…comprende que no necesita la mitad de los objetos que trae en la maleta, y se lamenta arrepentido al considerar que, cuando vuelva a casa, deberá volver a cargar todo el equipaje. Yo suelo sacar un propósito que casi nunca cumplo: vivir al día, con lo puesto y poco más, sin que nada me ate.
José María Hernández Garnica fue un sacerdote santo que viajaba por toda Europa con un maletín pequeñísimo. Un día fui a buscarlo al aeropuerto; llegaba a Roma desde Colonia.
—¿No ha facturado más equipaje? —le pregunté sorprendido—.
Don José María era hombre de pocas palabras. Me miró con cara de guasa y respondió:
—Aquí cabe el cepillo de dientes y el breviario. Sólo me voy a quedar dos semanas.
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