La Iglesia católica, hasta donde uno llega, tiene notas, que no adjetivos. Es, o era al menos hasta ahora, una, santa, católica y apostólica. Con eso nos basta y nos sobra. No voy a andar explicando cada nota porque doctores tiene la santa madre Iglesia y catecismo al uso que lo harán mejor que un servidor.
Lo malo del asunto es cuando prescindimos de las notas y nos metemos en un berenjenal de adjetivos para hacer que la Iglesia sea lo que nunca fue, convertirla en lo que jamás soñó y manipular la eclesiología hasta extremos que harían palidecer a cualquier niño de primera comunión con catequesis de la de antes.
Tuvimos tiempos de Iglesia de base, cosa que nunca llegué a entender qué quería decir. Bueno, sí que se entendía todo, porque la Iglesia de base, de altura, hipotenusa o cotangente, con la famosísima y desprestigiadísima alusión al estar con los pobres, lo que pretendía era dar carta de naturaleza a la Iglesia de unos pocos autodenominados profetas convertidos en los infalibles y con ínfulas de intocables, con la más que estudiada pretensión de hacer un sayo no de su capa sino de la capa de los demás. Facilito: somos la base, ergo perfectos e indiscutibles y todos los demás la altura que busca privilegios y estar con los ricos. Y esto, aunque los que estaban o estábamos con los ricos nos pasábamos la vida atados a la parroquia mientras que a los de la base se les iba su tiempo de aeropuerto en aeropuerto, de congreso en experiencia y de comisión en coordinadora, aunque siempre en favor del pobre.
Curiosamente, apoyados por buena parte de la jerarquía más que por convencimiento por comedimiento, no sea que nos tachen de conservadores. Y eso no. Antes muertos.
Ahora de lo que se habla es de Iglesia en salida. Quizá es que la Iglesia de la evangelización de América, por ejemplo, no estaba de salida. Iglesia en salida.
Quisiera un servidor primeramente saber de dónde sea menester salir, o que inveteradas costumbres fuera necesario abandonar. Yo creo en una Iglesia en salida que abandone la liturgia creativa, la catequesis del consenso y la moral del ya veremos.
Me gustaría llegar a la unidad de fe, de celebración y de moral. Estaría encantado en salir del puro voluntarismo para llegar a la santidad por la gracia. Quisiera sentirme miembro de una Iglesia universal, que busca extender la fe en Cristo el Señor y llamar a todos a la conversión. Feliz Iglesia que hunde sus raíces en el testimonio de los apóstoles y se nutre de la riqueza de la tradición más evangélica.
Si se trata de salir del relativismo para llegar a una Iglesia viva, una, santa, católica y apostólica, servidor se apunta el primero a la Iglesia en salida y está loco por llegar ahí. Pero me barrunto que la cosa va por otros derroteros. Me malicio que es justo al revés, que los de la base ahora se llaman en salida pero que solo cambian el collar y la etiqueta. Se cambia el palabro para que parezca nuevo, pero es más viejo que la tos. En el fondo es cargarse la Iglesia con torpedos del calibre 533 que explotan en la unidad, porque todo es relativo, todas las religiones válidas y en la Iglesia se hace imprescindible un pluralismo de taifas. Obuses del 155 que se carguen la gracia para que todo sea introspección, sanación interior y actitud positiva. Granadas antitanque contra la catolicidad, ya que convertir infieles ahora es proselitismo del malo. Misiles mistral que se cargan el origen apostólico y el magisterio actual en aras de una libertad consistente en dejar al fiel in puribus para hacer con él, doctrinalmente hablo, lo que parezca conveniente.
A un servidor le parece que lo de la Iglesia en salida, por más que se edulcore con lo de la libertad, los pobrecitos pobres y la solidaridad universal, es, en el fondo, peor que una bomba nuclear que acaba arrasando la fe por generaciones y generaciones. Y no es que pueda pasar. Es que está pasando.
¿Iglesia de los pobres? ¿Iglesia en salida? Sí. Me apunto. Bajo el patrocino y con el ejemplo de san Juan Pablo II y santa Teresa de Calcuta. ¿Vale?
Acabo de ganarme, una vez más, el título de carca, ultramontano e infocatólico. Cosa que me tiene, como pueden comprender, nada preocupado. Al revés.
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