familia propia y la política en los asuntos que conciernen al matrimonio puede provocar serias tensiones en determinadas circunstancias. Además, los cónyuges tienen la sensación de estar entre la espada y la pared, puesto que se deben tanto a sus mayores como a su pareja.
En estos casos, el diálogo es el arma más eficaz para solventar los problemas. Pero no se debe entender como un diálogo destinado a que el contrario entienda a la familia política, puesto que es poco probable que ocurra, sino a que el matrimonio acuerde unos principios básicos mínimos que no se podrán transgredir. Como las situaciones son dispares y se presentarán muchas veces a lo largo de la vida, conviene hablar de cada caso en concreto, como las vacaciones, el cuidado de nietos o las fiestas navideñas. En cualquier caso, es imprescindible no atacar nunca al cónyuge por los comportamientos de su familia.
3. Cuando el bebé no llega
Los matrimonios tardíos, el uso excesivo de anovulatorios en la juventud, los ritmos de trabajo y el nivel de estrés están generando una verdadera epidemia de parejas con problemas de fertilidad. Ese deseo por tener hijos en común que es positivo y afianza la relación, se puede convertir en unfoco de conflicto cuando, mes tras mes, ese hijo no llega, cuando se frustran los embarazos. La tristeza se puede hacer presente en la vida de ese matrimonio. Y de esa tristeza surge fácilmente la distancia puesto que, para no provocar más dolor, se evita mencionar un tema que sigue latente en los dos. En ocasiones,deriva en reproches, más o menos explícitos, hacia el otro, y puede acabar incluso con un matrimonio si no se sabe gestionar.
4. Cuando nacen los bebés
La llegada de un hijo suele ser un momento de extrema felicidad para un matrimonio y, sin embargo, también es un momento de tremenda crisis. Lo que pasa es que las parejas suelen adaptarse a los cambios que supone la paternidad con enorme alegría porque para ellos pesan más en la balanza los aspectos positivos. Pero no cabe duda de que supone un cambio radical en la vida de un matrimonio acostumbrado a ser dueño de su tiempo, a tenerse el uno al otro sin interrupciones, a tomar decisiones con bastante libertad. Todo cambia con los niños: ritmos, horas de sueño, planes posibles, tiempo disponible, gastos del hogar, prioridades. Puede que al matrimonio le cueste adaptarse, que tarden en comprender cuáles son sus nuevos roles y que los sincronicen.
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