Hoy estaba en la capilla del hospital, delante del sagrario, pidiendo que me iluminase sobre la cuestión que planteé ayer. Si dependiera de mí que un feroz terrorista no arrepentido o un genocida pudiera morir en su casa rodeado de los suyos o en la enfermería del hospital, ¿cuál sería mi decisión?
He orado con sinceridad y todavía no tengo una respuesta clara. Todavía veo los pros y los contras de ambas decisiones.
Hay que hacer notar que no es lo mismo la decisión de un juez que la de un capellán de una institución penitenciaria o un familiar o un compañero de prisión. Una cosa es la actitud de amor y otra la decisión autoritativa de la autoridad. No tengo duda acerca de mi amor si estuviera junto al lecho o compartiendo la enfermería. Pero el juez... el juez es otra cosa.
Aquí no estamos hablando del perdón, porque el juez no puede ni debe perdonar (la pena). El juez ni puede ni debe.
La pena debe aplicarse con humanidad. Pero, en un caso como el descrito, ¿esa decisión de otorgar la libertad provisional sería justa o sería injusta? Con toda honestidad, no lo sé.
Puede alguien pensar que es algo que no me incumbe a mí. Pero todas las cuestiones morales incumben a todos. Y, en el caso del sacerdote, un juez puede pedir consejo. Incluso puede haber un magistrado que diga: “No sé qué es lo moral aquí. La ley me permite tomar la decisión. ¿Qué hago?”. O sea, que casos muy complejos acerca de la moralidad de una decisión (en un tribunal, en una empresa, en un político) la decisión (en definitiva) puede recaer sobre la conciencia y el juicio de un presbítero.
El tema planteado, si yo estuviese en el centro de la decisión, me lo tomaría muy en serio, sin duda pediría un día para pensarlo. Pero una cosa sí que le diría, desde el primer momento: “Usted no puede perdonar”.
Vamos a ver qué es lo justo, qué es lo moral, qué es lo que quiere Dios, le diría yo al juez. Pero el perdón puede ser un pecado. El juez que perdona por su cuenta la pena al culpable, en ocasiones, puede estar pecando. Y digo “en ocasiones” porque puede haber circunstancias muy especiales en las que ese deber puede omitirse sin culpa. Pero quitando esas ocasiones realmente especiales, el juez ni perdona ni puede perdonar ni debe perdonar. Una vez que esté sentado en su sillón tiene que dar sentencia, no puede no dar sentencia. Y la sentencia debe cumplirse porque es expresión de la Justicia. La sentencia no debe ser ni dura ni blanda, debe ser justa.
¿Es justo que un genocida que mató a dos mil personas pueda morir en su casa en vez de en una enfermería de la prisión? Ya sé que, en muchos ordenamientos jurídicos, eso está contemplado por la Ley. Lo que no tengo claro es si es justo.

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