El Ave Fénix de la Vendée: Reynald Secher

El despertar de un indiferente

Descendiente de una tradicional familia bretona y vendeana de 10 hermanos, Reynald Secher nació en 1955 en la pequeña comuna de La Chapelle-Basse-Mer (a 18 km. de Nantes) con el estigma de ser un ‘vendeano’, es decir, un vil traidor a los ‘beneficios’ de la Revolución Francesa. Por ello, cuando su profesor de historia de la Sorbona, el Dr. Jean Meyer, le propuso estudiar el levantamiento contrarrevolucionario, el joven estudiante, bajando la cabeza, respondió secamente: “No”. Luego, tomando aire, le explicó que, por razones intelectuales y familiares, prefería profundizar otro tema, ya que se sentía un poco ‘culpable’ por la traición a la República efectuada por sus ancestros. En efecto, para este principiante, la rebelión vendeana se reducía a repetir el relato oficial del momento: una guerra civil que había dividido a los franceses, con excesos de un lado y del otro. Además consideraba el tema como antiguas historias familiares, trapos viejos que se quemaban dentro y que nadie contaba fuera del círculo íntimo, pues, en su caso, implicaba abrir una vieja herida: parte de su familia había sido masacrada por los republicanos en la capilla de Les Lucs sur Boulogne. Punto final.

Pero el Dr. Meyer no se dio por vencido, y le propuso que, al menos como vendeano nato que era, le ayudase en la búsqueda de documentos y testimonios, pues, hasta ese entonces, no había estudios serios sobre la rebelión. ¡Y qué mejor, -le insistió el profesor- que comenzar por los legajos de tu propio pueblo La Chapelle-Basse-Mer!, por donde las columnas infernales habían pasado haciendo estragos. Sin poder negarse a colaborar en la búsqueda de la verdad histórica, el alumno aceptó el desafío sin mucho entusiasmo, aunque con la convicción interior que haría algo por sus antepasados.

De inmediato el joven licenciado puso manos a la obra, con el gran ‘pro’ de ser conocido por todos en su pueblo. En poco tiempo desde el alcalde hasta el último anciano del campo se enteraron que el “petit-Secher” estaba investigando sobre la guerra de la Vendée. Todas las puertas se le fueron abriendo de par en par, el alcalde le dio directamente la llave de los registros municipales de la época para entrar cuando quisiera, el cura se puso a trabajar a su lado con los libros parroquiales, los empleados municipales le proveyeron los catastros, los campesinos lo invitaron al lado de la chimenea para contarle sus historias familiares… Poco a poco las escamas de incredulidad fueron cayendo frente a la evidencia, pues todo lo que los viejos vendeanos le contaban junto al fuego como anécdotas de vida y de muerte, estaba refrendado en los documentos que iban saliendo a la luz.

Con gran estupor comprobó que la memoria popular estaba intacta y más viva que nunca. En lo que los sociólogos llaman “la conciencia colectiva” había dos fechas indelebles, que nadie podía olvidar: 10 y 17 de marzo de 1794. Toda la gente que encuestó sabía que en esos días las columnas del Terror habían masacrado a mujeres, niños y ancianos en la capilla del pueblo; para continuar destruyendo las casas y quemando los campos. Nadie sabía de números exactos pero el hecho era innegable.

En efecto, el párroco le mostró los registros de bautismo de la época para tener una idea de la población: de 3250 habitantes en todo el pueblo, más de 800 habían muerto entre el 10 y el 17 de marzo, confirmados por las actas de difuntos; las mismas revelaban que un 75 % de los fallecidos eran mujeres, niños y ancianos. Así, una primera cifra concreta comenzó a dibujarse, comprobando la gran masacre de su gente. Pocos días después el mismo alcalde le proveyó de un documento, obtenido por otro aldeano para el ‘petit Secher’, nada menos que el catastro de la época antes y después de las fatídicas fechas. De un total de 968 casas y granjas del pueblo, 363 fueron quemadas y destruidas por las columnas infernales, es decir, ¡un tercio!

