Sólo saqué una foto, y no es muy buena
He tenido un sábado complicado. Quizá no era para tanto, pero yo he acabado reventado. Cosas de la vejez, supongo.
Resulta que Perico González-Aller celebraba su primera Misa solemne en Tajamar y me ha invitado a predicar la homilía. No he podido ni he querido negarme. Conozco a esa familia desde hace muchos años y sé que me aprecian de forma especial. El problema es que, en 50 años de cura, sólo he asistido a una primera Misa, la mía, y entonces estuve tan nervioso que no me enteré de lo que dijo don Jesús Urteaga, que era el predicador.
Ayer fue distinto. Perico se ha ordenado sacerdote con más de 40 años y sin un solo pelo en la azotea, pero es un chaval lleno de vitalidad. Seguro que llegará a las bodas de oro en plena forma. Esta mañana he pedido al Señor que sea muy fiel, que no cambié, que no envejezca por dentro y que contagie a muchos su alegría.
Por primera vez en 50 años no me he limitado a hacer un guión para predicar; he escrito de punta a cabo todo lo que quería decir. Calculé que diez minutos, pero, con un par de morcillas, me salieron 13. Yo veía a la gente muy atenta. Al final de la ceremonia, el besamanos se prolongó demasiado. Perico se volcó con cada uno de los que se le acercaban y les hablaba con entusiasmo y extensión. Tuve que acercarme para decirle:
─Aligera, Perico, que hay doscientos en la cola y algunos quieren ver el partido del Madrid.
Publicar un comentario