Ya he resuelto el asunto de qué regalar a mis padres en Navidad. Después de que mi madre rechazara la sugerencia de regalarles otro santo, me indicó que un perfume fresco y ligero sería una opción más de su agrado. ¿Y a Rodolfo? Vamos a llamarle así para ocultar su verdadero nombre.
La cabeza de mi madre se puso en marcha durante dos días y me ha llamado hoy por la tarde: “Mira, regálale dos números de lotería, y una botella buena de vino para la cena”.
Yo volví a sacar el tema de algún santo. Pero lo hice con poca fe en mi victoria. Así que el asunto está cerrado y este año no os pediré vuestra opinión acerca de los regalos. Si a mi madre le toca la lotería, me convertiré en el cura más rico de la Iglesia Católica. Pero, bueno, no adelantemos acontecimientos. Ya os lo contaré en el blog. Si me tocan mil millones, creo que lo de la canonjía en la catedral estará hecho.
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