Todo esto terminó siendo el puntapié inicial de su primera tesis doctoral[1] sobre La Chapelle-Basse-Mer, defendida en la Sorbona en 1983. Pero el reciente ‘Doctor Secher’ no se quedó de brazos cruzados y decidió seguir investigando seriamente las masacres vendeanas, aplicando el mismo método de búsqueda por registros y utilizando en más del 90% fuentes y documentos exclusivamente republicanos y oficiales. De hecho, lo que aprendió de su pequeña comuna lo aplicó años después, en una segunda tesis doctoral[2] también defendida en la Sorbona, a más de 110 pueblos y ciudades de toda la Vendée Militar llegando a cifras escalofriantes, para concluir que los crímenes perpetuados por los revolucionarios bien podían denominarse un verdadero “genocidio vendeano”.

Terrorismo de Estado (del verdadero)

A medida que el número de muertos crecía en su investigación, hubo tres preguntas que le surgieron sin tener respuesta en los documentos oficiales: ¿Quién? ¿Cómo? y ¿Por qué? se perpetraron estas masacres.

Secher llegó solito a la conclusión que los crímenes fueron perpetuados por el ejército francés, como autor material, cumpliendo órdenes de sus generales, que a su vez dependían del Comité de Salud Pública, organismo creado ad hoc por los diputados de Convención Nacional para ejecutar el plan de exterminio de la población vendeana con todas las de la ley. Es decir que el propio Estado en sus más altas esferas había planeado, redactado y ejecutado una matanza generalizada contra sus mismos compatriotas.

Para demostrarlo, nuestro investigador se zambulló en los Archivos Nacionales de París y logró fotografiar los originales de los cuidadosamente enterrados decretos del Comité de Salud Pública, firmados en su mayoría por Maximilian Robespierre, y refrendados por el voto de los diputados de la Convención Nacional. Encontrando al menos 3 decretos específicos para la Vendée donde se ordena oficialmente el exterminio de su población poniendo en acción una mecánica terrorista sin marcha atrás: deportación forzada de mujeres y niños (Ley del 1 de agosto de 1793) que finalmente fueron aniquilados in situ; exterminio de todos los “bandidos” con la consiguiente destrucción de sus casas y de todo medio de subsistencia (Ley del 1 de octubre de 1793); renombrar el departamento de la Vendée como: Vengé, es decir, tierra Vengada (Ley del 7 de noviembre de 1793).

Y como para llevar a cabo el macabro plan se necesitaban soldados con verdadera “obediencia debida”, de un saque cambiaron toda la cúpula del ejército francés, compuesto hasta el momento por milicias afines al Ancien Régime, descabezando a todos los generales para reemplazarlos por oficiales ‘bien pensantes’, es decir, por jefes favorables al plan de exterminio masivo y dispuestos a concretarlo.

Como muestra valga el famoso caso del general alsaciano José Westermann, quien luego de su victoria en Savenay informó al Comité de Salud Pública: “Compatriotas republicanos, La Vendée ya no existe. Murió bajo nuestros sables libres, con sus mujeres y niños. Yo la enterré en los pantanos y bosques de Savenay. Siguiendo las órdenes que vosotros me disteis, he aplastado a los niños bajo las patas de los caballos y masacrado a las mujeres que al menos no parirán más bandidos. No tengo un sólo prisionero que reprocharme: los he exterminado a todos… los caminos están cubiertos de cadáveres, y abundan en varios sitios formando pirámides. Pero los pelotones de fusilamiento aún trabajan incesantemente en Savenay, porque a cada momento llegan bandidos que pretenden rendirse como prisioneros. ¡Y ya no tomamos más prisioneros! Estaríamos obligados a alimentarlos con el pan de la libertad, pero la compasión no es una virtud revolucionaria. A confesión de parte…

También fotografió la nominación del republicano Louis-Marie Turreau, nombrado general a fines de noviembre de 1792, quien sin perder tiempo se dirigió a París para intercambiar ideas con el Comité de Salud Pública. En aquella oportunidad, Turreau presentó su plan de aniquilamiento con doce columnas móviles, autodenominadas “infernales” para incendiar toda la región y convertirla en un verdadero infierno. Su propuesta fue aceptada y validada por dicho Comité, sin mayores inconvenientes, el 6 de febrero de 1794.

