Los hechos ejercen sobre nosotros una extraña e inevitable fascinación, porque se adornan con un prestigio engañoso. Roban a la realidad su escondida consistencia y la exhiben impúdicamente. No confundir los hechos con la realidad representa el inicio de toda sabiduría, por modesta que sea (…) Lo fáctico no es lo real, pero lo parece, por eso parece que la realidad es terca y rígida, incompatible con la fluidez de la deliberación y la innovación de la libertad.
Alejandro Llano
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