Decía cierto escritor alemán que a menudo se echa en cara a la juventud creer que el mundo comienza con ella. Cierto, pero la vejez cree también a menudo que el mundo acaba con ella. No sabemos que es peor.
En este punto ni la juventud ni la vejez tienen razón: el mundo seguirá su camino, ni la juventud lo ha inventado ni la vejez acabará con él. Los jóvenes han heredado tantas cosas valiosas que deberían venerar a quienes les precedieron, y los ancianos saben que están de paso y deberán ceder el testigo a los que vienen detrás.
Juventud y vejez, en realidad se necesitan y se complementan mutuamente. La juventud aporta vitalidad y la vejez experiencia y sabiduría. No se oponen. Quizá el problema es que hoy, por desgracia, se valora poco la sabiduría y se asume con dificultad la caducidad.
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