Ahora bien, ¿cómo matar el máximo de gente, en poco tiempo y con el menor costo posible? El investigador Secher no se anduvo con vueltas y fue directamente al grano mostrando cómo la ciencia estuvo al servicio de la muerte con los diferentes métodos aplicados sobre los rebeldes. Ya sean los tradicionales, como golpes secos en el cráneo o la guillotina, más conocida como la “navaja nacional”, sin olvidar los fusilamientos que resultaron lentos pues había que ejecutarlos individualmente. Entonces se pasaron a inventivas de gran escala, encerrando gran número de víctimas en una iglesia para luego fundirla a cañonazos o prenderla fuego. También se innovó con técnicas modernas para la época, como minar parte del territorio odiado, contaminar el aire con gas químico o envenenar los ríos de arsénico. Mas, como el viento o el agua no hacían acepción de personas a favor de los republicanos, tuvieron que optar por los ahogamientos colectivos en el Loire… acompañados de prácticas perversas como ser los “matrimonios republicanos”, donde ahogaban atadas a dos personas desnudas y en posiciones obscenas, preferentemente la madre y su hijo, el hermano y la hermana, un sacerdote con una religiosa.

Los ahogamientos de Nantes bajo la Revolución por Joseph Aubert (1849-1924)

A lo largo de su tesis, el Dr. Secher demostró fehacientemente cómo todo tipo de exterminación masiva fue aplicada a los vendeanos, con el plus escabroso de que sea la misma víctima quien pague su propia ejecución. Después de todo, los prisioneros implicaban un gasto no menor para la República: alquilar un lugar, darles comida, pagar a los guardias, trasladarlos, etc.; además del sueldo de los verdugos y la compra de pólvora para los fusiles. Por lo cual se decidió confiscar los bienes muebles e inmuebles de ejecutado, como también la incautación de sus joyas, medallas o vestimenta, especialmente en el caso de ser nobles, de ahí que la mayoría de los condenados se presenten semidesnudos; amén de arrancarle los preciados dientes, rasurarles la cabellera para la confección de pelucas, sin desperdiciar la piel que luego de curtirla les proveía de buenos pantalones y botas de cuero humano y hasta la grasa de la víctima fue aprovechada luego de ser hervida en grandes calderas. Realmente hay que tener estómago para investigar estas atrocidades sin desfallecer en el intento.

Piel curtida de un vendeano expuesta en el Museo de Ciencias Naturales de Nantes.

 

Del genocidio legal al memoricidio oficial

Como si fuera poco, Reynald Secher, como buen jurista y abogado que también es, llegó a la conclusión paradójica que dicha exterminación fue totalmente “legal”, siendo el único caso en la historia moderna en que la decisión de matar a una parte de la misma nación fue planificada y ejecutada por el Estado, compartiendo la responsabilidad entre el Comité y la Asamblea. Matando a gente no por lo que había hecho, sino por lo que era o creía: el status de vendeano implicaba de hecho ser monárquico y católico, ergo, enemigo de la República y merecedor de la muerte.

Para peor, nuestro investigador se atrevió a caratular la matanza como el primer “genocidio”, pues el caso de la Vendée, fue claramente la exterminación parcial de un grupo de personas por razones políticas y religiosas. Hecho que desencadenó el odium plebis de toda la élite intelectual francesa y, por supuesto, de los “Hermanos Mayores en la Fe”, que aplican el término exclusivamente a sus cofrades de Auschwitz.

Ahora bien, luego del crimen, necesariamente surge su silenciamiento ocultando toda evidencia de prueba, para llegar a la etapa final de “negacionisimo” y terminar en lo que Reynald llama: “memoricidio oficial”. No solamente el hecho no existió sino que con el pasar de los años, el relato oficial logró invertir los cargos: las víctimas se transformaron en verdugos y los verdugos en héroes de la libertad… de ahí el sentimiento de culpa vendeana que Secher tenía en su juventud al haber crecido con esa versión. En resumen, con el genocidio y el memoricidio el Estado acabó “asesinando dos veces a la Vendée”.

