Es la gran solución del momento. Problemas con el tejado de la parroquia de san Sisebuto, deudas de la diócesis de Villajoyita Linda, ausencia de vocaciones en las Társilas, falta de presbíteros en la zona de Ruralia de Arriba, disminución de fieles en las misas dominicales, desplome del número de bodas y bautizos.¿Solución? Parchear para salir del paso y que lo arregle el siguiente.
Tengo la sensación de que es lo que venimos haciendo desde hace unos cuantos años. Un arreglo para quitar las goteras más urgentes en san Sisebuto, el enésimo crédito para Villajoyita, crear la asociación de laicos de espiritualidad társila, suprimir misas y mandar laicos para que celebren la palabra los domingos en Ruralia, quitar misas también en la ciudad y en cuanto a bautizos y bodas mejor pocos pero bien preparados, cosa que no se cree ni el más optimista.
Vale. Hasta ahora nos ha valido y hasta nos hemos creído que seguimos sin novedad, señora baronesa: “Sólo pasó que un rayo cayó anoche y del palacio hizo un solar, y que después lo que quedaba, se lo ha llevado el huracán. Por lo demás, esto es un paraíso". Pues sí, un paraíso total.
Y hasta ahora, a base de apuntalar como sea, el edificio, milagrosamente, se mantenía en pie.
El problema es que la cubierta de san Sisebuto se ha venido abajo, en Villajoyita han embargado hasta el solideo del obispo, la última Társila tiene 97 años, en Ruralia acaba de marchar para la residencia sacerdotal el último presbítero de la zona y hace años que nadie pide una boda o un bautizo. Los padres Veremundos, que a veces ayudaban algo, han cedido el colegio a una asociación de padres y los dos religiosos que aún quedaban, nonagenarios, no recuerdan ni sus nombres.
Esto no se soluciona reconvirtiéndonos en ONG, haciendo una apuesta formal por la ecología, montando un comedor social en la parroquia y organizando un encuentro fraterno.
En esta difícil solución, y en diez años más que difícil agónica, mi personalísima opinión iría por estos derroteros:
1. Reconocer de una vez que esto se nos ha ido de las manos. No podemos volver a eso de que todo va bien: “Todo acabó; ni a los bomberos les queda nada que hacer ya. Por lo demás la cosa está tranquila. No hay novedad, no hay novedad". Es que mientras sigamos convencidos de que esto es una maravilla no habrña forma de solucionar nada.
2. Necesitamos recuperar la unidad de fe, moral y liturgia. Es imposible que se matenga con seriedad una institución en la que vale absolutamente todo. Nos está matando el relativismo unido a un buenismo según el cual, con tal de que no se nos marchen o de que alguien venga, tragamos con carros, carretas, sapos y culebras.
3. Es fundamental la primacía de la gracia. La vida sacramental y de oración ha de estar en el centro de la Iglesia. Y tranquilos, que cuanto más se reza, más nos confesamos y más vamos a misa, mejor están atendidos los pobre. A las pruebas me remito. ¿Conocen a alguien con una vida más entregada a los pobres que santa Teresa de Calcuta? ¿Conocen a alguien que se haya tomado más en serio su vida espiitual que ella? Pues eso.
Creo humildemente que mientras no se toquen esos tres puntos no tendremos nada que hacer. Más aún, las pocas parroquias que se van desarrollando con gran vitalidad, así como los seminarios y casas religiosas que mejor se van manteniendo por ahí andan: fidelidad a la doctrina y vida de gracia. Y al revés: los que se han dedicado a la cosa de la solidaridad relativizando la doctrina y colocando la vida de oración y sacramental como simple añadido, en caida libre.
Me temo que seguiremos sin aprender.
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