La libertad de expresión ya se sabe que depende. Si eres de los míos, es decir, progre y más de pata negra, no es que tengas absoluta libertad de expresión, es que además entrarás en la categoría de profeta de hoy. Pero, amigo, si no eres de los míos, serás carca, conservador, mala persona, siniestro, desleal y algunas cosas más que iré recordando. La libertad de expresión es para todos aquellos que dicen lo que yo decido que deben decir, que eso es democracia.
Eran los tiempos de san Juan Pablo II y luego de Benedicto XVI. Los medios progresistas de información no dejaron ni un solo día de atacar a los dos desde lo que ellos mismos denominaban la necesaria función profética dentro de la Iglesia católica. Además, evidentemente, lo que decían los papas, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, eran “opiniones muy personales”, lejos de definiciones ex cathedra y que tenían la importancia que tenían. Hablaban de ese profetismo por imperativo de conciencia, apelando a que la conciencia era el último sagrario, el último reducto inviolable del ser humano.
Han cambiado los tiempos. San Juan Pablo II está en el cielo y Benedicto XVI en su retiro de oración por la Iglesia. Ahora el papa es Francisco, del total agrado de los medios más progres. Cómo han cambiado las cosas. Los mismos que se ponían y nos ponían en guardia ante cualquier palabra de san Juan Pablo II o Benedicto XVI hacen titulares de la última ocurrencia de Francisco. Es de los nuestros. Claro. Ese es el asunto.
Acabamos de saber que mañana verá la luz un libro escrito por Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah con el expresivo título “Desde lo más profundo de nuestros corazones”. El Papa emérito y Sarah citan a San Agustín para sentenciar: “Como él, podemos decir: no podemos callar”. “Lo hacemos con un espíritu de amor y unidad en la Iglesia. Si la ideología divide, la verdad une los corazones”.
Aún no sabemos mucho, pero la fiera está que ruge como león hambriento que ve cómo se le escapa la presa. No me extraña. Ya empiezan a soltar de todo por sus teclados. ¿No llevamos años diciendo que es importantísima la libertad de expresión en la Iglesia? Pues ahí la tienen.
Nos pusieron como profetas a teólogos o pseudo teólogos o medio teólogos de tres al cuarto. Es que la hermana Clarence de Oregon dice, y el P. Smith de Sudáfrica, y el cardenal Marx y el cardenal Kasper afirman. Oiga, cardenales. Perfecto. Pues resulta que aquí hay dos, Benedicto XVI y el cardenal Sarah que también han decidido opinar. Benedicto XVI con una inteligencia especial y una formación que lo coloca como uno de los grandes intelectuales del momento y que firma como Benedicto XVI. Y el cardenal Sarah. Que tampoco tiene el birrete por sorteo y lo sabe llevar muy bien atornillado.
Dos hombres que escriben urgidos por su conciencia. Pero ya se sabe que solo se debe apelar a la conciencia cuando uno es progre, que entonces tiene su conciencia y hasta la excelsa facultad de escudriñar la conciencia ajena y saber si es interpretada rectamente o no.
Además, señores progres, no se preocupen. Total, se trata de un viejecito vestido de blanco que ya no es nada y de un cardenal africano, y ya se sabe lo que los progres, como el cardenal Kasper, piensan de ellos. Que son… “otra cosa”.
El bombazo, mañana.
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