Su aporte ha sido tan importante que el diputado conservador Dominique Souchet y varios otros, propusieron en el 2007 y en el 2012 ante la Asamblea Nacional el reconocimiento oficial del genocidio vendeano. “Siempre les recuerdo -nos dice el historiador- que las leyes de exterminación y aniquilamiento del 1 de agosto y del 1 de octubre de 1793 jamás fueron abrogadas. Y es lamentable, y hablo efectivamente como ciudadano, que nuestro país conserve en el seno de su arsenal jurídico leyes genocidas”. Por eso mismo, el Dr. Bruno Retailleau junto con otros colegas, el 23 febrero de 2012 presentaron en la cámara del Senado una ley para que ambos decretos sean revocados. Lo cierto es que hasta el día de hoy las dos propuestas políticamente incorrectas no han tenido respuesta, aunque la batalla continúa pues Secher no ha bajado los brazos y se ha convertido en una referencia internacional.  

El precio a pagar

Por cierto, su tesis no le salió gratuita ya que en plenos preparativos para los festejos oficiales por el Bicentenario de la Revolución Francesa (1789-1989), publicar que el Estado francés había sido el autor de una masacre generalizada contra sus mismos compatriotas, no era muy feliz que digamos, amén de aguarle las fiestas nacionales al establishment universitario. No por casualidad, 15 días antes de la defensa entraron a robar a su casa dando vuelta todo de arriba para abajo, sin olvidar de llevarse la computadora, incluida su tesis doctoral impresa… ¿ladrones de élite o por encargo? A los pocos días un llamado telefónico anónimo del rectorado, lo invitó a ser más ‘prudente’ y a tener un encuentro amical en un café. Sin revelar la identidad, un hombre le aseguró conocer el contenido de su tesis, recomendándole que no la defendiera, pues en ese caso: “Se le darán 500.000 francos y un puesto en la Universidad. Si lo rechaza, recuerde que “vous serez emmerdé toute votre vie” (en buen romance “lo joderemos de por vida”, o si prefiere, en argentino básico, “le vamos a c… la vida”).

Como si nada hubiese pasado, nuestro historiador obtuvo exitosamente su segundo doctorado en París con “mención de honor y felicitaciones del jurado”. Aunque al poco tiempo sus contratos en la enseñanza pública, sea a nivel secundario como universitario, fueron rescindidos. Y como padre de familia de cuatro niños: “Me encontré sin dinero -nos recuerda-, endeudado y sin el sueldo de profesor; en cuanto a mi carrera universitaria, fue definitivamente truncada. Me postulé más de 20 veces, sin tener ninguna chance de ser elegido a causa de mi apellido y de mi obra”.


Sin embargo a Reynald nada lo amedrentó, sino que por el contrario, se envalentonó profundizando más aun el tabú vendeano. Para ello tuvo que crearse su propia editorial, pues fue declarado persona non grata en las editoras oficiales, en las privadas y, por cierto, también en las católicas. Se propuso además llegar a todos los ámbitos y niveles, con libros dirigidos no sólo a eruditos universitarios. Así, también escribió novelas históricas para un público variado, y hasta publicó una enorme serie de más de 30 Historietas, ‘Bandes Dessinées’, para niños y jóvenes, de todos los grandes héroes y santos que forjaron la Francia católica como Hija Mayor de la Iglesia. 

Salvataje in extremis

Ahora bien, el célebre Dr. Secher no solamente es un ratón de biblioteca consagrado a desmitificar con su aguda pluma el estigma de los “bandidos” vendeanos, sino que también se ha dedicado al pico y a la pala, convirtiéndose en capataz de la construcción de un Memorial, todavía sin acabar, aunque por cierto bastante avanzado, en el cual se le está yendo la vida.

Reynald comenzó con el salvataje de la pequeña capilla de su pueblo del siglo XI, Saint-Pierre-ès-Liens, verdadera reliquia histórica que había sido testigo milenario de varios acontecimientos, especialmente durante la Revolución Francesa. Época en la cual se la expropió para venderla como “bien nacional” a un notario del pueblo, el Dr. Vivant, que de inmediato la devolvió a la Iglesia; renacionalizada por la fuerza, fue comprada una segunda vez por la misma familia, que habiendo aprendido la lección, cedió su uso al párroco evitando así, una tercera expropiación.

