La diferencia entre toro manso y toro bravo es facilita. El manso ante el castigo, ante las dificultades, se echa atrás y se acula en tablas. El bravo se crece en el castigo, pelea más, se va al centro de la plaza y dice: aquí estoy yo. Esto es lo que los taurinos llaman “venirse arriba”: se crece en la dificultad, saca fuerzas de flaqueza, responde a la llamada del torero y se entrega en cada pase.
Así somos o podemos ser también las personas. Los hay que ante las dificultades se echan atrás, se repuchan, cobardean y acaban escarbando en tablas. Otros, cosas de cada uno, cuantas más trabas, más ganas. Es decir, “se vienen arriba”.
No es fácil ser cura en estos pequeños pueblos. En ciudades, en poblaciones grandes, al menos uno tiene asegurado un mínimo de respuesta en misas, reuniones y actividades pastorales. Así cualquiera. Salir a celebrar misa un domingo y encontrarte la iglesia llena, trescientas, cuatrocientas, quinientas personas, da gusto. Es que uno solo se anima. Convocar cualquier reunión y que acuda siempre un grupo, es cosa que da gusto. Otra cosa es en estos pueblos nuestros en los que llamas, convocas, tocas la campana, hablas con la gente… y te acuden uno, dos, tres… o nadie.
Vale. Es lo que hay. ¿Y qué se puede hacer? La solución fácil es irte a tablas, renunciar a dar pelea y decirte que no merece la pena, que total para dos o tres no tiene sentido, o menos aún si encima no acude nadie. Se acabó. Misa el domingo y si acaso.
El viernes acudí, como cada viernes, a uno de mis pueblos, Gascones. A las 17:30 expongo el Santísimo y a las 18 h. celebro la misa. Nadie. Una vez más, nadie. Pues miren por dónde, me vine arriba.
Toqué las campanas, preparé todo y a la hora prevista, exposición mayor del Santísimo con toda solemnidad. Qué digo solemnidad: luces, velas, incienso y el Tantum ergo que se cantó un servidor con todas sus ganas. ¿Solo? Sí, solo, pero no de Dios. ¿Y el tiempo de adoración? Pues un servidor. A la hora de la reserva llegó un matrimonio y hasta tuve después cinco personas en misa.
Cuento esto de “venirse arriba” porque estamos viviendo unos tiempos complicados como Iglesia. Si ya andábamos flojos, encima todo lo de los abusos que es el cuento de nunca acabar. No es extraño que mucha gente, sacerdotes también, se muestre cansada. Es agotador y podemos tener la gran tentación de renunciar a la pelea, mantener las cuatro cosas e ir tirando lo que dure la cosa. Lo comprendo.
Quisiera hacer un llamamiento a todos. No podemos resignarnos a la cobardía, el desánimo, el agotamiento y la definitiva desmoralización. No. Precisamente ahora, no. Justo este es el momento de venirnos arriba, en lo personal y lo comunitario. Momento, y más al empezar la cuaresma, de sacar fuerzas de flaqueza, rezar con ganas, celebrar con alegría, volcarnos con Cristo y con la Iglesia. Tiempo de acudir masivamente a las procesiones, los cultos dominicales y diarios, de mostrarnos como católicos y de dar testimonio de que, a pesar del pecado de los demás y del mío, somos de Cristo, de la Iglesia.
Un paso atrás, ni para tomar impulso. Las tablas para los mansos, los cobardes, los inseguros, los asustadizos, los resignados. Nosotros somos de Cristo. Las cosas están mal. No pasa nada. Justo porque no están bien, es momento de venimos arriba. Siempre.
Publicar un comentario