El papa estuvo, un rato, hablando con un grupo de jesuitas. Fue durante su viaje a Mozambique, el 5 de septiembre. En la conversación dijo:
¿No habéis visto nunca a jóvenes sacerdotes del todo rígidos en sotana negra y capelo con la forma del planeta Saturno en la cabeza? Ahí lo tenéis: detrás de todo el rígido clericalismo hay serios problemas.
No hace falta un gran ejercicio de inteligencia para darse cuenta de que esa frase improvisada puede entenderse como que hay algunos jóvenes sacerdotes rígidos que visten de esa manera, y que la frase no significa que todo sacerdote que viste así es rígido.
Si le preguntáramos al autor de la frase, sin duda, diría que esa fue su intención.
Ahora bien, imaginemos que un papa del futuro dijera esa frase y manifestase abierta y clara aversión por todo sacerdote que viste de esa manera: Yo, desde luego, le besaría el anillo con toda devoción. No cambiaría ni una palabra de las que he dicho sobre el papado.
Imaginemos que un papa del futuro fuera un hombre soberbio, mediocre, con alma de dictador; y mal teólogo, pero que cree ser una eminencia en todos los campos. Yo, pobre sacerdote, le besaría el anillo con emoción. Atendería todas sus palabras de cada sermón buscando qué me dice Jesús a través de él.
¿Le juzgaría...? ¿Para qué?
¿Le criticaría...? ¿Qué lograría con ello más que crear más división?
Mi misión es solo predicar las vivificantes enseñanzas de Nuestro Redentor. Mi deber es solo amar. Solo los cardenales tienen acceso al papa, solo ellos tienen como misión propia aconsejar al Romano Pontífice. Puede ser un deber de los cardenales, en privado ¡y con caridad!, advertir de un rumbo totalmente inadecuado.
Cuando digo en privado, puede ser un cardenal con el papa a solas, o con un grupito de purpurados. Pero también puede ser un deber de conciencia advertir acerca de las graves deficiencias en la presencia de todo el sacro colegio, para pedir el parecer de sus hermanos, para solicitar que ese tema se discuta. En algún momento de la Historia, los cardenales pueden tener el grave deber de advertirle: “Santidad, el problema es usted”.
El servilismo no es ninguna virtud, nunca. En la lista de 264 papas ha habido hombres según el corazón de Cristo y horribles sepulcros blanqueados; ha habido sabios e ignorantes; papas humildes y soberbios. El amor al papado no implica no reconocer la verdad. Ahora bien, el amor a la Iglesia sí que implica no criticar, no fomentar la división. De hecho, yo ni siquiera juzgo en mi interior. Trato de conocer la Verdad, ¿pero qué beneficio puede venir de juzgar a mi hermano?
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