Cuando en aquel retiro hablé de santificarse en la rutina de la vida ordinaria, Belén, madre de familia con seis hijos pequeños, acusó el golpe:
—¿Vida ordinaria? ¿Rutina? No sé lo que es eso. Yo le pido al Señor tener al menos un día a la semana de vida normal. En mi casa todo lo que ocurre es extraordinario. Una nunca sabe por dónde van a llegar las sorpresas, pero llegan siempre. He pensado invocar al Rey Herodes para que me libre de mis seis inocentes leones, especialistas en catástrofes y sinestros.
—¿Y su padre?
—Su padre es mudo como Zacarías. Por eso invoco también a la prima de la Virgen, a Santa Isabel para que me enseñe a convivir con un marido que no dice ni pío.

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