“Priestholes” y curas flojos de papeles

Existe todavía en algunas antiguas casas inglesas una especie de escondite conocido vulgarmente como priestholes (algo así como “huecos del cura)”.

¿A qué hace referencia el término? Al lugar donde los laicos, fieles a las enseñanzas de Roma, ocultaban a los sacerdotes perseguidos por el “tolerante” protestantismo inglés de la sangrienta “reforma” anglicana.

Tan conocidos eran que, Agatha Christie, en pleno siglo XX, los mentaba en sus novelas:

“Poirot reflexionó unos instantes y dijo:

—[…] Un camino o algo que conduzca a un sitio del que ningún extraño pueda tener idea. ¿Supongo que no habrá ningún escondite de los que utilizaban los sacerdotes cuando las persecuciones religiosas?”[1].

Es que, desde 1585 –antes también– el Parlamento de Londres había dado plazo para que los últimos sacerdotes católicos no fieles a los obispos “reformados”, abandonasen el país bajo pena de muerte. La misa, tanto pública como privada, había sido prohibida.

Harvington Hall, “priest hole”

 

Algunos sacerdotes se plegaron al cisma con la sola razón de evitar perder sus prebendas, licencias o parroquias. Todo –claro– bajo apariencia de bien:

- “Hay que permanecer con la gente…”.

- “Ya pasará la tempestad…”.

- “No hay mal que dure cien años…”

- “El que obedece no se equivoca…”.

Es que, quien no vive como piensa, termina pensando como vive.

Los priestholes existieron cuando el gobierno y parte de la jerarquía de la Iglesia había abandonado la Fe de siempre; y gracias a esos priestholes hoy aún hay católicos en Inglaterra.

- Curas como éstos, sin licencias ni parroquias, sin más ornamentos que sus cojones fueron los que hicieron persistir la Fe de un pueblo.

- Curas como éstos fueron los que le dieron la comunión, clandestinamente, al santo Cura de Ars, en su casa, en plena época posterior a la sangrienta Revolución Francesa.

- Curas como éstos acompañaron a los gloriosos cristeros mexicanos, sin licencias, montando a pelo, sin jurisdicción territorial y hasta –algunos– suspendidos “a divinis” por “faltar a la obediencia”.

El laicado católico debe conocer estas historias porque llegará el tiempo en que, Dios para recibir los sacramentos o para escuchar dos palabras coherentes acerca del Evangelio, deberemos estar dispuestos a socorrer a curas “flojos de papeles”.

Así que, a recordar la historia.

Y a agarrar una pala…

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 

[1] Agatha Christie, El templete de Nasse-house, Barcelona, Molino 1984, 87 (Cfr. María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda Negra, Siruela, Madrid 2018, 209).

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09:35

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