Santo de hoy - Manuel González García, Beato Obispo y Fundador (+1940 dC) - 04/01



Obispo y Fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nazaret

Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, beato Manuel González García, obispo sucesivamente de Málaga y de Palencia, que fue un pastor eximio según el corazón del Señor. Promovió el culto a la Sagrada Eucaristía y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nazaret (1940).

Manuel González García (Sevilla, 25 de febrero de 1877 - Madrid, 4 de enero de 1940), también conocido como Obispo del Sagrario abandonado o El Apóstol de los Sagrarios Abandonados, fue un sacerdote católico español, obispo de Málaga y de Palencia, y fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de la congregación religiosa de Misioneras Eucarísticas de Nazaret, beatificado el 29 de abril de 2001, por el papa Juan Pablo II. En la legislatura de 1918-1919 fue senador designado por el arzobispado de Granada.

Nació en el seno de una familia humilde y religiosa, en la calle Vidrio número 22, de la parroquia de San Bartolomé. Sus padres eran originarios de Antequera (Málaga). Su padre, Martín González Lara, fue carpintero y su madre, Antonia García, se ocupaba de la familia y el hogar. Tuvo 4 hermanos.

Ingresó en el Colegio San Miguel de Sevilla, donde se formaban los niños de coro de la Giralda. Antes de los diez años era uno de los seises de la Catedral de Sevilla, grupo de niños de coro que bailaban y cantaban al Santísimo en las solemnidades del Corpus Christi y de la Inmaculada.

Seminarista a los doce años, obtuvo calificación sobresaliente en todos los cursos y en todas las asignaturas. Fueron quince años de estudios, hasta llegar al doctorado en Teología y la licenciatura en Derecho Canónico.

Fue ordenado sacerdote por el Beato Cardenal Spínola, en 1901 en la Capilla del Palacio Episcopal. Celebró su primera misa el 29 de septiembre de 1901, en la iglesia de la Santísima Trinidad, consagrada a María Auxiliadora, a la que siempre se encomendó como mediadora.

En 1902 fue enviado, por el arzobispo de Sevilla, a Palomares del Río (Sevilla) para predicar una misión; se dirigió a la iglesia, la cual encontró sucia y abandonada. De rodillas, ante el sagrario abandonado, ante Jesús Sacramentado, Manuel González pensó en la cantidad de sagrarios abandonados que habría en el mundo, recibiendo la gracia carismática que transformó su vida y orientó sus obras eucarísticas.

Su primer cargo fue como capellán de la residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres de Sevilla.

El 1 de marzo de 1902 fue nombrado párroco de parroquia de San Pedro de Huelva, y desde el 9 de marzo, se hizo cargo. Durante 11 años vivió allí, hasta que fue preconizado obispo auxiliar de Málaga. En esta ciudad es conocido como «El Arcipreste de Huelva» en la cuál fundó las escuelas del Sagrado Corazón de Jesús junto con el abogado y maestro Manuel Siurot.

El 6 de diciembre de 1915 el papa Benedicto XV, lo nombró obispo auxiliar de Málaga, y al morir el obispo residencial, fue designado administrador apostólico y después obispo residencial de la misma diócesis.

La noche del 11 de mayo de 1931 una masa de gente azuzada, incendió el Palacio Episcopal de Málaga reduciendo a cenizas los tesoros archivísticos, artísticos y documentales, así como los de la mayoría de los templos y conventos de Málaga. El obispo salió in-extremis, junto a familiares y religiosas, por una puerta trasera del edificio en llamas, siendo descubiertos por los incendiarios. Pasada la noche en casa de un sacerdote diocesano, ante el clima de tensión y la falta de garantías por parte de las autoridades, el obispo salió de la ciudad, a la que jamás volvería, y tras permanecer refugiado en dos casas de campo de amistades, viajó hasta Gibraltar el 13 de mayo, donde lo acogió el obispo local, Richard Fitzgerald. Permaneció siete meses en Gibraltar, hasta que el 26 de diciembre de 1931, viajó hasta Ronda y luego a Madrid, desde donde rigió la diócesis desde 1932.

El 5 de agosto de 1935 el papa Pío XI, lo nombró obispo de Palencia. Fueron los cinco últimos años de su vida. Es allí donde conoció, en el Monasterio de San Isidro de Dueñas, a san Rafael Arnaiz. Todavía encontró tiempo para crear su última publicación periódica, la revista infantil Reine, desde su nueva sede diocesana.

Falleció en el Sanatorio del Rosario, en Madrid, el 4 de enero de 1940. Fue sepultado en la Catedral de Palencia en la capilla del Santísimo, bajo la inscripción sepulcral que él mismo dictó: «Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!»

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