Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde para mostrar en nuestros bienes,
a donde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portillo tener techo.
No fu ésta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad con pecho fuerte
que más fue sudar sangre que haber frío,
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.
Luis de Góngora
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