Una vida sin freno

Si alguien piensa todavía que la lucha por la santidad es aburrida y que el vicio es una aventura mucho más apasionante, le recomiendo que lea este libro… y descubrirá lo que es de verdad vivir una vida desenfrenada, una vida que no puso ningún freno al amor
Ayer tuve la gran alegría de que me invitaran a presentar el libro “Chema Postigo, el hombre que hizo volar su corazón”, un hombre corriente, como le definió su mujer, Rosa Pich-Aguilera. Sí, sobre la marcha convinimos que seguía siendo su mujer porque el amor, cuando lo ha sido de verdad, no se extingue con la muerte, se transforma y espiritualiza.

Jaume Figa Vaello, un periodista experto en cine y fotografía, es el autor del libro. Un buen día del año 2017 se preguntó quién podía ser aquel hombre desconocido que hacía añicos cualquier cálculo humano. 13 hermanos suyos, 15 de su mujer, ¡18 hijos!, tres de los cuales ya en el Cielo, alrededor de 4.000 personas en su funeral celebrado en Barcelona y otras mil en el que después se celebró en Madrid.
Jaume acababa de terminar su tesis doctoral… y decidió empezar una nueva, pero esta no sería propiamente docta sino meramente humana. Después de un año de investigación, 130 entrevistas grabadas, decenas de visitas, reuniones y comentarios, lectura de miles de emails, cartas y anotaciones personales, ha escrito un libro documentadísimo. Pero no es un libro de investigación. Es una biografía trepidante, escrita en un estilo intimista, emotivo y próximo, en el que no hay una afirmación que no esté respaldada por un testigo o documento.
Frases breves, incisivas y la cercanía de quien ha llegado a lo profundo de un alma enamorada introducen al lector en un universo inesperado. Es como un encuentro con un héroe silencioso, que estaba allí, muy cerca, y al que la vida… −la vida no, ¡Dios!, no valen eufemismos−, ha ido preparando para una misión que, probablemente, ni él mismo vislumbraba con este alcance e influencia.
A Chema, Cristo le salió al encuentro muchas veces. Algunas −más de las que muchas vidas juntas podrían acumular− en forma de alegría: Rosa, sus 18 hijos, centenares de amigos de todas las clases sociales, horas de conversación alegre y confiada, una intensa intimidad con Dios. Otras veces, ese encuentro adoptaba la forma del dolor, del sufrimiento físico que le emboscó casi sin tregua y, sobre todo, del dolor moral −¡la pérdida de tres hijos!−, que él sabía transformar en nueva energía que regalar a los demás.
En todas esas ocasiones, lo sabemos bien quienes le conocimos, Chema supo reconocer a ese Cristo al que rezaba cada día. No era otro su secreto. Bueno, otro quizás sí. Como los discípulos de Emaús, salía a su encuentro cada mañana, y Él se le mostraba al partir el pan. Entonces, como esos mismos discípulos, Chema volvía a Jerusalén, con Pedro y los demás.
Su Jerusalén era su familia, el trabajo, la amistad y una formación intelectual honda y rigurosa. Para servir, servir, decía el santo que le abrió un nuevo horizonte en su juventud. Y Chema servía. Y, para servir mejor, se formaba como persona, como cristiano, como marido, como padre y como profesional todos los días de su vida.
En el libro hay una pequeña muestra de esa labor, de su entrega a su familia y a sus amigos, de los consejos, del tiempo invertido en cada uno de ellos.
La amistad fue, sin duda, el gran talento de Chema. Un talento que fructificó hasta el límite. La suya fue una amistad sincera y honesta. Una amistad que no instrumentaliza a los amigos transformándoles en medio para la propia diversión, satisfacción, crecimiento o realización personal. No, sino una amistad que es un fin en sí misma, en la que era Chema mismo quien se hacía medio e instrumento para el amigo, poniéndose a su servicio para ayudarle a crecer como persona y llevarle al destino que Dios tiene preparado para él. Una amistad que sabía dar al amigo lo mejor, mostrarle los bienes más altos e invitarle a vivir la felicidad que él mismo había encontrado.
Cuando terminé de leer el libro, me vino a la cabeza la exclamación de San Agustín en sus confesiones: ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Si alguien piensa todavía que la lucha por la santidad es aburrida y que el vicio es una aventura mucho más apasionante, le recomiendo que lea este libro… y descubrirá lo que es de verdad vivir una vida desenfrenada, una vida que no puso ningún freno al amor.
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes, 
02:13

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