Hay dos películas que se pueden contraponer de un modo perfecto: La gran belleza y El violinista en el tejado. La primera es una película sensual que expresa magistralmente el relativismo de nuestra sociedad y el hastío de vivir subsiguiente. El protagonista siempre se halla rodeado de gente, pero siempre está solo, interiormente solo. Acude a innumerables fiestas, pero está triste y decepcionado de todo.
El violinista en el tejado muestra la alegría de vivir en comunidad, la felicidad de levantarse cada mañana inserto en una familia, rodeado de amor. Con problemas, no deja de haber problemas, pero la existencia, globalmente, es dichosa. La religión aparece como el pilar esencial de la bendición sobre el individuo, la familia y la comunidad. El resultado de todo eso es que, incluso en la desgracia, ven la existencia como una dicha.
Es difícil encontrar dos películas que contrapongan de modo más perfecto dos mentalidades, dos sociedades, dos formas de vivir el tiempo que uno camina sobre la faz de la tierra.
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Otra consideración, esta pequeña, que me gustaría hacer: La lista de Schindler es una obra técnicamente perfecta… pero fría. Con un presupuesto incomparablemente inferior, sin embargo, Norman Jewison filmó una película rebosante de poesía y grandeza.
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Vuelvo a poner debajo el link de esta canción Tratition, porque los que nos dedicamos a escribir libros ni los que se dediquen a dar clases en las facultades de teología ni los obispos pueden olvidar que la religión no es una base mínima sobre la que levantamos algo que es puro producto de nuestra razón o del acuerdo, sino que también es tradición. No es solo tradición, pero también es tradición:
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