Creían haber salvado la iglesita, cuando el 17 de marzo de 1794, apareció la columna infernal del Gral. Le Cordelier que la transformó en cárcel encerrando allí a más de 80 vendeanos que terminaron quemados vivos dentro del templo. Mal restaurada durante el siglo XIX, amén de la falta de mantenimiento, la capilla martirial cayó en ruinas y, peor aún, en el olvido de las generaciones y de la Iglesia. Condenada por la Municipalidad a ser destruida debido al peligro de derrumbarse, se comunicó la mala nueva al obispado de Nantes, que no mostró ningún interés por rescatarla. Sin embargo, apareció en el momento justo el hombre providencial, Reynald Secher, que la compró de su propio bolsillo el 13 de mayo de 1992.

 

La capilla en el estado en que la compró Secher en 1992 y cómo la dejaron dos años después.

La prioridad urgente fue evitar que el estado la destruyera definitivamente, por lo cual durante el verano del año siguiente el nuevo propietario y algunos amigos ganaron una verdadera carrera contra el reloj, limpiando el lugar de las inmundicias, talando árboles, sacando plantas de raíz, etc. pues la naturaleza se había adueñado del lugar, además de erigir nuevamente el pequeño campanario. Para finales de agosto, bastante extenuados pero felices del salvataje efectuado, tuvieron su cuota de recompensa al ver llegar a los habitantes de la zona emocionados por haber salvado la capilla de su infancia.

Proyecto a pulmón juvenil

La gran sorpresa fue que ya en esa primera etapa de la obra, encontraron restos de las fundaciones de una antigua sacristía, un presbiterio, una cripta e incluso, un claustro del siglo XII que ni imaginaban. Enseguida al plan inicial de restaurar la iglesita, se sumó el proyecto de erigir todo el conjunto edilicio para levantar allí un Memorial de los mártires y héroes contrarrevolucionarios, propuesta que fue secundada por los familiares, amigos y alumnos de nuestro profesor. Quien, para llevarlo a cabo, creó la asociación “Memoria del futuro”, con todo un programa de por vida.

Con lo cual, cada verano desde hace 25 años, “el Doctor Secher” se encuentra a la cabeza de más de 70 jóvenes voluntarios, de todo tipo y condición (futuros ingenieros, abogados, militares, estudiantes de literatura, etc. de entre 18 y 30 años) que se transforman en albañiles para levantar el proyecto con el sudor de su frente. Asombrosamente dejan a un lado familia, libros y celulares, para trabajar gratuitamente de sol a sol y durante sus vacaciones de verano; y lo más increíble aun, hay un gran porcentaje de ‘reincidencia’.

Dos o tres días de instrucción bastan para ponerse manos a la obra, donde puede tocarles cualquier tipo de oficio, como nos cuenta la joven Maxélande: “al principio seleccionaba piedras según el tamaño para simplificar la labor de los albañiles, después me trepé al techo a poner tejas en la capilla. ¡Estoy feliz de haber subido allí! Es un patrimonio, es toda una historia… Es así, con pequeñas cosas, que se realizan las grandes obras”.

 

Por supuesto que también hay lugar para la mística: con la Misa latina celebrada cada mañana por los monjes de Lagrasse o por algún otro kamikaze de paso por allí y el rezo del Rosario al atardecer; y para la mástica: ya que el aspecto gastronómico está cuidadosamente asegurado con un buen almuerzo y hasta una siesta incluida bajo los viñedos, como nos lo confirma Pierre, un joven marino de Saint Malo: “Es mi primer año en la obra y me apasiona el hierro forjado, vale la pena volver para superarse en el trabajo duro de cada día y por la buena cocina”. La dura jornada suele terminar con una suculenta cena y un fogón amical de recompensa. Martín que viajó desde Burdeos nos resume su impresión: “En pocas palabras aquí todo es bello, bueno y verdadero”.

