Y dale y dale con la monserga de las misas franquistas. Mañana es veinte de noviembre, aniversario de la muerte de Francisco Franco, y con ese motivo parece que familiares y amigos han decidido algo tan común en el catolicismo como encargar una misa por su alma. Piadosa y benemérita decisión que honra a quienes la toman.
En la Iglesia católica es normal celebrar misas por los difuntos. Por los de ahora y por los de antes. Agustino fui en el monasterio del Escorial y allí se siguen celebrando misas por su majestad el rey Felipe II, por ejemplo, y eso que hace siglos que falleció.
Ningún sacerdote medio normal, siempre hay penosas excepciones, se niega a celebrar una misa en sufragio por un difunto sea este Francisco, Dolores, Miguel, Indalecio, José Antonio, Pilar o Pablo. Sea quien sea, es encomendado a la misericordia de Dios y punto final. Ningún sacerdote medio normal admitirá, digo yo, en una misa y dentro del templo, ni una bandera de falange, ni la republicana, ni la hoz con su martillo ni el puño y la rosa o los lacitos amarillos, aunque estos parece que, para algunos mosenes, son perfectamente litúrgicos.
Como el mundo está lleno de necios y mala leches, no podían faltar los de la mal llamada memoria histórica, quizá mejor histérica, rasgándose las vestiduras y pidiendo a los obispos “que no se celebren las misas católicas de exaltación del dictador Francisco Franco”. Pero qué exaltación ni qué leches. Si es que ni entendemos ni queremos hacerlo. La misa es lo que es, y si a la salida los asistentes quieren cantar el Cara al Sol, Prietas las filas, La Internacional o irse de vinos, a mí que narices me importa. A ver si va a ser responsabilidad de la Iglesia también que un señor a la salida de misa de doce se vaya a comprar pasteles de postre con lo que eso podría suponer de fomento de la obesidad infantil.
Lo grave de todo este asunto no es que se celebren misas. Es peor, mucho peor, encontrarte con iglesias, parroquias, que se niegan en redondo a ello. Por ejemplo, los jesuitas de Serrano, y eso que los jesuitas tanto le deben. Se llama ser desagradecidos y ahí me quedo.
Religión Digital, según es ya costumbre, ofrece hoy, y en cabecera a estas horas, un par de artículos dedicados al asunto. En uno de ellos, al igual que hace el diario “Público”, nos ofrece una lista de templos en los que se va a oficiar una misa por el eterno descanso de un difunto llamado Francisco, y a las que, en evidente ignorancia del asunto, o maldad sobre el mismo, porque en Religión Digital deberían distinguir, se refieren como misas de exaltación del franquismo o que contravienen la ley de memoria histérica (sic).
Interesante las listas de lugares y templos, que no dejan de ser una forma de señalar objetivos ahora que están las cosas como están y peor que se pueden poner. Algo tan simple como decir: “pues hay lugares con misas franquistas, de exaltación del franquismo, que van contra la ley de memoria histórica…” Oigan, que a lo mejor hay suerte y se animan unos cuantos anti franquistas o anti sistema o chalados comunes y se van a soltar unas leches, a gritar o aunque solo sea a dejar unas pintadas democráticas.
En la lista falta Braojos. Que lo pongan. Mañana no voy a celebrar la misa por Francisco simplemente porque tengo otras intenciones ya comprometidas y, además, nadie me lo ha pedido. Pero dicho esto, servidor no tiene ningún problema en celebrar una misa por el alma de Francisco Franco, el rey Alfonso XIII, la señora Tiburcia o Pepe el manco. Y cuando acabe la misa, fuera del templo parroquial, me da igual que canten y bailen la marcha real o el himno de Riego, se tomen unos vinos o decidan jugar a la pídola. A ver si nos aclaramos de una vez.
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