Si hay algo que me apena, es no saber que cuántas obras de Bach se perdieron. Sabemos lo que queda, no sabemos lo que se perdió. Pues bien, hoy me he enterado de que una obra que considero entre mis favoritas de toda la historia de la música, un pináculo perfecto, la tocata BWV 565, la más abstracta, majestuosa y celestial de las composiciones a la que llegó Bach tras toda una vida de trabajo, sobrevivió en un solo manuscrito. ¡Un solo manuscrito!
Si esas hojas de papel se hubieran perdido, nadie hubiera vuelto nunca jamás a escuchar la BWV 565.
No estoy seguro cuál es mi obra favorita de Bach. Siempre he sentido predilección por la alegría que respiran sus Conciertos de Brandenburgo. Las partes que más me gustan son sus allegros.
El primero solemne y majestuoso, aunque vibrante.
El segundo, más dinámico, más alegre. Como un sermón acerca de la tenacidad, de la necesidad de seguir adelante confiando en Dios.
El tercero, de nuevo, solemne, con el instrumento de viento sonando como un pájaro que necesita expresar su felicidad por vivir.
El cuarto, más sereno. También alegre, pero con una alegría más serena.
El quinto es un sermón que nos habla tranquilamente del don de existir. Las cuerdas y el viento hablan como un sermón optimista en un día primaveral.
El sexto es la primavera plena, es la armonía perfecta del plan de Dios.
El segundo y el sexto son los que más me gustan. Dadme vuestra opinión sobre estos conciertos. Decidme que os inspira esta música (estos concertos concretamente) que ha sido una verdadera alma de mi vida.
Para el que lo desee, aquí tiene una buena versión de ellos:
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