Todo encuadrado en un ambiente sano y santo que contagia virtudes y entusiasma a la juventud; no por nada ya son más de 1400 jóvenes quienes han pasado por la obra a lo largo de tantos años. Incluso, los veranos laboriosos han sido fuente de una quincena de vocaciones religiosas y de más de treinta matrimonios. ¡Y hasta ya hay hijos de los primeros voluntarios que hoy día hacen de albañiles, imitando a sus papás hace más de 20 años! Sin duda algo increíble que la segunda generación se encuentre en el mismo lugar, para seguir adelante con la obra y, sobre todo, con el mismo espíritu inicial.

Pinturas y esculturas para el futuro

Ahora bien, ¿cuáles son los resultados? Las fotos hablan por sí solas del conjunto armonioso que, al mejor estilo medieval, hace imperceptible el trabajo individual de hormiga, para destacar la labor y el éxito colectivo de dos generaciones. La capilla fue lo primero en terminarse, actualmente están erigiendo el claustro con cuatro criptas abovedadas de 70 m2. También se ha finalizado con el techo de la gran sala de 100 m2 dedicada propiamente al Memorial y otra más pequeña que acogerá, nada más y nada menos que las estatuas en tamaño natural de los siete generalísimos: Cathelineau, Bonchamps, La Rochejaquelein, Lescure, D´Elbée, Stofflet y Charette.

 

Mientras tanto el célebre retratista Robert Prouty está llevando a cabo una mega obra de arte en pintura sobre tela de 50 m. de largo x 2 m. de alto para la gran sala donde se conmemorarán los hechos más importantes de la revolución y contrarrevolución.

El artista elegido es famoso por haber desarrollado con la tradicional técnica de pintura al óleo, un estilo realista propio, especialmente en los retratos, captando en poco tiempo los trazos esenciales de sus modelos con un dominio magistral de la luz natural.

La realización de esta titánica obra consta de 18 escenas minuciosamente seleccionadas por nuestro historiador que van desde el 20 de junio de 1789, con la toma del poder por el Tercer Estado, pasando por el asesinato de Louis XVI y la gesta vendeana, hasta la defensa de la tesis de Secher en la Sorbona en 1985, hito que marca un giro decisivo en la comprensión e interpretación de la guerra contrarrevolucionaria.

La obra tiene por finalidad -nos recuerda Reynald- honrar la memoria de los hombres, mujeres y niños que, en nombre de la libertad, especialmente la libertad de creer, decidieron levantarse y resistir al sistema totalitario y mortífero de Robespierre y compañía”. Al fin de cuentas, el Memorial es la conclusión de la investigación de toda su vida, o más bien, su sueño casi casi hecho realidad. “Es una especie de pago de mi diezmo -nos confiesa-, en reconocimiento a la fe martirial de nuestros antepasados”.

Nosotros podríamos decir que es el ave fénix del genocidio y del memoricidio vendeano, pues el “gran Secher” lo ha levantado literalmente de las cenizas, para resucitar a quienes el Estado asesinó dos veces con la intención de enterrarlos para siempre.

¡Que Dios nos conceda vida para verlo terminado! y así un día, poder honrar de pie las estatuas de los gigantes que hicieron historia, e invocar de rodillas a los mártires en Saint-Pierre-ès-Liens.

Marie de la Sagesse Sequeiros, S.J.M.

Bibliografía consultada

- L´Homme Nouveau, Hors-série, n 28. L´Église dans la tourmente des Guerres de Vendée. p. 57-59.

- France Catholique, Saint Pierre ès Liens, pierres vivantes. Mémorial des martyrs de Vendée, 21 avril 2017, n 3536, pp. 8-13

- Sitio oficial de la asociación: https://www.memoiredufutur.fr/

- Conferencia del Dr. Reynald Secher el 7 de julio del 2017 en la Vendée: https://www.youtube.com/watch?v=z66PqYqkimY


[1] « Anatomie d’un village vendéen : la Chapelle-Basse-Mer. Essai sur les notions de légitimité et de légalité » Ed. Perrin, 1986.

[2] « Contribution à l’étude du génocide franco-français : la Vendée-Vengé » Ed. Presses Universitaires de France, 1989.


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