Leemos en el blog de Jaime Nubiola:
Busco en Wikipedia sobre la generación Z y leo que «muchos de ellos son hijos únicos, lo que les convierte en seres muy diferentes de las generaciones anteriores. No significa que sean egoístas, individualistas o retraídos, sino que tienen una perspectiva diferente de la familia y las relaciones interpersonales. Ser hijos de padres que no quisieron más que un hijo les convirtió en personas con una óptica muy distinta del mundo que les rodea». Siempre se ha dicho —quizás injustamente— que los hijos únicos ven el mundo de manera distinta, pero los de esta generación —en buena parte hijos únicos o con un solo hermano— han sufrido además en un porcentaje considerable (quizás un 30%) el divorcio de sus padres: eso les lleva en muchos casos a desconfiar del matrimonio y de la institución familiar. «No quiero que mis hijos pasen por esto», se dicen.
Y en Wikipedia se añaden otros dos puntos que a mí me resultan todavía más inquietantes: «La generación Z da menos importancia a la carrera profesional y a los estudios formales», y unas líneas más abajo: «En su vida personal puede haber falta de comunicación». Sin duda muchas generalizaciones son falsas, pero toda esta caracterización genérica se aplica muy bien —al menos parcialmente— a muchos de mis alumnos. Mi percepción es que los jóvenes son efectivamente distintos y, sobre todo, que están gritando sin palabras que necesitan sentirse queridos por aquellos que aspiran a educarlos, sean sus padres, profesores o quien sea.

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